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Movimientos municipalistas Las grandes ciudades llegan a la mayoría de edad; crean su propio servicio diplomático

Las grandes capitales empiezan a cincelar su diplomacia. No han necesitado reclamar soberanía a los estados a los que pertenecen. Sencillamente, la han puesto en marcha con el propósito de atraer inversiones, talento y estimular su oferta cultural, bajo unas directrices concretas: la mejora de la calidad de vida de sus residentes.

Imagen de los edificios más altos de Nueva York. REUTERS/Lucas Jackson

DIEGO HERRANZ

España se apresta a vivir unas nuevas elecciones municipales. Una cita que, en todo el mundo, está ganando cuota de trascendencia. No sólo porque resulten ser los gobiernos más próximos al ciudadano y los que más experimentan las exigencias sociales a su gestión. Sino por el cada vez mayor poder e influencia que las decisiones de los consistorios demuestran tener sobre la actividad económica y sobre el músculo diplomático que adquieren en la arena internacional los estados en los que se integran territorialmente.

Quizás buena parte de este salto cualitativo de las grandes ciudades pueda explicarse en términos demográficos. No en vano, en 2050, según se aprecia en varios estudios de Naciones Unidas, dos tercios de la población mundial vivirá en ciudades. En consecuencia, las grandes urbes son ya las piedras angulares de la economía y de los negocios. Entre otras razones, porque en sus espacios jurisdiccionales se crean más del 70% del PIB global. Pero también, porque los asuntos mundiales más prioritarios y con mayor grado de soluciones de consenso -desde el cambio climático, a las políticas sobre refugiados o la lucha contra la desigualdad- afectan de lleno al ámbito municipal.

No es casualidad que el Madrid del progreso dé la bienvenida a los refugiados que vagan por Europa con gobiernos españoles que han tratado de impedir sus permisos de asilo. Las secuelas de todos estos fenómenos, pues, se concentran especialmente en las ciudades. Y son sus autoridades las que se ven en la obligación de alcanzar soluciones, en muchos momentos creativas. Como, en otro ejemplo revelador, a la hora de generar ecosistemas de innovación que sirvan para sentar las bases de la prosperidad social y consolidar el clima de negocios, la implantación de políticas inclusivas que cierren la brecha de renta entre los distintos estratos de su sociedad o poniendo en marcha medidas que combatan la polución.

La fuerza de los acontecimientos ha propiciado que ciudades estadounidenses hayan constituido comités internacionales. Muchos de los cuales, además, tejen sus estrategias diplomáticas hacia el exterior al margen –o desmarcándose, cuanto menos– de determinados aspectos ya definidos por las políticas exteriores de sus Estados. Es el caso de varias de las grandes ciudades de EEUU, muchas de las cuales han decidido sortear medidas concretas en materia de inmigración, con una batería de regulaciones alejadas de las normas restrictivas hacia la entrada en el país de los flujos migratorios procedentes de las naciones latinoamericanas dictadas por la Casa Blanca. Las ciudades, pues, han instaurado la edad de la diplomacia metropolitana. En EEUU y el resto del planeta.

Perfilan sus propias relaciones internacionales. A través del aprendizaje legal, técnico o político de sus estados en los asuntos de los que han asumido competencias. Muchos de ellos adquiridos en una suerte de coexistencia pacífica con los ministerios de Exteriores de sus países. Como el medio ambiente, la desigualdad o el desarrollo económico.

Los Ángeles, ejemplo de servicio exterior

Precisamente las cúpulas ministeriales están empezando a sacudirse la sorpresa que les produce que autoridades municipales de sus naciones empiecen a confeccionar estrategias exteriores y que éstas hayan sido creadas por diplomáticos, que se han incorporado como altos cargos en los ayuntamientos de las ciudades que han apostado por tener su propia acción internacional. Y que se encargan de entablar cauces de entendimiento con sus colegas ministeriales y que son capaces también de negociar y de redactar acuerdos con otras ciudades de otras latitudes o con organismos multilaterales. Según sus ideólogos, la diplomacia metropolitana debe, lo primero de todo, servir a los intereses de los gobiernos locales, que pasan ineludiblemente por un reto único: mejorar la calidad de vida de sus residentes.

Los Ángeles estableció en septiembre de 2017 la Oficina de Asuntos Internacionales

Por ejemplo, en Los Ángeles, el alcalde de la ciudad más emblemática de California, Eric Garcetti, estableció en septiembre de 2017 la Oficina de Asuntos Internacionales. Entre sus componentes hay ex altos cargos de los departamentos de Estado, Comercio y Defensa o del Consejo de Seguridad Nacional, además de asesores del Ala Este de la Casa Blanca. Todos ellos colaboran y operan habitualmente con consulados, con oficinas comerciales en el exterior y con instituciones de más de un centenar de países; según el caso, de ámbitos nacionales, provinciales o locales. Con el propósito de atraer nichos de negocio, oportunidades económicas, actuaciones o exposiciones culturales e, incluso, métodos de éxito en materia educativa o de innovación. Estas acciones exteriores suelen tener éxito a la hora de captar inversiones directas; es decir, al cerrar líneas de capital foráneo interesado en ciertas líneas de actuación municipal. En especial, de proyectos de modernización de la ciudad. O de consolidación del turismo, un segmento que crece, sobre todo, al calor de los atractivos culturales, históricos o artísticos de las grandes urbes y que, en 2018, generó medio millón de puestos de trabajo en el Condado de Los Ángeles. Y de generación de atractivo académico.

Más de diez mil estudiantes extranjeros se matricularon en institutos y universidades angelinas, mientras empresas foráneas emplearon a más de 200.000 ciudadanos de LA. La diplomacia ayuda a las ciudades en sus también objetivos culturales. Instituciones estatales como Casa Japón o la alemana Thomas Mann llevan acontecimientos y exposiciones habituales a Los Ángeles. Sin mencionar los eventos y exhibiciones que albergan los consulados de no pocos países. En el terreno deportivo, la ciudad se ha ganado una de las candidaturas oficiales para los Juegos Olímpicos de verano de 2028. Todo ello, ha requerido de un esfuerzo diplomático propio. Auténtico de la ciudad angelina. Como ha ocurrido en el pasado reciente con las numerosas urbes que han decidido dar el paso de albergar una convocatoria olímpica. 

Capitales ecológicas, organizadas en foros

Aunque, quizás, las mayores acciones diplomáticas de las ciudades son las colectivas. Aquellas que tienen un claro componente de desafío global. De lucha contra amenazas mundiales. Entre las que destacan las relacionadas con el cambio climático.

Al fin y al cabo, el 70% de las emisiones de CO2 del planeta proceden de centros urbanos y las ciudades están obligadas a comandar los esfuerzos para reducir los niveles de polución, mediante la instauración de normas de eficiencia energética, de fomento del transporte público, de diseño de ciudades inteligentes (Smart Cities) con sus necesidades y demandas de modernización en infraestructuras, de adecuación a nuevas fórmulas de transporte o métodos de construcción más eficientes y respetuosos con el medio ambiente. En este ámbito es donde más claramente se aprecia la trascendencia de los grandes municipios.

A pesar de que Donald Trump ha retirado a EEUU de los Acuerdos de París contra el cambio climático, ha surgido en todo el país una acción conjunta de más de 400 ciudades que, en su totalidad, albergan a más de 70 millones de estadounidenses, que se desmarca claramente del rechazo federal al tratado multilateral de 2015. Los Ángeles, que han liderado este desafío a la Casa Blanca, viene reduciendo en un 11% sus emisiones en los últimos tres años (2016-2018) y está en disposición de eliminar la combustión de carbón en 2050. Con participación de socios privados, LA ha creado un consorcio junto a otras ciudades americanas para la adquisición de autobuses eléctricos y otros vehículos de servicio público con emisiones cero en combustibles. Otros escaparates donde se aprecia la diplomacia de las ciudades son foros como la red C-40, de grandes capitales, surgida para fomentar intercambios de experiencias y de acciones sobre vivienda o urbanismo, entre otras disciplinas, porque también establecen cauces permanentes de diálogo sobre el control de las emisiones de CO2. O el denominado 100 Ciudades Resistentes, que comparten información y experiencia sobre la gestión de desastres humanos o naturales. O la Red de Ciudades Poderosas, que se ocupan mayoritariamente por la aplicación de medidas de inclusión social. Todos estos pasos también han propiciado que comiencen a escucharse las voces de las ciudades en cumbres como la del G-20, que acoge a las principales potencias industrializadas y los grandes mercados emergentes. En su última cita, en octubre pasado, en la capital argentina, Buenos Aires, se reunieron responsables de las capitales más importantes del G-20, cuyo comunicado final abogaba por prestar más atención a las necesidades y experiencia de las metrópolis.

Las ciudades más influyentes

Una de las clasificaciones más ilustrativas de la trascendencia internacional que están logrando las grandes ciudades del planeta es la de la consultora AT Kearney. En su décima edición, la que calibra la valoración de 2018, en la que pasan revista a 135 urbes de los cinco continentes, sitúa a Nueva York, Londres y París como las capitales más influyentes del planeta. Le siguen Tokio, Hong-Kong y Los Ángeles. Singapur, Chicago, Pekín y Bruselas cierran el top-ten. Madrid ocupa un honroso decimotercer puesto, diez por encima de Barcelona.

Madrid ocupa un honroso decimotercer puesto, diez por encima de Barcelona

Su base científica concede una nota parcial del 30% a la actividad empresarial de su área metropolitana; otro baremo similar, al capital humano, un 15% a la capacidad de transmitir información y un 15% adicional a su cartel cultural. El 10% restante corresponde a la capacidad política que alberga su jurisdicción, para la que se tiene en cuenta la actividad de consulados y redes de embajadas o instituciones foráneas en la vida social y económica de la ciudad. En su informe de situación, los expertos de esta firma eligen a Melbourne como la capital con funcionarios mejor preparados y una administración con mayores dosis de eficacia, Nueva York como la líder en materia económica, San Francisco como la vanguardia en innovación y a las suizas Ginebra y Zúrich como las mejor gobernadas. En sus métricas también resaltan otras ciudades, según abanderen aspectos concretos de los distintos ámbitos que califican los expertos de la firma. Así, por ejemplo, destaca a Kuwait City en Seguridad y Estabilidad, Praga abandera el Índice Gini -es decir, es la ciudad con menor brecha diferencial en cuanto a distribución de riqueza entre estratos sociales y Melbourne, en calidad medioambiental, mientras que varias de ellas –entre las que se encuentra Madrid– dominan los servicios sanitarios. En otro bloque, el económico, Fráncfort gana en infraestructuras; Houston, en renta per cápita y Nueva York, en atracción de flujos de capital. San Francisco es pionera en el número de patentes por habitante; Londres, en inversiones privadas y Moscú en incubadoras de empresas vinculadas a instituciones universitarias. Por último, en el apartado que calibra la gestión pública, AT Kearney destaca varias ciudades como de alta calidad burocrática, aunque es Melbourne la mejor valorada, a Moscú como la más adecuada para hacer negocios y Londres como la más transparente. Todos ellos son componentes específicos que otorgan el galardón de Smart Cities y que resultan esenciales para engendrar una diplomacia municipal de reconocido prestigio internacional.

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