Este artículo se publicó hace 2 años.
El precursor argentino de Pablo Motos
Inna Afinogenova
Madrid-
¿Se imaginan a un Pablo Motos multiplicado? ¿Un Pablo Motos anabolizado? ¿Un Pablo Motos que une la misoginia, el clasismo, el racismo, y con mucha audiencia ganada a lo largo de los años? No se lo tienen que imaginar, vive en Argentina, y se llama Baby Etchecopar.
En un programa acusó a la invitada de cobrar asignaciones sociales, porque según él, con lo que gana el marido ya le vale. La insultó diciéndole "gusana" y "vividora". También defendió al entonces presidente millonario Mauricio Macri, y lo remata todo con que la culpa de no llegar a fin de mes la tiene ella porque ¿quién la mandó a tener seis hijos?
¿Saben qué pasó luego? Que fue denunciado por discriminación de género y poco después las autoridades judiciales le ordenaron a emitir en su programa un micro semanal hecho por mujeres feministas, sin interrumpirlo ni criticarlo luego de la emisión. Durante cinco meses. Por supuesto, ninguna de las mujeres quiso pisar ese estudio ni compartir espacio con el Baby, por eso precisamente se planteó grabar esos materiales.
Baby Etchecopar es un presentador muy famoso en Argentina, que durante años tuvo su programa personal en la tele y en la radio. Lleva años literalmente vomitando machistadas y odio. Es una especie de marca registrada. Hace años comparó a la ex presidenta CFK con una enfermedad letal, como el cáncer. También se refirió a ella como "una señora sola", algo que a estas alturas ni merece la pena comentar.
En 2013 habló en su programa de las mujeres mayores de 40 años de la siguiente manera: "A las que no tengan una medida estándar, algo comestible, una mujer común y potable, hay que darles un martillazo en la cabeza".
Baby Etchecopar y su odio tiene muchos seguidores, de los sectores más reaccionarios y conservadores.
Pero lamentablemente el espacio mediático latinoamericano está muy, muy lejos de ser respetuoso con mujeres.
Durante décadas el machismo ha estado normalizado en la televisión, por hombres, por mujeres, por la audiencia. Si acudes a las hemerotecas, tienes, literalmente, para una tesis doctoral. Presentadoras mujeres, como Mirtha Legrand, responsabilizando de la violencia doméstica a la víctima de la misma, preguntándole si ha hecho "algo anormal" para que su marido le pegase.
Afamados músicos reconociendo en plena entrevista que han violado a una periodista, porque "vos sabés como es una violación, es un tira y afloje", series de televisión, familiares incluidas, normalizando abuso y machismo. Y lo ves hoy y te dices: "ok, era otra época, las cosas han cambiado bastante". Y si bien es cierto, no han cambiado lo que a las mujeres nos hubiera gustado, definitivamente.
En esta sección me negué a propósito a poner ejemplos antiguos, de hace una década o más. Pero es que tampoco es necesario retroceder al pasado.
Estos episodios son escandalosos, llaman mucho la atención y en algunas ocasiones hasta desatan acciones concretas, denuncias y condenas, como en el caso de Baby Etchecopar.
Pero hay otro nivel de la misma infamia, camuflada de buenas intenciones: el machismo cotidiano que se manifiesta como piropos, alabanzas, preguntas personales, que nada tienen que ver ni con el asunto que se pretende abordar, ni con el trabajo de una, con nada. Y aquí, tengo ejemplos para aburrir de la experiencia personal.
Hace un par de años fui voluntaria de la vacuna contra el COVID. Y como estaba tan demonizada la vacuna rusa, me contactaron muchos medios de información, a ver si no me habían crecido orejas en la frente o un tercer brazo. Y en una de estas me contactaron desde una radio argentina, reitero, para hablar de vacunas, y la deriva no les sorprenderá.
Me acuerdo de la incomodidad que viví en ese momento. Estuve luego todo el día diciéndome que qué mal no haber dicho nada y haberles reído las gracias, ese pensamiento a posteriori que te atormenta.
Señores, ¿qué les importa si estoy casada o soltera? ¿Qué importancia tiene esto a la hora de hablar con una voluntaria de vacunas? ¿O con una periodista? ¿O con una enfermera? ¿O con una cantante? ¿Por qué se tienen que meter en la vida privada aprovechando que la persona accedió a hablar?
¿Saben que es lo que más frustra? Que mucha gente no logra entender cuál es el problema. "Mirá lo que le digo, le digo que está linda, que le gusta a un tipo de acá, y encima se queja. Debería estar orgullosa".
Los ejemplos no se limitan a Argentina, que conste. Hace tan solo unos meses, el diario facha Periodista Digital publicó una auténtica basura sobre mi incorporación en La Base. Titular: "Escándalo: nueva amiga de Pablo Iglesias, la atractiva rusa rubia a sueldo de Putin".
Omitiendo lo de la amiga a sueldo de Putin, todo mentiras propias de medios de esta calaña, las referencias al color de pelo y el aspecto físico, son directamente de la Edad Media.
Señores fachos, yo entiendo que no se les puede pedir que dejen de mentir, pero sí pueden hacer un esfuercito para ser menos misóginos. Verán que sus patrañas hasta parecerán menos cutres e impresentables.
En fin, como les he dicho: ni hace falta escarbar demasiado en las hemerotecas para encontrar ejemplos de machismo cotidiano en los medios.
Y no, a muchas de nosotras no nos resulta para nada agradable recibir comentarios en ambiente laboral sobre cómo nos vemos, como nos vestimos, como nos peinamos, de qué color son nuestros ojos y el pelo, y muchísimo menos preguntas sobre nuestras parejas. Amigo, date cuenta, por favor, nunca es tarde para salir de la caverna, a cualquier edad se puede hacer (salvo, quizá, si eres Baby Etchecopar).
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