Radiografía de la ultraderecha: una familia atomizada en lo económico y unida en la guerra cultural
Con la ayuda de tres especialistas en partidos y movimientos de derecha radical, en 'Público' buscamos las raíces que explican el apoyo electoral que reciben estas formaciones y qué las diferencia de los grupos abiertamente fascistas.
Madrid-
¿Sabría el lector diferenciar entre ultraderecha, extrema derecha y derecha radical? Aunque en la prensa se suelen emplear estos términos indistintamente, los académicos establecen diferencias entre los tres conceptos. Diferencias que serán útiles para navegar por las visiones que existen en estos partidos y comprender por qué consiguen armar un amplio apoyo electoral, disimulando sus desencuentros. Para ello es importante hablar desde dos prismas: el económico y el cultural.
La izquierda no es ajena a esta dinámica. Hace más de un año, este periódico explicó cómo el espacio progresista debe situarse en la guerra cultural. Uno rápidamente puede identificar un sector más propenso a hablar únicamente de "las cosas del comer" (economía) mientras que hay otro limitado a abordar la "batalla mediática e ideológica" (cultura). Dos planos que parecen difícilmente conjugables, teniendo en cuenta que las preocupaciones del votante de izquierdas distan de las preocupaciones del de derechas.
Los partidos de derechas, especialmente de derecha radical, han sabido muy bien conocer las demandas de su nicho electoral. Razón por la que han reforzado los elementos culturales que les unen por encima de las diferencias económicas que les separan. Para radiografiar las desavenencias de estas formaciones, Público ha contado con las voces de tres especialistas en derecha radical y populista.
Ultraderecha, extrema derecha y derecha radical
La diferenciación de los tres conceptos (ultraderecha, extrema derecha y derecha radical) ha sido desgranada, especialmente, por el politólogo neerlandés Cas Mudde. La ultraderecha es un concepto "más amplio" que abarca tanto a la extrema derecha como a la derecha radical. Así lo explica Belén Fernández, investigadora postdoctoral en la Universidad de Málaga, que añade que este término hace referencia a "las diferentes corrientes que se ubican a la derecha de los partidos conservadores, liberales y democratacristianos".
Mientras, la extrema derecha "se vincula sobre todo con aquellos sectores de la ultraderecha que defienden postulados abiertamente antidemocráticos, racistas y que apuestan por la violencia como medio para conseguir sus fines políticos". Fernández explica que "este sector de la ultraderecha no es competitivo en términos electorales, con la excepción de Amanecer Dorado en Grecia en el contexto de la gran recesión". Vox no entraría, por tanto, dentro de esta clasificación mientras que sí lo harían grupos neonazis.
Los de Santiago Abascal forman parte de la derecha radical, un espacio que "se mueve en los márgenes de la política democrática", pero que mantiene "una fuerte hostilidad hacia los elementos liberales de la democracia, sobre todo, cuando están en el poder, como la separación de poderes, el Estado de derecho, el pluralismo político o la libertad de prensa". En este sentido, la derecha radical, a diferencia de la extrema derecha, evita tesis abiertamente racistas; esto es, ideas que manifiesten la superioridad de unas razas frente a otras. Sin embargo, sí adoptan discursos nativistas (más adelante profundizaremos en este concepto) al difundir ideas en términos de "incompatibilidad cultural", como cuando aluden a una "supuesta islamización de Europa". En definitiva, agrega la especialista en derecha radical, sus planteamientos son "excluyentes, discriminatorios y criminalizan a minorías", algo que pone en "claro riesgo determinados principios de la democracia liberal".
Las diferencias de la derecha radical
Matizados los tres conceptos, hay que mencionar que la derecha radical se ha configurado con diferencias en el campo económico. Mientras unos partidos se suben al barco nítidamente neoliberal, otros apuestan por medidas de carácter más proteccionista y entienden que el Estado debe intervenir en la economía para mejorar la vida de los ciudadanos, pero solo de los nacionales. Carolina Plaza-Colodro, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Salamanca, recuerda que a nivel europeo hay agrupaciones mucho más proteccionistas como puede ser la Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, u otros más neoliberales como Hermanos de Italia. "Ni siquiera están en el mismo partido europeo, están divididos en partidos diferentes", apunta la politóloga, pues el primero forma parte del bloque Identidad y Democracia y el segundo, del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos.
En España, Vox (integrado en el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos) ha encarnado estas dos visiones en dos figuras del partido: Iván Espinosa de los Monteros, que representa el alma neoliberal; y Jorge Buxadé, que simboliza una vertiente más proteccionista. Este último posicionamiento, como especifica el politólogo Carles Ferreira, atiende a la idea de chovinismo del bienestar, una expresión clave para explicar cómo se mueven los partidos de derecha radical en este eje proteccionista enfocado a atraer el voto obrero, como ocurre, por ejemplo, en Francia.
Los chovinistas defienden posicionamientos excluyentes al priorizar los intereses únicamente de los individuos nacionales y abogan por una respuesta contraria a la globalización e, incluso, al libre mercado. Es decir, son nativistas, pues otorgan una superioridad moral y política a un grupo étnico o cultural sobre otros y, por lo tanto, este grupo debe ser favorecido política y económicamente. Esta idea la vinculan al campo cultural al difundir una agenda fundamentada en la presunta desaparición de los valores occidentales, por lo que ofrecen una respuesta profundamente nacionalista en la que ya no solo queda fuera el que no tenga la documentación necesaria para ser ciudadano de pleno derecho de un país, también aquellos que no compartan una misma cultura y valores.
Los chovinistas buscan recabar el apoyo de la clase obrera
Por ello, proponen la intervención del Estado en la economía y, así, conseguir recabar voto obrero, en especial de trabajadores manuales con escasa cualificación, un sector al que se le ha considerado como el perdedor de la globalización. Pero en España esto no ocurre: Vox tan solo utiliza un discurso chovinista desde un plano retórico, como afirma Plaza-Colodro.
Los tres expertos consultados sostienen que la formación de Abascal es "claramente" neoliberal. "Aunque puede haber algún perfil más chovinista, la élite de Vox es neoliberal, pues aboga por bajar impuestos y privatizar los servicios públicos. Es el modelo Trump. Sin ir más lejos, en el acto Viva 22 que organizaron este año invitaron al político argentino Javier Milei, que se declara abiertamente minarquista, una ideología que concibe que el papel del Estado debe reducirse al mínimo y solo incluir a instituciones como la policía y los jueces. Por lo demás, es un capitalismo extremo", ilustra Ferreira.
"En Ciencia Política –agrega Carolina Plaza-Colodrolo– existe la teoría de la convergencia. En un mundo donde la mayoría de los partidos, independiente de su ideología, no cuestionan el modelo económico desde que la socialdemocracia abrazó el neoliberalismo y no propone un modelo nuevo, el foco se ha desplazado hacia cuestiones más identitarias y culturales". Aquí, la derecha radical es profundamente competitiva.
Las preocupaciones de los electores de ultraderecha
Cabe preguntarse, de esta forma, qué opinan los votantes. ¿Por qué los electores de la derecha radical compran el discurso de estos partidos? ¿Cuáles son sus preocupaciones? Un estudio de la Fundación Friedrich Ebert señala que la migración es el punto central que rodea a las preocupaciones de los ciudadanos que apoyan a la ultraderecha. Estas preocupaciones se dividen en dos prismas. El primero es la preocupación desde el lado económico: relacionan la mala situación económica con el aumento de migrantes. El segundo punto es la preocupación desde el lado cultural: atribuyen que la migración es la causante de la pérdida de valores occidentales. El trabajo de la organización mencionada elaboró en un amplio informe una representación de cómo la derecha radical se nutre del apoyo de los ciudadanos con estas inquietudes.
Esta figura muestra un hipotético escenario de un electorado compuesto por 110 personas. Mientras que la derecha radical consigue el 50% de aquellos que tienen preocupaciones culturales sobre la migración, alcanza el 10% de los que tienen preocupaciones relativas a la economía. Sin embargo, en términos cuantitativos, consigue más votantes del grupo económico que del cultural. Por esta razón, el trabajo apunta que los "partidos de derecha radical exitosos suelen ser aquellos que son capaces de atraer a ambos grupos".
Fernández: "Las actitudes xenófobas y nacionalistas son factores que están muy presentes en estos votantes
Belén Fernández, coautora del libro En los márgenes de la democracia liberal, matiza que "aún hay mucho debate en lo concerniente a los factores que inciden en el voto a la derecha radical, sobre todo en términos comparados". "En este sentido, muchos estudios señalan la importancia de atender a los aspectos específicos de cada país para entender el perfil de estos votantes. Pero, por lo general, podemos afirmar que las actitudes xenófobas, nacionalistas, el radicalismo ideológico de derecha y la insatisfacción con la clase política son factores que están muy presentes en el perfil de estos votantes. En términos socioeconómicos no se encuentran patrones tan claros", apunta.
A esto hay que sumar el clima de la opinión pública, influida por la actividad de los medios de comunicación. En este sentido, en ciencia política hay dos conceptos relacionados con el voto económico que son determinantes. El voto egotrópico y el voto sociotrópico. El primero define que los ciudadanos optan por un partido u otro analizando su situación económica personal. El segundo se explica por la percepción de la situación económica general, donde el papel del poder mediático es fundamental. Plaza-Colodro desgrana que las cuestiones económicas personales son mucho menos influyentes en nuestro comportamiento electoral que la economía general de un país. "Solemos pensar más en global", defiende.
El feminacionalismo y el homonacionalismo
Con todo, la derecha radical ha ido rompiéndose en algunos países, como en Francia o Italia. En España aún no hay dos partidos de derecha radical. Por el momento, se siguen de cerca los pasos de Macarena Olona y si finalmente conforma un proyecto diferente. Pero los especialistas consultados tienen dudas de por dónde podría arrancar esta andadura. Ferreira explica que "Vox tiene una brecha de género importante, pues les votan muchos más hombres que mujeres". Por consiguiente, una de las vías es que Olona comience a enfatizar la cuestión de género o, incluso, trate de acercarse a minorías LGTBI. Por disparatado que parezca, otras derechas radicales han tratado de construir discursos sobre la protección de las mujeres y los colectivos LGTBI. Siempre vinculados, eso sí, a la criminalización de la migración, que la asocian a la delincuencia y la inseguridad hacia estos grupos. Hay teorías para los dos: el feminacionalismo y el homonacionalismo.
La teórica que acuñó el primer término es Sara R. Farris y Público pudo hablar con ella para tratar de entender el concepto. La politóloga apunta cómo estas agrupaciones en algunos países apelan "al feminismo para promover la antinmigración y la islamofobia dentro de un marco cada vez más nacionalista". Pero detrás de esta estrategia, realmente se esconde un profundo "antifeminismo", remarca Plaza-Colodro, que además lamenta cómo la derecha radical utiliza a las mujeres para formular estos discursos. "Ahí están los casos de Marine Le Pen y Giorgia Meloni. No es casual, así parecen más creíbles", concluye.
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