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Las cárceles de Sevilla, Cádiz y Pontevedra son las que concentran más muertes por sobredosis de toda España

Las regiones andaluzas y la gallega son las principales puertas de entrada de la droga de España. En total, en los últimos cinco años han fallecido 186 presos por sobredosis en todo el país.

Cárcel Sevilla II
Módulos de la cárcel de Sevilla II, en Morón de la Frontera. EFE

Las muertes por sobredosis en las cárceles españolas entre 2017 y 2021 –último año del que hay datos disponibles– supusieron el 43% de los fallecimientos por causas no naturales en prisión, según los informes de mortalidad de Instituciones Penitenciarias (IIPP) logrados por Público a través de una solicitud de transparencia.

De todos los centros penitenciarios activos en el país, son los de Pontevedra, Sevilla y Cádiz los que alcanzaron las tasas más altas de muertes por consumo de estupefacientes. No se incluyen en este recuento las prisiones de Catalunya, cuya información se centraliza en dicha comunidad autónoma.

El consumo de drogas es, de hecho, la segunda causa de muerte no natural entre los presos españoles. La primera es el suicidio, en claro ascenso en la última década. Como ya contó Público, desde 2011 a 2022, el número de personas que se han quitado la vida durante su estancia en prisión se ha duplicado, al pasar de tres a siete muertos por cada 10.000 reos.

En tercer lugar se encuentran los accidentes, que supusieron en ese mismo periodo un 5% del total –19 muertes–, y siguen las agresiones entre presos: 11 muertes, que representaron un 3% del total. De tres fallecimientos, Instituciones Penitenciarias no especificó las causas, mientras que otros fueron a causa del sida, fase mortal del VIH.

Tal y como reconoce IIPP en su último informe anual, el consumo de drogas es "uno de los factores desestabilizadores más importantes entre las personas privadas de libertad". Para enfrentar esta problemática, diferentes organismos han desarrollado programas de prevención, intervención y tratamiento con drogodependientes en los que colaboran, además del Ministerio de Sanidad −a través del Plan Nacional sobre Drogas (PNSD)−, asociaciones y ONG.

Sin embargo, las medidas impulsadas por actores públicos y privados no son suficientes para contener el impacto de la drogodependencia dentro de las prisiones. Especialmente en las de aquellas provincias costeras que son la puerta de entrada de sustancias psicoactivas en España y donde el narcotráfico tiene desde hace décadas un peso importante, caso de Pontevedra y Cádiz. También Sevilla, con salida al mar a través del Guadalquivir.

En los puertos de estas provincias desembarca una parte importante de la cocaína, heroína y hachís que se consume tanto en España como en el resto de Europa. Otras, como Sevilla, constituyen un importante punto de distribución dentro de la logística del narcotráfico.

Por eso, sus cárceles están repletas de personas que forman parte del engranaje de las redes del narcotráfico, desde capos de la droga a encausados por tráfico menor. Este contexto geográfico, confirman fuentes de Instituciones Penitenciarias, es uno de los factores que explican la concentración de muertes por sobredosis en estas regiones.

Y aunque tráfico y adicción no son sinónimos, existe cierta correlación entre una mayor disponibilidad de droga y un consumo problemático de las mismas. De igual modo, se observa cierta correlación entre pobreza, desigualdad y adicción, al igual que unas condiciones socioeconómicas desfavorables y tráfico. Más aún, según el informe Drogodependencias y Prisión: Situación de las cárceles españolas del PNSD, más del 70% de las personas presas en España se encuentran recluidas directa o indirectamente a consecuencia de una adicción.

Precisamente, fuentes de Instituciones Penitenciarias señalan que el historial de policonsumo de la persona que entra en prisión es uno de los fenómenos que la institución debe enfrentar como primer paso para atajar las muertes por sobredosis dentro de los penales. Además, el 16,8% de los presos entrevistados para el informe del PNSD reconoció haber consumido drogas ilegales durante el último mes en prisión.

Además, una buena parte de las medidas de prisión solicitadas por el Ministerio Fiscal durante 2022 ha sido por delito de tráfico de drogas, tal y como reflejan los datos de actividad procesal penal de aquel año. En la provincia de Pontevedra suponen el 30,91% –68 de 220–; en Cádiz, el 38,98% –99 de 254–; y en Sevilla, el 14,79%.

Poca es la información disponible sobre las sustancias responsables de las muertes de dos de cada diez presos fallecidos en las prisiones españolas en los últimos cinco años. Desde IIPP aseguran que hablar de una droga en concreto podría ser un error, ya que en muchas ocasiones las sobredosis no se deben a una sustancia en sí, sino a la combinación de varias o una cantidad letal de alguna de ellas.

Pontevedra: los lodos de los años dorados del narco gallego

Desde que Sito Miñanco abriera en las Rías Baixas la puerta al tránsito de cocaína en los años ochenta del siglo pasado, Pontevedra sigue siendo uno de los puntos calientes del narcotráfico en España. Lo recoge la Fiscalía Especial Antidroga en su Memoria de 2022, donde describe que los delitos relacionados con este asunto en la región son "fiel reflejo de la actividad organizada de tráfico de drogas que en Pontevedra se dedica de modo primordial al tráfico de cocaína y de heroína, con claro protagonismo de la primera".

Fuentes de IIPP insisten en que lo que ocurre dentro de las cárceles no está desligado de lo que sucede fuera de ellas, y en esta región gallega las drogas abundan. De hecho, es gracias a su disponibilidad en el exterior que estas sustancias entran en prisión, principalmente a través de "los internos que vuelven de disfrutar permisos de salida" o del "Departamento de Comunicaciones, a través de las visitas", explica Alonso Torres, portavoz nacional de CSIF Prisiones.

La cárcel del municipio pontevedrés de A Lama, único centro penitenciario de régimen cerrado de la provincia, registró diez muertes por sobredosis entre 2017 y 2021. Ocupa así el quinto puesto en el ranking de cárceles con fallecidos por consumo de drogas, detrás de las de Sevilla y Cádiz. Por encima se ubica la prisión de Sevilla I, Algeciras (Cádiz), con 14 y 10 muertos respectivamente. También Sevilla II, en Morón, con 16 muertos por sobredosis.

Pero en términos relativos a su población reclusa, que osciló en torno a los 1.094 internos anuales en ese periodo, la cárcel de A Lama es la cuarta con más de diez muertos que más fallecimientos de este tipo registró: una media de nueve fallecimientos por consumo de drogas por cada 1.000 internos.

La mayoría de ellos eran hombres, como lo son también la mayoría de los consumidores de estupefacientes ilegales dentro de prisión. Según la Encuesta sobre Salud y consumo de Drogas en Población Interna en Instituciones Penitenciarias (ESDIP) de 2022, el perfil tipo de drogodependientes en estos centros es el de un varón de cuarenta años, sin estudios superiores, con trabajo previo a su último ingreso en prisión. Por su parte, las mujeres reclusas consumidoras presentan unas características similares, salvo que estaban en paro antes de ser recluidas.

Al explicar las causas de la concentración de sobredosis en las cárceles de determinadas regiones, al argumento de la disponibilidad de droga en el exterior se le suman otros. Jorge del Cura, miembro del Centro de Documentación contra la Tortura, dice que también influye de manera determinante "la deficiente atención sanitaria en prisiones, la existencia o no de actividades culturales o el alto número de personas presas en determinados centros".

Por eso, reducir este problema pasa por tomar medidas que no sólo busquen acabar con la entrada de droga en la cárcel a través del aumento de los sistemas de vigilancia y control de las visitas o las salidas al exterior de los presos, tal y como demandan desde el CSIF. Sino abordando el problema de forma integral, atendiendo necesidades psicosociales y mejorando las condiciones de vida en los lugares de reclusión. Incluso, como plantea la Red de Atención a las Adicciones (UNAD), buscando "alternativas a la prisión para el cumplimiento de penas".

Cádiz y Sevilla, primeras paradas de la ruta del Mediterráneo

La prensa local de la provincia de Cádiz y de Sevilla da cuenta del goteo incesante de muertes por sobredosis en las cárceles de la capital andaluza. El último, el pasado 28 de noviembre, en la cárcel Sevilla I, situada a las afueras de la capital andaluza y en donde cumplen condena una media de 950 personas al año.

Entre 2017 y 2021 perdieron la vida 14 de ellas por sobredosis, la segunda cifra más alta entre todos los penales de España. A esta se suman los 16 presos fallecidos en Sevilla II (Morón de la Frontera). Todavía pesa la sombra de una Sevilla salvajemente golpeada por la heroína en las décadas de los ochenta y noventa.

El 4 de noviembre llegó una noticia similar desde la cárcel gaditana de Algeciras: un preso de unos 53 años apareció también sin vida en su cama con signos de haber sufrido una sobredosis, según informó la prensa local. Este centro suma 10 muertes por esta causa en los últimos cinco años, según el análisis de Público. Ello equivale a ocho reclusos por cada 1.000.

En la provincia gaditana también sobresale la cárcel Puerto III, situada en la localidad del Puerto de Santa María (Cádiz), donde otros 10 presos tuvieron la misma suerte. En total, la provincia andaluza sumó 24 casos de muerte por sobredosis, la cifra más alta de todo el país.

Este fenómeno es indisociable del contexto en el que se produce. Cádiz es una de las regiones más pobres de España, con una tasa de paro que ronda el 21%, según el INE. Situada a las puertas de Marruecos, es una de las principales vías de entrada de estupefacientes, en especial hachís. De hecho, la mayoría de las peticiones de prisión efectuadas en 2022 en la provincia por parte del Ministerio Fiscal –un 38,98% – están relacionadas con drogas, especialmente por delitos tipificados como "sin grave daño para la salud", que suele corresponder al menudeo y la venta a pie de calle.

De hecho, algunas de sus prisiones están desbordadas. Ocurre en Puerto III, habilitada para 1.000 presos pero que acoge 1.300, explica a este periódico Alonso Torres.

Ante las precarias condiciones de vida y la superpoblación reclusa, el consumo de estupefacientes supone una fuga y desahogo para las personas encerradas. Los reclusos usan las drogas "no sólo para divertirse, sino para sobrellevar las condiciones de vida en prisión: falta de libertad, falta de contactos familiares y amigos, falta de actividad, soportar enfermedades y/o dolores que no reciben una atención médica adecuada", advierte Jorge del Cura.

*Se ha cambiado el titular para eliminar el concepto "las cárceles se llenan de muertos"

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