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"Querer matarse no es lo mismo que querer matar a otras personas"

Psicólogos y psiquiatras insisten en que un cuadro de depresión puede implicar conductas suicidas pero no explica el comportamiento del copiloto del avión de Germanwings. Afirman que es probable que Lubitz sufriera además una enfermedad mental grave.

El copiloto Andreas G. Lubitz. /PARIS MATCH

MADRID.- Andreas Lubitz, el copiloto que presuntamente estrelló el avión de Germanwings, recibió tratamiento psiquiátrico durante 18 meses por un "grave episodio depresivo" que sufrió hace seis años. Ocultó que tenía un parte de baja para el día del accidente y la Policía encontró en su casa otros documentos que acreditan que seguía medicándose, además de una pista sobre sus "problemas psiquiátricos" que podría ayudar a explicar su comportamiento.

Con estos datos, todavía escasos y en los primeros momentos rescatados de periódicos sensacionalistas como Bild, la mayoría de prensa española ha destacado en sus primeras páginas la palabra "depresión" —más agradecida en un titular por su corta extensión que "problemas psiquiátricos"— dando a entender, en algunos casos, que esa pudo ser la causa que condujo a Lubitz a provocar la tragedia en los Alpes.

Ante esa relación causa-efecto, psicólogos y psiquiatras se esfuerzan en repetir lo obvio: que una depresión no explica la determinación de una persona de asesinar a 150 personas. Ante todo, hay que tener en cuenta que la depresión es una enfermedad extremadamente frecuente. Según Jerónimo Sáiz, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría, la padecen una de cada diez personas a lo largo de su vida. "Y las conductas violentas contra otras personas son extremadamente excepcionales", remarca.

Sáiz sostiene que "lo que ha hecho Lubitz no se explica por un cuadro de depresión". Aunque las personas que sufren esta enfermedad pueden desarrollar conductas suicidas en "casos extremos", éstas no suelen implicar a personas desconocidas. "El suicidio suele ser únicamente del propio sujeto y, como mucho, puede darse el llamado suicidio compartido, en el que el enfermo asesina a alguien que quiere mucho antes de matarse".

Es por eso que Sáiz considera probable que el piloto tuviera "una patología distinta a la depresión", algo más grave. Por eso y porque la depresión es una enfermedad relacionada con el estado de ánimo que, en lo emocional, implica tristeza, pérdida de motivaciones, percepción negativa de uno mismo, baja autoestima y culpa; además de fatiga, pérdida de apetito, insomnio, falta de atención y dificultad cognitiva, en lo físico.  "No encaja que con este cuadro, el sujeto pudiera llevar a cabo un comportamiento tan complejo", concluye Sáiz.

Paula Martínez, psicóloga cognitiva-conductual y formada en Gestalt, coincide con Sáiz y añade que cuando una persona está deprimida tiende a la hipoacción, es decir, a reducir su actividad de todo tipo (come menos, se mueve menos, se relaciona menos), de manera que una "actitud tan extremadamente pro-activa" como la que llevó a cabo el pasado martes, no cuadra con las características de una depresión. De hecho, Martínez señala que las personas depresivas tienden a la "ideación suicida" más que a la "conducta suicida", es decir, piensan en matarse pero no acaban haciéndolo.

El riesgo de suicidio, además, es mayor durante los primeros diez días del tratamiento porque la medicación corrige precisamente esta hipoacción. "Cuando el sujeto empieza el tratamiento farmacológico, recupera el ánimo, las ganas, la iniciativa, por eso, en general, el suicidio no se produce cuando se está inmerso en el tratamiento", explica Martínez.

Además, Martínez recuerda algo evidente: "No es lo mismo matarse que querer matar a los demás". "Y lo segundo no tiene sentido como respuesta a un cuadro depresivo tratado con fármacos", añade, "sino que es probable sufriera algún trastorno esquizofrénico".

Sáiz señala la diferencia entre las enfermedades mentales graves, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, y las enfermedades mentales comunes, como la ansiedad y la depresión. Obviamente, las primeras alteran más que las segundas el comportamiento mental y la funcionalidad de quienes las padece.

Pruebas psicológicas periódicas

La legislación comunitaria sobre seguridad aérea obliga a que la salud mental de todos los pilotos sea revisada como mínimo una vez al año. Lubitz superó ese control de seguridad en enero.

Para convertirse en piloto profesional, los aspirantes tienen que superar un examen médico inicial, chequeos continuos cada 12 meses y, si fuera necesario, comprobaciones suplementarias sobre su condición psicológica y psiquiátrica. Lubitz tuvo una interrupción por baja médica hace seis años —cuando se estaba formando como piloto— aunque no explicó por qué acogiéndose a la confidencialidad médica, pero pasó todas las pruebas para ser considerado apto para el vuelo. 

La Organización de Aviación Civil Internacional, el organismo de la ONU para establecer estándares globales de aviación, recomienda que alguien con depresión no debería pilotar un avión. Pero también recoge en su manual de Medicina de Aviación Civil que las pruebas psicológicas a la tripulación son "pocas veces de valor" y "no fiables" para predecir enfermedades mentales, informa Reuters.

Martínez explica que estas pruebas "no sirven de filtro para psicopatías" porque sólo analizan cómo está el sujeto en ese momento concreto. "Estos tests deberían hacerse con mayor periodicidad para comprobar si hay un hecho objetivo asociable a la depresión (la muerte de un ser querido o una separación) y analizar la funcionalidad de la persona, es decir, si abandona actividades de su vida cotidiana", explica. Eso serviría, entre otras cosas, para saber qué tipo de depresión sufre el paciente.

Estel Salomó, psicóloga clínica, también descarta que la reacción de Lubitz sea fruto únicamente de la depresión e invita a poner el foco, no tanto en el piloto, sino en nosotros mismos. "Estamos buscando una causa. Necesitamos entender qué ha pasado y asociar esa causa a una enfermedad, aunque aún no tenemos datos suficientes, nos tranquiliza", explica. 

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