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Las empresas catalanas incrementan las emisiones de CO2 a pesar del contexto de emergencia climática

Un informe del CTESC lo atribuye a la excesiva dependencia de los combustibles fósiles, mientras que Ecologistas en Acción insiste en la necesidad de apostar por las renovables, que sólo suponen el 17% de la producción energética

El complex industrial de Tarragona de Repsol.
El complex industrial de Tarragona de Repsol. Cedida Repsol / ACN

Tras más de dos años de pandemia, que han agravado la percepción de la importancia de descarbonizar la economía, los datos no parecen acompañar este propósito. En Catalunya, las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) alcanzaron las 43,9 millones de toneladas de CO2 en 2021, un 0,7% más que en 2019, año anterior a la Covid y último del que se disponen datos. Así lo constatan las cifras extraídas de la 'Memoria Socioeconómica y Laboral de Catalunya' del Consell de Treball Econòmic i Social de Catalunya' (Ctesc)

El informe evidencia que las empresas catalanas no han reducido sus emisiones de CO2 y las perspectivas son aún peores, en un contexto global caracterizado por la crisis energética por la invasión rusa en Ucrania y la apuesta por los combustibles fósiles como el carbón y la energía nuclear en países como Alemania o Francia.

Aunque el Ctesc concluye que Catalunya ha logrado reducir las emisiones de GEI un 25% entre 2005 y 2020 gracias a los sectores regulados, matiza que el reto por cumplir con el propósito del año 2030 es grande. La entidad atribuye el elevado grado de las emisiones de la economía catalana a la intensidad energética y a la dependencia de los combustibles fósiles. Un dato que lo ejemplifica se encuentra en las emisiones verificadas, las reales, que superan en un 64,8% las asignadas inicialmente, lo que representa un coste anual de 270 millones de euros por la compra de derechos de CO2.

Una de las conclusiones del informe es que la sociedad y la economía catalana fueron más dependientes de las importaciones y menos eficientes en el consumo de recursos y el uso de materiales. Aunque el impacto medioambiental de los complejos industriales ha mejorado en lo que se refiere a las emisiones contaminantes en la atmósfera y el suelo, no lo han hecho los residuos y la valorización. A pesar del impacto de la covid-19, los residuos no se han reducido el 15%, pero sí que ha disminuido un 30% la huella de carbono que supone gestionarlos durante el período comprendido entre el año 2012 y el 2020.

Por otro lado, la capacidad para generar electricidad ha aumentado muy poco en 2021, sólo lo ha hecho la solar fotovoltaica y el biogás. Fruto de este análisis, el Ctesc afirma que "la reducción de la generación de electricidad renovable de origen hidráulico y, por tanto, de las renovables en general, muestra el esfuerzo y la inversión que todavía debe hacerse por satisfacer el 50% de la demanda eléctrica con renovables en 2030".

¿Hacia el consumo sostenible?

Desde el punto de vista de las perspectivas económicas, el Ctesc no prevé que el PIB recupere los valores previos a la crisis de la covid antes de finales del año 2023. Como factores estratégicos, la memoria de la entidad dibuja un escenario con una producción más sostenible pero sin el acompañamiento del consumo. Ante la realidad del cambio climático, que "requiere una adaptación urgente", el Ctesc insta a medidas inmediatas, como electrificar y planificar la instalación de renovables, impulsar el autoconsumo colectivo y mejorar la eficiencia energética para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Como tareas para la administración, recomienda avanzar en una reforma fiscal verde que reduzca la extracción y la importación de materiales y aumente su recuperación.

Por cada euro generado en la economía catalana, se emiten 0,18 toneladas de CO2. La cifra es inferior a las 0,25 de hace una década, pero lleva un par de años estancada. La misma Llei Catalana del Canvi Climàtic, aprobada en 2017, establece que deberían reducirse las emisiones de GEI un 40% en 2030 respecto a 1990. La realidad es que los niveles de emisiones actuales se sitúan un 13% por encima de los de hace tres décadas.

"En Catalunya todavía estamos muy lejos de los objetivos generales, ya que países como Alemania están apostando por el carbón para evitar la dependencia del gas ruso, mientras que Francia ha pasado de ser un exportador neto de electricidad a querer construir tres nuevos reactores nucleares". La visión de Eloi Nolla, responsable de energía de Ecologistas en Acción, muestra el ingente reto que se vuelve a presentar tras el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania y que salpica a la Unión Europea en el ámbito energético.

La perversión de la taxonomía verde

Nolla califica de "perversión" la taxonomía verde impulsada por Bruselas, que ha incluido el gas y la nuclear como energías verdes en el camino hacia la descarbonización de la economía. "Si las emisiones de CO2 no han crecido, ha sido por la pandemia y la recesión, no por una voluntad política". El responsable de Ecologistas en Acción cree que el único factor positivo del conflicto bélico es que las instituciones comunitarias han tomado conciencia de la necesidad de articular una transición energética sostenida con las renovables. "Ahora están en busca de la autonomía energética", añade. En el caso de Catalunya, la dependencia de las fuentes externas es de un 75%, colocando en la ecuación el uranio para producir energía nuclear, materia prima que se obtiene de la importación.

"No nos queda otra alternativa que apostar por las renovables, aunque haya que asumir ciertos impactos sobre el paisaje. Se trata de minimizar esos riesgos para diluir la dependencia respecto a los combustibles fósiles y nucleares". Eloi Nolla propone soluciones a medio plazo antes del despliegue inevitable de las renovables. Entre éstas, se encuentran cambiar las formas de vida, incrementar la eficiencia de los recursos y la producción de renovables como la eólica, la solar, la hidráulica, la biomasa o el biodiesel. Nolla precisa que el crecimiento de las emisiones de CO2 son consecuencia del consumo derivado de un modelo energético y económico a revisar.

La pandemia y la guerra parecen haber devuelto a la casilla de salida el reto inmenso de la transición ecológica. Asimismo, existe cierta unanimidad en pensar que a pesar de la disponibilidad de más medios sostenibles a utilizar por empresas, administraciones y ciudadanos, aplicar las mismas recetas acabará dando los mismos resultados. En Catalunya, la energía que proviene de fuentes renovables es sólo un 17% del total. El camino a recorrer es evidente.

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