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Fiesta de las fallas Últimos retoques a las Fallas más atípicas

La inicialmente prevista celebración de las populares fiestas valencianas en septiembre ha cambiado absolutamente un evento que, si está condicionado por algo, es por su calendario absolutamente rígido.

Últimos retoques de las fallas más átipicas
Trabajadora preparando una de las figuras que estarán en las fallas. Helena Olcina

Fuera de todos los circuitos turísticos habituales, existe en València uno de sus barrios más curiosos y originales. A primera vista, Ciutat Fallera podría parecer un barrio obrero como otros tantos que existen en las periferias de las grandes ciudades industriales.

Pero una vez se empieza a pasear por sus calles, los detalles van asaltando al visitante. Como una suerte de parque temático de las fallas, todas las calles llevan nombres relacionados con la fiesta: Foc, Ninot o nombres de reconocidos artistas o indumentaristas falleros.

Últimos retoques para las fallas más atípicas.
Imagen de una fachada decorado para la fiesta de las fallas. Helena Olcina

El parque está decorado con los escudos de todas las comisiones de la ciudad y la iglesia está consagrada, como no, a San José Artesano. Entre los bloques de pisos o en sus bajos- se suceden las naves que albergan los talleres de los artistas y los moldes de antiguos monumentos asoman por encima las tapias de los patios. Buena parte de los vecinos trabajan en el mismo barrio y no parece que el trasiego de camiones moleste a nadie. Aquí, la vida se mueve al ritmo del calendario festivo.

Y es que si hay algo que condiciona las Fallas de València es el calendario. Las fiestas empiezan, oficialmente, el último domingo de febrero, con La Crida, y dan paso a un mes de pólvora, música y caos circulatorio. Esto último básicamente a partir de del 15 de marzo, cuando se plantan 400 fallas por toda la ciudad –una cifra que se duplica en todo el territorio valenciano y se cuadruplica si se cuentan las fallas infantiles. Finalmente, el 19 de marzo, San José, llega la hora de la Cremà. Este calendario es rígido e inamovible y cuando hace unos años la propuesta del gremio de hosteleros de hacer coincidir la Cremà siempre en fin de semana para facilitar la llegada de turistas, el mundo fallero se levantó airado en contra.

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Imagen de una de las calles de Valencia en la previa de las fallas. Helena Olcina

Es rígido, claro está, a no ser que llegue una pandemia mundial. La suspensión de las Fallas del 2020 a pocos días de plantarse los monumentos supuso un auténtico trauma para el mundo fallero, aunque este quedase escondido en la situación absolutamente extraordinaria del confinamiento.

A esta suspensión llegó otra más en 2021 y una solución de urgencia: celebrarlas entre el 1 y el 5 de septiembre. Una celebración de mínimos pero que permite matar el gusanillo de los amantes de la fiesta y también salvar los muebles o quemarlos para todo el sector económico que gira alrededor de las Fallas. No obstante, la fiesta está todavía en el aire; o así se desprende de las recientes declaraciones de la vicepresidenta de la Generalitat valenciana. Mónica Oltra ha avisado que la celebración de las Fallas se decidirá en su momento y "siempre con los últimos datos" epidemiológicos. "Este virus cambia día a día: en 48 horas puede cambiar todo", ha dicho.

Es por esto que Ciutat Fallera presenta este tórrido verano una actividad nada habitual. Aunque por la tarde, con el calor llegando a cuotas insoportables, los talleres más grandes, instalados en naves, se encuentran prácticamente todos cerrados. La industria del ninot no está preparada para las temperaturas extremas. Pero en muchos bajos, donde se está más fresco, los artistas aprovechan para adelantar faena. Es el caso de Paco, dueño de un pequeño taller especializado en fallas infantiles. "Claro, aquí un ninot grande no cabe, pero también pasamos menos calor, cada cosa tiene sus ventajas", explica divertido.

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Imagen de algunas de las figuras que estarán en las fallas. Helena Olcina

Paco comparte el espacio con otros tres trabajadores. Todo está abarrotado y prácticamente cuesta moverse sin chocar con nada. La sensación de fragilidad es enorme. "El problema es que se nos han acumulado dos años y claro, los ninots no hay como guardarlos, las fallas son para quemar", explica Paco con una medio sonrisa entre la ironía y la resignación.

Así que mejor que no vuelvan a cancelarlas....."Pues como lo hagan no sé que haremos con todo esto. Esperemos que aunque no se pueda hacer toda la fiesta, al menos nos dejen quemarlas", añade el artista mientras reprende el repaso de los detalles con un pincel fino.

Las figuras embaladas son las que se quemarán este septiembre. Por suerte no las tiene que guardar todas en el taller. "Las comisiones que tienen espacio ya se las han llevado", pero aun así el volumen impresiona. A un lado, un operario forra en papel el muñeco moldeado en un bloque de porexpan, el proceso anterior al pintado. Es un momento amable, ya que cuando los cortan el pequeño local se llena de miles de pequeñas bolas blancas y el aire se vuelve irrespirable.

Las piezas que están elaborando ahora son para las fallas del 2022. "Es que con el cambio de calendario todo va al revés y ahora mismo tenemos que preparar una plantà y al mismo tiempo preparar los monumentos del año que viene".

Últimos retoques de las fallas más átipicas
Imagen de uno de los trabajadores preparando los elementos que aparecerán en las fallas. Helena Olcina

Paco Pellicer, Mestre Major del gremio de artistas falleros espera también una progresiva a la normalidad que garantice la viabilidad del sector, aunque asegura que "por ahora la mayoría de empresas han aguantado bien el golpe. Mejor las más pequeñas, que las mayores, que tienen que afrontar más gastos fijos", aunque advierte que "lo más difícil será llegar al próximo año, ya que por mis cuentas, el año perdido será el próximo. Veremos como llegamos".

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