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Ximo Puig reivindica la España plurinacional frente al centralismo madrileño

El presidente valenciano se está convirtiendo en la principal figura de oposición a la macrocefalia de Madrid gracias a la construcción de una compleja red de alianzas.

El president de la Generalitat de València, Ximo Puig, comparece al término de la reunión de trabajo de la XXIV Conferencia de Presidentes.
El president de la Generalitat de València, Ximo Puig, comparece al término de la reunión de trabajo de la XXIV Conferencia de Presidentes. Juanjo Martín / EFE

Si la madrileña Isabel Díaz Ayuso, con su actitud contundente y su "Madrid es España y España es Madrid", consiguió convertirse en la jefa de la oposición de facto al Gobierno de Pedro Sánchez, Ximo Puig va por el camino de convertirse en su contrario, en muchos sentidos. El presidente valenciano parece tener una estrategia, tranquila pero tenaz, para reivindicar la España plurinacional y federalizante que clama por no quedar ahogada después de años de proceso de recentralización y musculación de la aspiradora madrileña.

Más allá de la enésima reivindicación de un nuevo sistema de financiación durante la conferencia de presidentes autonómicos del viernes en Salamanca, la posición valenciana parece totalmente propicia para ir más allá. Por un lado, no forma parte de los "sospechosos habituales" -leer vascos y catalanes-, por la otra, comparte lengua y complicidades con baleares y catalanes y forma parte del eje mediterráneo -con andaluces y murcianos-, un espacio que concentra la mitad de la población y el PIB español. Es desde esta realidad que Puig va tejiendo una creciente red de alianzas que empezó con la creación del "Puente Jaume I" con las Balears, a inicios de julio. Una serie de acuerdos que van desde la movilidad sostenible, el modelo turístico o la presentación de proyectos conjuntos para los fondos europeos, pero que también contienen un potente trasfondo político anticentralista que se ha bautizado como la "Commonwealth mediterránea".

A esto hay que sumar la exploración de un frente común sobre financiación con Andalucía y Murcia, dos autonomías gobernadas por el PP, y la descongelación de las relaciones con Catalunya, con el anuncio de una reunión con Pere Aragonès en septiembre u octubre. "Llama la atención la ductilidad de Puig en la hora de hacer alianzas –destaca el profesor de comunicación política, Guillermo López-, a largo plazo podría alinear esta parte de España que no se rinde a los influjos de Madrid y que es dónde, al fin y al cabo, vive la mayoría de la población". Además, la posición de Puig ha quedado reforzada con los últimos cambios en el Gobierno de Madrid, con la marcha de su gran oponente dentro del PSPV, José Luis Ábalos, y la entrada de una ministra de su familia política, Diana Morant.

Golpe sobre la mesa a Madrid

Es en este contexto donde se produce la intervención de Puig en Madrid, durante un almuerzo organizado por Europa Press. Allí pidió medidas específicas para compensar los desequilibrios provocados por la creciente macrocefalia de la capital española. El titular escogido por la mayoría de medios fue la propuesta de "grabar con un impuesto específico a las grandes fortunas madrileñas", pero la reflexión del presidente valenciano iba más allá de este hecho concreto y ponía sobre la mesa un problema que cada vez es más percibido, no solo por los valencianos, sino por la mayoría de territorios periféricos. "Hizo una gran aportación que concibe España como un proyecto colectivo de las Españas", destacaría el portavoz socialista Manolo Mata el día siguiente de la intervención de Puig.

"El discurso de Puig puede parecer una maragallada, en el sentido de las ideas locas que se le atribuían a Pasqual Maragall -apunta López-; pero no olvidemos que Maragall molestaba porque a menudo acertaba, y el debate sobre la compensación por los beneficios de la capitalidad está presente en otros países con una estructura similar, como Francia o Gran Bretaña". La sensación que la potencia de Madrid no sirve de motor del resto de territorios, sino de aspiradora de recursos ha hecho crecer un sentimiento anticentralista más o menos difuso que la gestión de la pandemia ha hecho aflorar

Con todo, López advierte que "es difícil que la queja de Puig tenga un efecto práctico a corto plazo, pero por ahora le ha permitido sacar la cabeza y hacerse respetar. Demostrar que, sin ser Catalunya, tampoco es un barón socialista más, como Lambán o Page. Ha marcado un perfil propio".

El escritor y columnista Manel Rodríguez Castelló ofrece más reticencias, puesto que "es ambiguo, como siempre lo ha sido el PSOE, que siempre da un paso adelante y dos atrás", pero también reconoce que "Puig ha demostrado tener cintura política y olfato, aunque sea por la necesidad que provoca tener que gobernar con la caja vacía y es la primera vez que un presidente valenciano ejerce como tal, así que merece un voto de confianza".

Aun así, las propuestas de Puig no solo chocan con los partidos de derechas, sino con una corriente centralista que es transversal en las estructuras del Estado y que el consejero de Hacienda, Vicent Soler definió como "los altos funcionarios del Estado que llevan gobernando 500 años".

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