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Por qué la guerra en Ucrania podría acabar con las poblaciones de aves agrarias de España

Las especies que habitan y dependen de ecosistemas agrícolas han caído un 27% en los últimos 30 años debido a la siega adelantada por la crisis climática y por la rentabilidad de la fabricación de forrajes. 

Siega de cereal temprano en campos de Segovia.
Siega de cereal temprano en campos de Segovia. SEO BirdLife

Las aves agrarias, aquellas que habitan y dependen de ecosistemas campesinos, están en pleno declive. En las últimas tres décadas las poblaciones de este tipo de especies han disminuido un 27%, según los datos del programa de seguimientos Sacre. Una pérdida de ejemplares que se debe a la transformación del medio rural y a la siega de cereal y de pastos herbáceos todavía en verde para fabricación de forraje. El adelanto de la cosecha por la coyuntura de crisis climática y la creciente demanda de heno para el ganado están dejando sin hábitats a algunos de los pájaros más importantes de la península ibérica, tal y como denuncia la Sociedad Española de Ornitología (SEO BirdLife)

"El cambio climático está adelantando la siega. Con primaveras poco lluviosas y la llegada anticipada del verano, los agricultores adelantan la cosecha y se realiza todavía en verde para evitar pérdidas y poder sacar partido para fabricar forraje para el ganado estabulado", expone Tamara Rodríguez, portavoz de SEO. El problema, dice la ornitóloga, tiene que ver con la realidad biológica de estos ecosistemas, donde anidan algunas especies como la avutarda euroasiática, el sisón común, los aguiluchos cenizo y pálido, la perdiz roja o la codorniz común. Al adelantarse el proceso, no se da margen a que los ejemplares migren ni a que las crías puedan volar, de modo que muchos mueren machacados por las maquinas.

La crisis climática, sin embargo, no es el único elemento que está contribuyendo a este declive de las poblaciones de aves. Rodríguez pone el foco en la industrialización del campo y en el crecimiento de la ganadería industrial y estabulada frente a la ganadería tradicional de extensivo, que en el pasado servía para regular parte de los pastos herbáceos. La coyuntura del mercado de forrajes tampoco ayuda a alargar el periodo de siega hasta el verano. 

"El pasto que sobraba se aprovechaba antiguamente 'a diente', el ganado se lo comía poco a poco. Ahora se aprovecha para fabricar forraje para los animales de granja, porque el ganado estabulado es el que predomina en España. Pero a todo ello, en este momento, se debe agregar el problema de suministro que hay debido a la guerra de Ucrania. Los precios se han disparado, lo que hace que la recolecta de forrajes sea mucho más rentable y se esté potenciado la siega temprana en verde", expone. 

La Sociedad Española de Ornitología teme que la rentabilidad de producir forrajes por la escasez derivada de la guerra ponga aún más en riesgo a este tipo de aves. Entendiendo los problemas por los que pasa sector agropecuario español, los conservacionistas reclaman medidas efectivas, como el incentivo de barbechos donde las aves puedan anidar sin peligro.

Este tipo de superficies, sin embargo, están desapareciendo paulatinamente desde que en 2008 la Política Agraria Común (PAC) dejó de obligar su desarrollo en el 10% del terreno cultivable, quedando rebajado al 5%. Un porcentaje mínimo que, además, ha sido suspendido de manera cautelar en España durante 2022 por el Gobierno. Entre las medidas aprobadas por el Ejecutivo de coalición en el Plan Nacional de respuesta a la guerra en Ucrania destaca el permiso para "sembrar un cultivo en la superficie de barbecho de tal manera que se incremente la capacidad productiva de las explotaciones sin perder el derecho a cobrar la ayuda de ecologización". Por ende, estos ecosistemas imprescindibles para las aves no estarán garantizados durante lo que resta de año.

La pérdida de casi el 30% de las poblaciones es una ponderación genérica sobre el conjunto de especies que habitan y dependen de los ecosistemas agrarios (anidan en los pastos y se alimentan de los insectos que hay en su interior), pero hay algunos casos concretos que registran pérdidas aún más alarmantes. El sisón común, según el programa Sacre, acusa un descenso del 68,5% en los últimos 20 años; y la ganga ortega experimenta una caída del 34%. Además, la ganga ibérica ha perdido el 63% de sus ejemplares del Valle del Ebro en las últimas dos décadas. La alondra común, por su parte, tiene una evolución a la baja, con una caída del 35% en todo el país y hasta del 80% en el sur de la península ibérica. Finalmente, la perdiz roja sufre un descenso del 40% desde 1998, aunque la caza también ha contribuido a este deterioro.

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