"El problema es pensar que el sexo es hacer cosas en lugar de sentir cosas. Cuando hay comunicación, cuando se puede hablar, hay margen para curiosear, explorar o jugar, y se disfruta mucho más de la sexualidad". Así lo explica a Público el sexólogo Alejandro Villena, uno de los investigadores del estudio Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en la adolescencia: retos y oportunidades, publicado recientemente en la revista Cuadernos del Audiovisual. Sus palabras reflejan una de las principales preocupaciones que expone el informe: el consumo de pornografía por parte de los adolescentes no solo moldea su manera de entender lo sexual, sino que desvirtúa su noción de intimidad y consenso. "Es mucho más probable divertirnos si sentimos que la otra persona se va a hacer cargo de nuestras necesidades afectivas. La responsabilidad afectiva, sea en un encuentro sexual de una noche o en una pareja estable, es esencial y siempre debería estar presente", insiste.

Desde hace ya varias décadas, la pornografía ha dejado de ser un fenómeno marginal para convertirse en una realidad omnipresente en la educación de los y las adolescentes. A falta de planes formativos y de acompañamiento efectivos, los muchachos buscan respuestas a sus inquietudes sexuales allí donde saben que las podrán encontrar. En este contexto, Villena advierte sobre los efectos que el consumo habitual de porno genera en su desarrollo neurocognitivo, emocional y social: "La pornografía de hoy está diseñada para la adicción, con algoritmos que ofrecen un menú infinito de cuerpos y prácticas que alteran los circuitos de recompensa del cerebro", recuerda. Esta exposición repetida, según Villena, puede llevar a una desensibilización progresiva: "El cerebro se adapta a este bombardeo constante de estímulos y acaba necesitando más y más para sentir lo mismo. Es como un coche que va perdiendo frenos con el tiempo", ejemplifica el experto.

Alejandro Villena: "La responsabilidad afectiva, sea en un encuentro sexual de una noche o en una pareja estable, siempre debería estar presente"

El estudio analiza, en particular, el impacto del consumo de porno en la neurobiología de los jóvenes, destacando cómo afecta a los sistemas de recompensa, las neuronas espejo y la corteza prefrontal. Todas ellas juegan un papel clave en la autorregulación y la empatía. Villena añade que se ha observado "un deterioro en las funciones ejecutivas, problemas de atención, menor control de los impulsos y una mayor propensión a la ansiedad y la depresión".

La investigación confirma cómo algunos adolescentes incluso presentan síntomas de abstinencia cuando intentan reducir su consumo, llegando a experimentar insomnio. "Hemos tenido casos en consulta donde los adolescentes confiesan sentirse más frustrados, menos motivados y con una creciente sensación de aislamiento", expone Villena. Patrones que se repiten, sobre todo, en situaciones donde la visualización de pornografía o la masturbación se instrumentalizan para aminorar malestares como el estrés, la tristeza o la soledad.

Alejandro Villena: "Nos encontramos con chicos que consideran que la sexualidad está siempre disponible para ellos"

Desde una perspectiva psicológica, el porno "construye expectativas irreales sobre la sexualidad", distorsionando la percepción del deseo y de uno mismo, continúa el sexólogo. "Nos encontramos con chicos que consideran que la sexualidad está siempre disponible para ellos, sin necesidad de consenso ni reciprocidad afectiva", advierte el investigador. Esta percepción adulterada no solo termina repercutiendo a sus posibles relaciones, sino que refuerza la idea de que el sexo es una transacción y no un espacio donde tienen lugar diferentes conexiones e intercambios emocionales.

El estudio también revela un patrón preocupante de aislamiento social entre los consumidores frecuentes. El uso excesivo de estos contenidos "desplaza" las interacciones sociales reales: "Nos encontramos con jóvenes que, en lugar de explorar sus emociones y conectar con otras personas, prefieren la comodidad de una sexualidad sin interacción humana", reflexiona Villena. Lo que no significa que se trate de una acción sin compromisos, sin consecuencias, recuerda.

Alejandro Villena: "Falta entrenar las habilidades afectivas de la sexualidad"

Frente a esta realidad, el estudio subraya la urgencia de implementar estrategias de prevención desde la educación y la familia a edades tempranas. Entre las soluciones propuestas se encuentran la inclusión de programas de educación afectivo-sexual en las escuelas o el fortalecimiento del pensamiento crítico ante los contenidos online y el uso de dispositivos electrónicos. Más que su censura o prohibición, Villena desliza la necesidad de una aproximación mediada, guiada. Asimismo, aboga por fomentar un diálogo lo más abierto posible en los hogares: "Falta entrenar las habilidades afectivas de la sexualidad", reflexiona. De ahí su insistencia en "educar sobre la sexualidad no es solo hablar de métodos anticonceptivos, sino enseñar a los jóvenes a gestionar sus emociones, a entender la importancia del consentimiento y a construir relaciones basadas en el respeto y la reciprocidad".

¿Es posible un consumo sin consecuencias?

Entonces, ¿se puede consumir pornografía sin efectos negativos? La respuesta de Villena es clara: "No hay un consumo de pornografía sin consecuencias, como no hay un cigarro sin impacto en la salud". Aunque algunos estudios sugieren que ciertos patrones de consumo pueden no estar directamente asociados con comportamientos problemáticos, no existe evidencia científica que respalde su inocuidad. Conviene tener presente que "la pornografía no está diseñada para educar ni para fomentar una sexualidad sana, sino para generar adicción y maximizar beneficios económicos a costa de nuestro placer", concluye el experto.