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Kiala Manta: "La justicia en España no es igual para todos"

Recibió una paliza brutal por parte de los vigilantes de seguridad por intentar robar productos de perfumería que no superaban los 150 euros. Ahora le esperan seis meses de cárcel y una multa de 4.500 euros. 

Kiala Manta en la fiesta 'Apoyo a Kiala' ./ Miguel Ángel Delgado y Nicolás Combarro

JENNIFER TEJADA DEWAR

“Me llevaron a un cuarto aparte y empezaron a insultarme: ¡Negro de mierda! ¿Por qué siempre venís aquí a robar?... Tendrías que volver a tu país para robar ahí…”. Así fue el trato que recibió Kiala Manta, al ser detenido por los vigilantes de uno de los establecimientos de El Corte Inglés en Madrid, en 2009, tras intentar robar productos de perfumería, con un valor de aproximadamente 150 euros

Dos años de prisión y una indemnización de 4.500 euros para el vigilante de seguridad que le golpeó era lo que la acusación pedía para Kiala Manta en 2014. Asegura que el juicio no le sirvió para nada, ya que el único testimonio que se tuvo en cuenta fue el del guardia que se lesionó la mano. Su abogado recurrió la sentencia dos veces y la Audiencia Provincial de Madrid rebajó la pena a seis meses de cárcel, pero no redujo la indemnización. "La justicia no es igual para todos", resume Manta.

Abusos de autoridad

Al principio Manta no contestaba a los insultos, pero llegó un momento en el que no pudo aguantarse más y respondió. Esto no gustó a los siete vigilantes que le rodeaban y en respuesta “el jefe me pegó un puñetazo en la cara, intenté defenderme, pero vinieron sus compañeros, me esposaron y al final no pude defenderme más”. Cuenta así cómo empezó la brutal paliza que le dieron entre todos, hasta casi dejarlo inconsciente. Uno de ellos, al pegarle tan fuerte, se rompió un hueso de la mano. “¡Me has roto la mano!” gritó, según la víctima, a lo que respondió: “No, te lo has roto tú solo”.

“Sentía mucho dolor, no podía ni respirar… tenía rota la costilla”

Manta recuerda que solo intentaba recuperar la respiración, estuvo arrinconado –dice-, recibiendo insultos y golpes en la cabeza y en el torso. “Me rompieron una costilla” explica.

Finalmente, fueron a la cercana comisaría de Nuevos Ministerios y, después, al forense médico. Sorprendentemente, el médico “dijo que no tenía nada roto, que era un rasguño” relata, “pero yo sentía mucho dolor, no podía ni respirar… tenía rota la costilla” insiste. Ese mismo día puso una denuncia en la comisaría, y le dejaron en su casa. Dice que no sabe qué habrá pasado con esa denuncia porque nunca se mencionó en el juicio.

Un juicio "injusto"

“No quiso escucharme. Mi abogado intentó defenderme pero la jueza decía que esa pregunta no servía"

Aunque físicamente fuese imposible que la víctima lisiase al guardia de seguridad estando esposado, Manta asegura que la jueza no quiso escucharle: "Mi abogado intentó defenderme pero ella decía que esa pregunta no servía”.

Se le preguntó ese día cómo se declaraba, a lo que respondió: “No tengo trabajo, no tengo papeles, ¡me declaro insolvente, no puedo pagar la multa porque no tengo dinero! No tengo recursos”. 

El 9 de julio de 2015, el acusado recibió una carta citándole el día 15 del mismo mes en los juzgados de Plaza Castilla para dar la fecha en la que entraría en prisión y elegir en qué cárcel cumplir su condena. Fue con su abogado, Eduardo Gómez Cuadrado, y ahí recibieron la noticia de que todavía no hay fecha de ingreso. Tienen la intención de pedir un indulto pero de momento están a la espera de la decisión del fiscal de valorar el caso y la situación.

Entrada de La Quimera, en Lavapiés donde se celebró la fiesta 'Apoyo a Kiala' / JTD
Entrada de La Quimera, en Lavapiés donde se celebró la fiesta 'Apoyo a Kiala' / JTD
Los compañeros y amigos de Kiala, en la azotea de La Quimera, en Lavapiés./ JTD
Los compañeros y amigos de Kiala, en la azotea de La Quimera, en Lavapiés./ JTD

Refugiado político

Kiala Manta llegó a España desde la República democrática del Congo, en 1984, con la ilusión y esperanza de poder estudiar algún día literatura. Es un sueño que todavía tiene pendiente cumplir, “no he tenido la oportunidad, no podía pagarme los estudios” explica.

Ahora es miembro de Migrapiés, grupo de trabajo sobre migración de la Asamblea de Lavapiés y miembro activista de la Cooperativa Mbolo Moy Dole, un proyecto de autoempleo.

“Estaba consumiendo drogas, durmiendo en la calle, tenía hambre…”

En el año del hurto, se encontraba en una situación de gran exclusión social. “Estaba consumiendo drogas, durmiendo en la calle, tenía hambre…”. Fue esa situación de necesidad y desesperación lo que le llevó a tomar la decisión de entrar ese día a la tienda y coger esos productos.

No podía trabajar en ese momento por falta de papeles, solo tenía una tarjeta provisional de refugiado político que no le permitía conseguir trabajo legalmente. “Estuve también en la Cruz Roja, pero lo que me daban no era suficiente para vivir” aclara. “Finalmente conseguí los papeles y trabajé” y añade, orgulloso, “llevo cinco años sin drogarme, he tenido ayuda y lo he conseguido”.

Tras salir del juzgado declaró: “Hoy estoy muy contento, hemos tenido un buen comienzo en el proceso”. Manta explica que la jueza ha tenido en cuenta todo el apoyo que ha recibido.

El apoyo incondicional 

Sus compañeros y amigos de Mbolo Moy Dole decidieron crear una campaña de apoyo para pedir apoyo a todo el colectivo y luchar por su libertad. “Aquí en el barrio han respondido todos muy bien” asevera. Hacen asambleas, recogen firmas y también tienen una mesa en Lavapiés donde informan de su caso.

Ayer se celebró una fiesta en su honor, ‘Apoyo a Kiala’, en el El CS(r)OA. La Quimera en Lavapiés donde se ofrecía un plato de comida casera a todos los asistentes por una aportación voluntaria y donde también pudieron disfrutar de la actuación de la obra de teatro ‘JÁUJAJAJÁ’, una propuesta para el debate de Kiala Manta, Sabela Fondevila y Ángel de la Aleja.

Kiala y sus compañeros tras la actuación de '¡Jáujajajá!' ./ Miguel Ángel Delgado

Kiala y sus compañeros tras la actuación de '¡Jáujajajá!' ./Foto: Miguel Ángel Delgado y Nicolás Combarro.

La lucha continúa

Después de casi seis años, no ha perdido la esperanza de poder seguir en libertad. Asegura que la lucha no ha terminado todavía, pero que han conseguido “un poco de standby”, más tiempo. Además, está muy agradecido por todo el apoyo que ha recibido por parte de la red de cooperativas, sus vecinos y amigos: “Los agradezco mucho de corazón, pero seguimos luchando hasta que quede totalmente suspendida (la condena)”. 

Desde la cooperativa siguen pidiendo ayuda para su compañero, ya que, “su entrada en prisión rompería el profundo arraigo social que ha desarrollado en los últimos años”.

Ahora tienen que esperar a que el fiscal se pronuncie, y mientras tanto, seguir recogiendo más firmas y seguir luchando.

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