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¿Por qué miles de familias se han lanzado a comprar leña y estufas para abaratar su factura energética?

La demanda de estos tradicionales aparatos calefactores aumenta un 50% en dos años al aparecer como un medio para calentar las viviendas con costes asequibles para los hogares ante la escalada de los precios de la electricidad y el gas.

29/01/2017-Imagen de archivo de una estufa de leña
Miles de familias españolas deciden volver a utilizar las estufas de leña para calentar sus casas. PxHere

Varias decenas de miles de familias están optando por volver a instalar estufas de leña en sus viviendas, cuando las características de estas lo permiten, como una fórmula asequible para calentarlas el próximo invierno y abaratar las elevadas facturas energéticas que comenzaron a soportar el año pasado ante unas previsiones que apuntan a nuevos aumentos después de que el precio minorista de la electricidad se haya duplicado y el del gas se haya quintuplicado en poco más de un año.

"La gente está buscando fuentes de energía alternativas para no volver a sufrir esas facturas", explica Carlos Oliván, presidente de Aefecc, la Asociación Española de Fabricantes de Estufas, Chimeneas y Cocinas, que anota que el empleo de estufas de leña, pellets u otros tipos de biomasa como cáscaras de frutos secos "supone una garantía de que se va a poder seguir calentando la casa si se producen cortes del suministro" de otras tecnologías, un riesgo que parece sobrevolar la disponibilidad de algunas como el gas e, incluso, la electricidad.

"Está más que justificado. La biomasa es una alternativa ante el encarecimiento de otros combustibles porque es más asequible", señala Enrique García, portavoz de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), que advierte que, no obstante, su uso tiene condicionantes como disponer de espacio para almacenarlo, por lo que se concentra en casas unifamiliares en ámbitos tanto rurales como urbanos.

¿Cuántas estufas hay en España y cuántas se ponen?

Las respuestas a ambas cuestiones son inciertas, aunque Oliván apunta que "puede haber instalado un parque de entre tres y cuatro millones de estufas de leña, muchas más que de pellets", un granulado de madera, biomasa y otros subproductos orgánicos cuyo uso se ha ido extendiendo en la última década por su elevada potencia calórica.

Y la demanda, que entre renovaciones de equipos y nuevas instalaciones, solía rondar las 100.000 al año, acumula este año un aumento del 30% que se suma al 20% del anterior, lo que apuntaría a ventas de hasta 150.000 aparatos para este ejercicio.

Los periodos de espera de varias semanas para disponer de una de ellas apuntan en esa dirección. "La subida de los carburantes y la amenaza de nuevos aumentos de precios ha acelerado mucho la demanda, y gente que había dejado de utilizarlas vuelve a emplearlas porque suponen un mecanismo de reducción de gasto, ya sea por sí solas o utilizándolas en combinación con calefacciones" de gasóleo o de gas, anota Oliván.

¿Hay algún requisito para instalarlas?

No, ya que se trata de un aparato de consumo doméstico sin mayores requerimientos que disponer de espacio para colocarlo y para almacenar el combustible, lo que concentra su uso en áreas rurales, con una frecuencia elevada en la zona sur del país y la levantina, donde es menos frecuente que en la Meseta y el norte disponer de sistemas domésticos de calefacción.

Su utilización es infrecuente en pisos por los menores requerimientos calóricos que estos conllevan por sus menores tamaño y exposición a las bajas temperaturas al no estar aislados.

¿Cuánta leña hace falta para pasar un invierno?

Depende de muchos factores como las horas de uso, la intensidad y la duración del frío en la zona o el tamaño de los espacios a calentar, aunque los cálculos para una vivienda unifamiliar apuntan a la necesidad de en torno a 3.000 kilos de leña, un volumen que, junto con el aumento del parque, está provocando una demanda de leña desconocida para las empresas que se dedican a su comercialización, y que suelen operar en ámbitos locales.

¿Qué coste puede suponer esa leña?

Depende de la zona en la que se encuentre el consumidor. Al margen de los pueblos en los que los vecinos pueden extraerla gratis de los montes comunales con unos cupos previamente establecidos, los precios oscilan entre los 12 y los 18 céntimos de euro por kilo, lo que daría una horquilla de 360 a 540 euros (más los portes). En algunas zonas los precios se han disparado hasta los 24, lo que elevaría esa factura hasta los 720, transporte al margen.

¿Cuánta energía y a qué precio se genera con esa leña?

Tampoco hay una única respuesta, ya que el grado de conversión calórica varía en función del tipo de árbol del que proceda y de su sequedad, entre otros factores, aunque a las más comunes, las de olivo, encina y roble, se les atribuye una potencia de en torno a cinco kilowatios (Kw.h) por kilo que se triplica con creces en el caso del pino.

No obstante, esos 15.000 Kw.h que teóricamente saldrían de 3.000 kilos de leña no se transforman matemáticamente en calor, ya que hay que tener en cuenta la eficiencia de la estufa, que suele rondar el 70%, lo que los reduce a 10.500 Kw.h. Eso deja el precio final del kilowatio.hora en menos de siete céntimos, que son en torno a la quinta parte de los 34 que ha alcanzado en agosto el de la electricidad para usuarios de tarifa regulada.

La potencia calórica del pellet, que se vende a entre 58 y 77 céntimos el kilo, es ligeramente superior a la de la leña, y en ambos casos se queda por debajo de la mitad de la que presentan el gas natural, el propano y el gasóleo, que oscilan entre los once y los trece Kw.h por kilo, aunque su precio llega a triplicar y a cuadruplicar el del granulado de biomasa.

¿Se trata de una energía limpia?

Para nada. La quema de leña y la de pellets emite compuestos orgánicos volátiles y dioxinas, como ocurre con la combustión de cualquier material orgánico, de origen tanto vegetal como animal, además de óxido nitroso, dióxido de azufre y C02, estos últimos en menor cantidad cuanto menor sea su humedad.

"La quema de cualquier materia orgánica genera esos dos subproductos por una serie de reacciones químicas, aunque la intensidad de las emisiones depende del tipo de leña que se utilice", explica Javier Andaluz, responsable de Energía y Cambio Climático de Ecologistas en Acción, que anota cómo esos lanzamientos, asumibles en zonas rurales pero que tendrían elevados impactos en la salud para la población de áreas urbanas en caso de generalizarse el uso de estufas, "se podrían evitar con sistemas de filtros, aunque no suelen utilizarse si se trata de usos domésticos".

¿Genera otros impactos?

"La leña suele ser un producto local y de cercanía, y más sostenible que el pellet, cuya fabricación en ocasiones depende de mercados exteriores como el estadounidense, donde son frecuentes los cortes a matarrasa, en los que se arrasa toda la zona arbolada", señala Andaluz.

Por otro lado, añade, "con la leña la aplicación de la energía es directa, lo que por lo general supone una mayor eficiencia que cuando para producir calor se utiliza una fuente energética que previamente ha sido transformada, como la electricidad. El pellet es una opción cuando se trata de un consumo de cercanía".

¿Puede haber desabastecimiento de leña este invierno?

No se prevé, por mucho que la demanda está creciendo al estar adelantando el aprovisionamiento buena parte de los consumidores y darse paralelamente un goteo de nuevos clientes. "En España se aprovecha para leña como mucho el 30% del crecimiento que cada año tienen los bosques, mientras el otro 70% se queda en el monte generando más masa forestal", señala Oliván, en un planteamiento que rechaza Theo Oberhuber, de Ecologistas en Acción: "No pensamos que la biodiversidad se deba considerar combustible. El bosque es un ecosistema, y no tiene sentido acabar con el sotobosque y con los árboles para salvarlo".

No obstante, ambos coinciden en que la sustitución de estufas de leña por calefacciones de gas y de gasóleo en las últimas tres décadas es uno de los factores clave para entender el aumento de la densidad de las masas boscosas, uno de los factores que, junto con las elevadas temperaturas, la sequedad, las tormentas y algunas acciones humanas, a su vez ha favorecido la ola de grandes incendios que se ha dado este verano.

"La leña se maneja en mercados locales, y hay abundancia de materia prima. Si no se corta más es porque no hay más demanda", señala el presidente de la Aefecc, mientras Oberhuber mantiene que "el deterioro tiene más que ver con la conservación que se hace de esas masas forestales" por parte de las comunidades autónomas.

¿Y de pellets por la guerra de Ucrania?

Ahí la cosa cambia, ya que se trata de un producto manufacturado cuyo mercado no es local sino internacional y que también se está viendo afectado por la guerra de Ucrania, país que, junto con Polonia, se había situado como el principal proveedor de otros como Italia antes de ver desplomarse su producción por el conflicto bélico.

"El mercado está loco. Ahora mismo hay un problema de demanda y de abastecimiento" tipo cuello de botella y cuya evolución "es imprevisible, especialmente en el caso del pellet y quizá menos en el de la leña, que también se utiliza para fabricarlo", indica Oliván. "¿Buscarán en esos países abastecerse desde España? ¿Aumentará la demanda? ¿Subirán los precios? ¿Habrá escasez? Va a ser importante observar el comportamiento que puede tener el mercado europeo", plantea.

¿Y de las propias estufas?

Tampoco hay nada seguro, aunque en algunas fábricas comienzan a acusar la falta de componentes por el gripado de la cadena de suministros, algo que también está ocurriendo en otros sectores industriales, mientras la preocupación se centra en el hecho de que la fabricación del cristal cerámico que se coloca en las puertas de las estufas sea una actividad electrointensiva y concentrada en Alemania, uno de los países más dependientes del gas ruso para abastecer a su sistema productivo y, por lo tanto, más expuesto a suspensiones de la actividad en caso de cortes.

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