'Nowhere', un 'tour de force' para Netflix
Después de 'Un cuento perfecto', Anna Castillo regresa a la plataforma con una película de supervivencia que nos sitúa en una España distópica en la que las madres son una rémora para el sistema.
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“No hay para todos”. Ese es el lema de una España distópica que lleva aplicando siete meses las medidas europeas para paliar la escasez de recursos. En ese escenario, que podría recordar al de una Troika venida a más, los ciudadanos dependientes sobran. Las mujeres embarazadas y los niños son el platillo que cae en una balanza desequilibrada donde lo único que importa es sobrevivir. Ese es el punto de partida de Nowhere, una película dirigida por Albert Pintó (Matar a Dios) que se estrena este 29 de septiembre en Netflix.
El proyecto se ha fraguado a fuego lento en la productora responsable de El practicante. Rock & Ruz, formada por Miguel Ruz (productor) y Jordi Roca (productor ejecutivo), ya tenía experiencia con Netflix y sabían que la plataforma era el marco perfecto para apostar por aquella idea. "Antes de la pandemia, en 2020, me llamó Miguel desde una sala del cine mientras terminaba de ver los créditos de Malasaña 32. Fue loquísimo. Me dijo que quería hacer una película conmigo y, cuando vi lo que se traía entre manos, dije: '¡Vamos allá!'".
Entonces contaban solo con los mimbres de este drama de supervivencia, basado en una historia de Indiana Lista. "Ella conocía a un par de migrantes mexicanos que intentaron cruzar la frontera hacinados en contenedores y en camiones. Nos entrevistamos con ellos y fue desgarrador escuchar las historias de personas que se juegan la vida, con una sensación térmica de más de 40 grados y apenas una botellita de agua para resistir el trayecto. Hay documentadas rutas de tráfico de personas en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, pero en nuestro país también conocemos muy de cerca el drama de los naufragios de pateras o cayucos. Conviene no olvidar que, aunque hoy parezca que no nos toca de lleno, en otro contexto podríamos ser cualquiera de nosotros", desarrolla el director.
La omnipresencia de Castillo
Mía es la heroína involuntaria de esta cinta, una mujer embarazada que huye junto a su marido (Tamar Novas) de un país totalitario escondida en uno de esos contenedores, que acaba a la deriva en mitad del océano. La actriz que pone el cuerpo al servicio de este personaje es Anna Castillo... y nunca mejor dicho. La ganadora del Goya a mejor actriz revelación por El Olivo y del premio Feroz a mejor actriz de reparto por Viaje al cuarto de una madre ha cargado durante gran parte del rodaje con una prótesis de silicona que pesaba ocho kilos, ha estado sumergida en agua durante horas entre tuppers y patos de goma, ha recibido golpes, tuvo fiebre e incluso una bajada de tensión. "Ha sido uno de los proyectos más duros que he hecho, sobre todo por la responsabilidad que supone [estar sola en plano casi todo el metraje]. Me autoimpuse una exigencia muy grande para no cagarla, porque sabía que exigía un nivel emocional extremo. Necesitaba mucha verdad y eso, mezclado con todo lo técnico, se me hizo bastante complicado, así que todas esas incomodidades se convirtieron en una ayuda más para reflejar la angustia del personaje", explica la intérprete.
La elección de Castillo para dar vida a esta resiliente no fue sencilla. "Hay pocas actrices en el mundo que den esa organicidad que tiene Anna Castillo. Es el equivalente a Meryl Streep o Tom Hanks en versión española. Tiene un magnetismo que atrapa a todo el mundo y nosotros necesitábamos a alguien que conectase con el público inmediatamente. Queríamos que la gente se enamorase de Mía y quisiera salvarla", cuenta Pintó.
En un primer momento, el proyecto parecía encaminado a desarrollarse en Estados Unidos, pero en cuanto la plataforma apostó por él, Castillo se convirtió en el objetivo número uno para el equipo. "Ella tenía dudas. Venía de hacer películas más autorales, donde el reparto tiene más margen de maniobra para la improvisación. Esto es un blockbuster que exige una narrativa muy fragmentada, donde cada secuencia está absolutamente planificada y eso la ponía a veces en una posición complicada, pero al final no solo ha salido airosa, sino que demuestra una vez más que es una actriz todoterreno", resume el director.
Un rodaje acuático y lleno de complicaciones
El rodaje no fue sencillo. Pintó quería hacer una película tangible, que oliera a salitre. "Hicimos una piscina enorme y metimos ahí un contenedor con unas poleas para lograr que se balanceara de una forma real", introduce. "Todo el equipo tenía que utilizar trajes acuáticos para que no nos mojáramos. Trabajar con agua es algo tedioso que no recomiendo a nadie. Las cosas se movían y acababan flotando por el set, nunca estaban en su sitio. Fue una pelea constante, pero valió la pena porque creo que conseguimos hacerlo creíble", relata Pintó. Aún así, el director soñaba con que Nowhere reflejase ese cine de los 70 u 80, cuando las cosas pasaban de verdad. "Quería que la historia se sintiera auténtica, seguía obsesionado con que no 'cantase' a estudio y, a mitad del rodaje, nos fuimos a grabar en el mar, sin cromas", detalla.
Hubo momentos en los que Nowhere se convirtió en un auténtico tour de force. Parecía uno de esos proyectos imposibles de levantar en España, pero el empeño del equipo fue determinante. "Sabíamos que era un enorme reto técnico y logístico, pero también era una apuesta con la que nos lo íbamos a pasar en grande. Este país se merecía una propuesta creativa como esa", defiende el director, orgulloso de este tercer largometraje en su filmografía.
El cine claustrafóbico
Anna Castillo confiesa que esta película la ha obligado a "sobrevivir" como actriz en cada secuencia. "En Girasoles silvestres tenía muy presente el tema de la maternidad, desde una perspectiva mucho más consciente y reflexiva. Nowhere es diferente. Aunque el bebé sea un factor muy importante, Mía se enfrenta a una experiencia maternal de absoluta superación, tanto por la necesidad que tiene de perdonarse a sí misma, como por las condiciones ambientales. Ella quiere sobrevivir por su hija, pero desde un sitio mucho más salvaje", advierte la actriz.
Para conseguir este punto de vista, Seanne Winslow y Teresa Rosendoy se sumaron al equipo de guion del que ya formaba parte Ernest Riera. "Era imprescindible contar con mujeres para narrar esta historia. Su aportación era fundamental para enfocar la trama sobre la maternidad", destaca Pintó. Otro nombre femenino que se suma inesperadamente a la cinta es el de Rosalía, que mece el contenedor con su Nana como tema principal de la banda sonora. "Nos hemos dejado la vida para conseguir hacer veraz lo inverosímil. Hemos tratado de ir más allá de la distopía y espero que la película llegue a los corazones de la audiencia", agrega el director.
Resulta tentador establecer comparaciones entre este thriller de terror claustrofóbico y otro título de la plataforma, Oxígeno (2021), protagonizado por Mélanie Laurent. El papel de Castillo podría recordar también al de Ryan Reynolds en Buried (2010) o el de Colin Farrell, en Última llamada, una actualización hollywoodiense de La Cabina que ideó Antonio Mercero. La fórmula es una vieja conocida para los amantes del género: un lugar pequeño, pocos recursos y un protagonista sufriente que sostiene la tensión de la trama, plano a plano. Lo difícil, en cambio, es encontrar ese giro de tuerca que marque la diferencia sobre todo lo anterior.
"La supervivencia es un elemento fundamental en la historia, pero ante todo, esta es una película dramática. Intenté contar una historia humana y muy honesta, con un punto sentimental. Esa mezcla de géneros era una gran oportunidad para desarrollar mis herramientas como director en una película que es casi muda. Sin demasiado diálogo con la cámara, conseguimos sacarles jugo a esas cuatro paredes y contarle las cosas al espectador con un viaje lumínico impresionante que logró reflejar Unax Mendía en la fotografía", relata Pintó.
Y, ¿qué pasa con los Goya?
Victoria Martín trajo de invitada a Anna Castillo a su podcast en Podimo, Malas Personas. Durante su charla, la actriz reconoció que durante el rodaje de Nowhere estuvo tentada a hacerse un retoque. "Una amiga de toda la vida ha hecho un máster en medicina estética y me llevó a su consulta. Ella llevaba bótox, me lo planteó y en el momento, por el juego, dije que sí; pero de pronto me di cuenta de que tenía una peli en la que estoy encerrada en un contenedor y tengo que sufrir muchísimo. No puedo sufrir y que no se me mueva esto [la frente]", le contaba entonces. "Me parece bien que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo, es un recurso, pero creo que yo todavía puedo resistir", puntualizaba entre risas al ser preguntada por este periódico sobre sus declaraciones.
Además de la movilidad de sus músculos faciales, Castillo ha puesto todos sus recursos actorales al servicio de este proyecto y, tras tres nominaciones al Goya en las que se le resistió un segundo cabezón, todo parecía indicar que por fin llegaría para hacer compañía a su galardón por El Olivo, que reposa debajo de su televisión, junto a su segunda posesión más importante: el aparato del wifi. Sin embargo, tocará seguir esperando. "Nunca hice esto pensando en premios", dice la actriz restándole importancia a esta circunstancia.
Desde 2017, la Academia de Cine incluye la exhibición en salas entre los criterios que deben cumplir las películas que quieran optar a los premios Goya. "Las películas deben haber permanecido en cartel un mínimo de siete días consecutivos en la misma sala de exhibición, con taquilla abierta al público, excepto las películas documentales, cuyo plazo mínimo en cartel será de tres días consecutivos en la misma sala de exhibición, con taquilla abierta al público”, recogen sus bases.
Algo parecido sucede en el Festival de Cine de San Sebastián, que además de especificar que las películas deben de haber permanecido ese mismo periodo en cines para competir en la Sección Oficial, su reglamento hace una referencia explícita al video on demand para aclarar que el concurso no admite la inclusión de películas en plataformas de VOD, "a excepción de aquellos casos en los que sea de uso estrictamente profesional y con acceso restringido”. En cambio, los Premios Feroz, entregados por la Asociación de Informadores Cinematográficos, no contemplan esta disyuntiva y se abren a nuevas ventanas de exhibición.
Esta decisión de los académicos ha obligado en el pasado a películas como 7 años a someterse a un estreno técnico -una presencia mínima en los cines- para poder cumplir con los requisitos y ser precandidata en los premios. Lo mismo sucedió con Roma, de Alfonso Cuarón. En otras ocasiones, este cuello de botella ha dejado fuera de las nominaciones a proyectos aclamados por el público, como The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach, o tan esperados como la nueva película de Paco Plaza, Hermana Muerte, que se estrena el 27 de octubre, solo en Netflix, y que inaugurará el Festival de Sitges el día 5 del mismo mes. "Esta película tiene un valor de producción muy alto y creo que estaría justificado que pudiera optar a varias categorías, empezando por la de mejor actriz para Anna Castillo", reivindica Pintó.
El director defiende que las plataformas están ensanchando la oferta cultural y que, en ocasiones, son la única vía para sacar adelante proyectos tan ambiciosos como el que nos ocupa. "Cuando rodábamos, pensaba: 'Anna, no te van a dar el Goya por esta película, pero te lo van a deber para siempre", rememora. A veces, lo bueno se hace esperar solo un poco más.