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Mamá, lo siento, pero no me voy de casa (Freepik)
Mamá, lo siento, pero no me voy de casa (DC Studio / Freepik)

Mamá, lo siento, pero no me voy de casa

Los jóvenes tienen muy complicado emanciparse. Los precios de los alquileres se han disparado y comprar una vivienda es casi una quimera, así que la opción más recurrente es acceder a un alquiler compartido.

Helena Celma

La frase de “los jóvenes de hoy en día lo tienen muy complicado” está tremendamente trillada, pero no por eso es menos cierta. A pesar de que el salario mínimo interprofesional (SMI) en 2024 se ha instaurado en 1.134 euros, la realidad es que la media de los sueldos dan para vivir con lo justo, como mínimo en las grandes ciudades. Sin ir más lejos, un estudio del Área Metropolitana de Barcelona indicaba que el salario mínimo necesario para vivir de forma digna en la ciudad condal es de 1.447,49 euros, una cantidad muy lejana del SMI.

Con este panorama, a los jóvenes cada vez les cuesta más visualizar la opción de independizarse

Para irse, existen dos posibilidades: un alquiler o la compra de una vivienda. La primera posibilidad se antoja como algo prácticamente inalcanzable, como mínimo si la intención es hacerlo solos. Sin ir más lejos, en 2023 los precios de alquiler han tocado máximos, según el portal de Idealista. El tema es que ya no es un problema tan solo de las grandes ciudades, sino que se extiende prácticamente por todo el país. A inicios del año pasado, 40 capitales experimentaron aumentos notables en el precio medio del alquiler. Algunas de ellas fueron Soria, Granada, Palma, Lleida, Vitoria o Barcelona.

Compartir piso

Esto lleva a que sea más común de lo normal encontrar estudios de 30-35 metros cuadrados por +700 euros. Y si rizamos aún más el rizo, es necesario hablar de los pisos colmena: son viviendas compartidas en las que, en vez de tener una habitación, se alquila un habitáculo prefabricado de unos tres metros cuadrados -lo que viene siendo una cama de matrimonio y poco más- por el módico precio de 200-250 euros. 

Por lo tanto, los (pocos) jóvenes que se atreven a dar el paso de alquilar una vivienda solos, tienen que ver como la gran mayoría de su sueldo queda absorbido por el alquiler, las facturas de luz, gas, agua, Internet y la cesta de la compra. La inflación ha golpeado gravemente cada vez que cualquier ciudadano tiene que pasar por el supermercado.

Así se queda tu cartera tras pagar la compra en el supermercado. (Fuente: Giphy)

Ante este panorama, lo más habitual acaba siendo que los jóvenes vayan a compartir piso para dividir los gastos y que así se les pueda hacer frente. De hecho, tan complicado es estar de alquiler solo que cada vez aumenta más la media de edad de las personas que comparten piso. En Barcelona, por ejemplo, está fijada en 34 años, mientras que en Madrid, la edad media es de 32. 

Es tremendamente frustrante ver cómo se sobrepasa la treintena y que el sueldo sigue siendo insuficiente para permitir la posibilidad de vivir solo. Lo peor de todo es que ni siquiera es fácil alqyuler una habitación compartida, ya que la demanda ha aumentado un 40% en los últimos meses, según los datos del portal Spotahome. Todo esto contribuye a la escalada de precios.

¿Comprar una vivienda?

Sin embargo, la opción de comprar una vivienda tampoco es mucho mejor. Adquirir una vivienda es un absoluto sueño, y no en el sentido de bonito -que también-, si no en el sentido de inalcanzable. ¿Quién es capaz de ahorrar para dar la entrada de un piso?

Cuando un joven va al banco para pedir una hipoteca. (Fuente: Tenor)

Para ponernos en contexto: antes de pedir una hipoteca, lo habitual es anticipar el 20% del valor del piso. Si contamos que el precio de la vivienda registró en 2022 su mayor subida desde la burbuja inmobiliaria, podemos hacernos una idea de que barato, precisamente, no será. Por poner un ejemplo, para un piso de 250.000 €, la entrada tendría que ser de aproximadamente unos 50.000 €. Con estos datos, es improbable que a alguien le sorprenda que el 73% de los jóvenes de hoy en día no cumpla los criterios básicos para obtener una hipoteca. El panorama pinta mal y a muchos no les queda más remedio que decir «mamá, lo siento, pero no me voy de casa».