5 dulces manchegos para chuparse los dedos

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Castilla-La Mancha atesora uno de los recetarios reposteros más prolíficos de nuestra geografía, que conocemos un poco más gracias a las historias de don Quijote. Cada provincia puede presumir de crear elaboraciones dulces propias, algunas de ellas con siglos de antigüedad, que hunden sus raíces en la tradición pastoril de sus tierras, en la herencia musulmana o en la cocina conventual, haciendo las delicias de los paladares más golosos. Saboreamos los dulces manchegos más ricos.

Mazapán de Toledo

Mazapanes

Es uno de los más representativos de Toledo, donde, a diferencia del resto de España, lo saborean durante todo el año. La fecha de su creación aún es una incógnita, pues unas fuentes afirman que nació en 1512, mientras que otras insisten que vio la luz tras la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212. Lo que sí parece estar claro es que la autoría corresponde a las monjas del convento de San Clemente, quienes lo hacían mezclando azúcar y almendras molidas para dárselo como sustento a las gentes que arribaban en sus puertas.

Quizás, el éxito de este dulce, el cual cuenta con el reconocimiento de Indicación Geográfica Protegida, reside en su sencillez, pues continúa haciéndose con los mismos ingredientes de antaño: azúcar natural y almendras molidas  (al menos el 50 % para mantener la IGP).

Flores fritas en Ciudad Real

Flores Fritas

También conocidas como «florón» o «floreta», estas delicias están muy presentes en la provincia de Ciudad Real, especialmente en el Campo de Calatrava. El elemento diferenciador de este dulce de origen medieval estriba en su forma, la cual recrea la cruz de Calatrava y luce cuatro brazos coronados con flores de lis. Sin embargo, su genialidad se debe a que están elaboradas con ingredientes de siempre como la harina de trigo, los huevos y el anís, el cual le confiere un interesante toque aromático. Aunque están ricas en cualquier época del año, cuando mejor saben y más se consumen es en Carnaval y Semana Santa.

Miguelitos de la Roda en Albacete

Miguelitos de la Roda

Están hechos de fino hojaldre, rellenos de crema y decorados con azúcar glas, y son el icono gastronómico de la localidad albaceteña de La Roda. Su éxito ha conllevado la aparición de otras suculentas versiones como las rellenas de chocolate, las de hojaldre frito o «centenarios», los «minimiguelitos» o bombón, que están recubiertos con fina capa de chocolate. Casan a las mil maravillas con un chocolate caliente o un café, aunque también con la sidra, que suele acompañarlos durante la feria de Albacete.

Bizcocho borracho de Guadalajara

Bizcocho

El dulce típico de esta provincia es uno de los más recurrentes en nuestra gastronomía, que en Guadalajara han sabido reinterpretar del modo más suculento posible. Lo que lo diferencia del resto es que está hecho con una masa de espuma sin levadura, lo que conlleva que se derrita en la boca, y bañado con una mezcla cocida de canela, miel, azúcar, cáscara de limón y vino.

Sin embargo, esta provincia castellanomanchega guarda otra dulce sorpresa: las patas de vaca. Son típicamente tradicionales de Molina de Aragón y se presentan como un bizcocho relleno de crema pastelera. Los ingredientes que incluye son todo un misterio, pues los locales guardan la receta con celo, así que tendrás que acercarte para degustarlos. Como anticipo te diremos que su sabor rememora la leche frita.

Alajú de Cuenca

Pastelero

No podemos finalizar este periplo goloso sin hacer mención a este dulce con silueta de torta, que lleva haciendo las delicias de los conquenses desde la época de los árabes. Su nombre deriva del vocablo al-hasú, que significa panal de miel, lo que ya nos da una buena pista del desfile de ingredientes que habitan en su interior: masa de almendras (en ocasiones, las sustituyen por nueces o piñones), pan rallado, miel cocida, especias finas y pan rallado y tostado. Todos ellos están recubiertos con obleas por ambos lados. Su apariencia trae a la mente la del tradicional turrón duro almendrado, pero lo único que tienen en común es que ponen el sabor a la Navidad. En este caso, la textura es más blanda y menos crujiente y proporciona un gusto dulce con muchos matices salados.

Sonia Fernández

Historiadora y redactora zamorana. Comencé a escribir por casualidad hace siete años y hoy, quién me lo iba a decir, se ha convertido en una de mis grandes pasiones. Esto me ha enseñado que lo importante no es recorrer el camino, sino disfrutar de lo que la vida te brinda en el trayecto.

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