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Una consorte ideal y el mejor ángel de la guarda

ANDRÉS PÉREZ

Qué bonito ha sido, en la historia del desmayo de Nicolas, el comportamiento de su esposa Carla Bruni-Sarkozy. La mujer que se unió en enésimas nupcias con el presidente francés en febrero de 2008, ya había demostrado sus dotes de consorte perfecta para ceremonias televisivas y contactos íntimos entre el mundo político y el cultural. El síncope del jogging habrá servido ahora para acreditar la idea de que, además, es el ángel de la guarda ideal.

Moviola: casi a las dos de la tarde del domingo, el presidente intenta terminar su jogging, rodeado de guardaespaldas, sin resuello, en los jardines de Versalles. Se desploma. Atendido de inmediato por los escoltas, una frágil figura aparece entre tanto músculo, pilotando una moto: es Carla Bruni. Abandona la moto y se arodilla rápidamente para cuidar a su marido.

A partir de ahí, el nudo de la historia es más convencional. Cómo no, Carla Bruni pasa la mayor parte de las 20 horas de hospitalización con su esposo, en el centro militar del Val-de-Grâce. Cómo no desenlace feliz Carla Bruni salió cogida de la mano de Sarkozy de ese mismo hospital, ayer hacia las 11 horas, ante las cámaras de televisión. Ninguna duda: estos dos son uña y carne, no como la precedente esposa de Sarkozy, Cecilia Ciganer, que negociaba punto por punto sus comparecencias y servicios al político.

El epílogo de la novela rosa empezó ayer mismo: Carla Bruni está en el palacete versallés de La Lantern, protegiendo el descanso presidencial. Y Sarkozy se irá de vacaciones muy pronto. ¿Dónde? Bien protegido en la lujosa residencia de su suegra en Cap Nègre, en plena Costa Azul francesa.

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