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Jarana al grito de guerra de Piquenbauer

Cerca de 10.000 culés llenaron el Mini Estadi, para después correr hacia Canaletes y proseguir la fiesta al grito de '¡campeones!' y desatar la euforia total

NOELIA ROMÁN

Calles desiertas, cines y teatros vacíos, carreras para llegar a tiempo, con la compra en una mano y la bandera del Barça en la otra. Y de repente, dos horas después, la locura. La euforia desatada, el desmelene, 'la felicidad inmensa', que sentía Pere y, como él, los miles y miles de barcelonistas que convirtieron la Catalunya desértica en una fiesta multitudinaria para celebrar 'lo más grande', el primer triplete del Barça.

'¡Esto es precioso, inexplicable!', decía Pere, al borde de las lágrimas. En pie, con la camiseta azulgrana enfundada, acababa de contemplar cómo Puyol levantaba, en Roma, la tercera Copa del curso. La tercera hoja del trébol, la consumación del triplete. Y junto a él, otros 10.000 culés que llenaron el Mini Estadi, antes de correr hacia Canaletes para proseguir la fiesta al grito de '¡campeones!' y desatar la euforia total.

Todo había comenzado con el gol de Etoo, acogido con incredulidad primero y gran alegría después. Abrazos y besos se multiplicaron en la grada, incendiada también por alguna bengala, y el himno delBarça salió de las jóvenes gargantas que no cesaron de animar, emulando los cánticos que llegaban desde Roma. '¡Bote, bote, bote, madridista quien no bote!', rugió la hinchada, reproduciendo el grito de guerra de Piquenbauer.

Sin apenas matices, la escena se repetía simultáneamente en el Maremagnum, con 6.000 culés congregados en torno a una pantalla de 60 m2, y en la Plaza Catalunya, otro de los puntos de concentración azulgrana. '¡Esto es alucinante!', decía Esther, tras el gol de Messi y antes de peregrinar hacia el símbolo de la victoria azulgrana.

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