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La loca historia del desastroso Hollywood

El segundo tomo de ¡Qué ruina de película! repasa la retahíla de calamidades vividas en los rodajes de los años setenta

SARA BRITO

Un rodaje con 1.500 animales vivos, que propagaron una plaga de hepatitis entre el equipo del filme, no fue el peor problema del desastroso rodaje de El extravagante Dr. Doolitle. Eso recuerda Juan Tejero en su libro ¡Qué ruina de película! (T&B editores), segundo tomo de su crónica de debacles de la industria del cine norteamericano, que ahora se centra en los años sesenta y setenta del nuevo Hollywood, cuando Spielberg y compañía acabarían dominando el cotarro. A Dr. Doolitle, la película de 1967 de Richard Fleischer, se la intentaron cargar una brigada de vecinos del pueblo de la campiña inglesa donde se rodaba y en el que había entrado la maquinaria deHollywood como un elefante a una cacharrería.

Un vecino debía accionar una carga de explosivos para hacer volar el dique que había construido la producción. 'El agente B debía distraer al enemigo detonando bombas incendiarias en la colina', relata el autor, 'pero justo cuando se disponían a detonar las cargas, el destello de una linterna de la policía interrumpió el atentado. La operación Destruir a Doolitle había fracasado'. Lo mismo hizo el filme

Los animales deEl extravagante Dr. Doolitle propagaron la hepatitis

Después de Queimada, Gillo Pontecorvo (La batalla de Argel, 1965) pasaría a engrosar la lista de cineastas que no levantarían cabeza después de trabajar con Marlon Brando. Al hecho de que en el set volaran las drogas (en concreto una variedad de marihuana llamada Colombia Red), se sumó una humedad del 95% en plena selva colombiana, deserciones o ingresos en el hospital del 50% del equipo, y las crecientes tensiones entre un Brando, con continuas amenazas de abandono, y un exigente Pontecorvo que chapurreaba el inglés. El odio entre ambos no se suavizó ni siquiera cuando, por exigencias del actor, el rodaje se mudó a Marruecos. La cosa acabó entre juramentos de asesinato mutuos. La película fracasó y dejó a Pontecorvo listo para no volver a dirigir en una década.

Fruto de una tozudez extrema, como fue Los productores (1968), de Mel Brooks o del empeño por sacar partido de una estrella en alza, como fue el caso de Star! (1968) con Julie Andrews, aquello de que 'una película es un milagro', se descubre como la fórmula más cabal para hablar de cine. Ni siquiera Spielberg se salvó de la quema. El joven director se había convertido en el más adulado de Hollywood después de Tiburón (1975). De las manos de un guionista novato, Robert Zemeckis, le llegó la propuesta de dirigir una película sobre el caos que se había vivido en Los Ángeles en 1942, cuando durante ocho horas se había desatado la histeria colectiva por el temor de un ataque japonés.

Steven Spielberg vivió su propio infierno con John Belushi

Tras el triunfo de Annie Hall (1977), Spielberg quiso reivindicar su veta cómica. 'Siempre he sido un director de comedia frustrado. Quiero hacer lo que Woody Allen lleva tiempo haciendo'. El rodaje fue un infierno, con un John Belushi cocainómano que llegaba al set sin saberse los diálogos, y con un presupuesto que no paraba de crecer. Al acabar, Spielberg recibió un galardón que decía: 'Yo sobreviví a 1941'. Muchos, incluido el director, sabían que habían hecho una porquería. El público y la crítica pensó lo mismo, y 1941 se convertiría en un fiasco que sólo Indiana Jones: En busca del arca perdida (1981) redimiría.

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