Pudo ser Eusebio Cáceres ese héroe. Al menos, se soñó con su medalla de oro en salto de longitud. Cumplió con tanta autoridad en semifinales que dio motivos. Luego, empezó la final como un tiro y, sí, claro que podía haber sido el 'lobby' ideal en estos días decisivos para Madrid 2020, congregada la delegación en los Mundiales de Moscú. La votación final del 7 de septiembre en Buenos Aires se aproxima. Nunca hubiese estado de más una fotografía como la de Eusebio Cáceres, capaz de derrotar a los rusos en Moscú. Pero en la final se vio que aún es pronto para que Eusebio salte 8,50 metros y tarde para que no lo haga Aleksander Menkov. Nada nuevo para nuestro atletismo, huérfano durante tantos años de noticias extraordinarias que, por supuesto, no llegaron en el estadio Luzhniki.
Sí se han rebajado las penas de hace un año, nada más terminar los Juegos de Londres 2012, cuando el atletismo español se declaraba en quiebra, sin ningún medallista y con sólo tres finalistas. Así que, de cara a este Mundial, en el que se echaron de menos las sabias previsiones del presidente Odriozola, se partía con una ventaja: todo lo que pudiera pasar no iba a ser peor que lo de Londres. Ahora, que ya termina el Mundial, los números muestran dos bronces y cuatro finalistas. Da la sensación de que se vislumbra cierto cambio, como intenta Ramón Cid, que no lleva ni un año como director técnico de la Federación. Pero, a su vez, tampoco está tan claro ese cambio y hay pruebas que todavía se echan las manos a la cabeza. Hay carreras que forman parte de nuestra tradición como el 1.500, el 5.000 o el 10.000 en las que ha sido duro no ver a ningún atleta español en la final. Es más, en el 1.500, en esa prueba en la que en el Mundial de 1999 tuvimos a tercero, cuarto y quinto (Reyes Estevez, Cacho y Andrés Diaz), ni en semifinales. Y eso que entonces gobernaba El Guerrouj y ahora hay un vacío de poder, en el que ya casi nadie baja de 3,30, pero... David Bustos no pasó ni a semifinales...
No hace falta, en cualquier caso, personalizar en Bustos para ejemplificar lo peor de nuestro atletismo. Más bien al contrario: Bustos fue el único de nuestros atletas de 1.500 que hizo la mínima que pedía la IAAF. Pero una vez que se acaba este Mundial, en el que hubo 40 españoles (30 hombres y 10 mujeres) de los 1974 participantes, la esperanza viene a trocitos y especificada en esa frase de Ramón Cid: 'Nosotros vivimos mucho del azar y del talentazo'. Y, sí, es verdad que ha aparecido gente como Eusebio Cáceres, a los 21 años, cuarto y a un centímetro del bronce en el salto de longitud. Es verdad que se ha relatado un récord de España en los 200 metros (20.47) del jovencísimo Bruno Hortelano. También es cierto que se han sentado las primeras bases de la renovación en la marcha con el bronce de Miguel Ángel Martín y el noveno puesto de Julia Tackacs, la española nacida en Budapest hace 24 años... Se trata, incluso, de atletas que podrían llegar a esos Juegos 2020 que Madrid espera con impaciencia. Pero, a día de hoy, no hay que engañarse: son excepciones en nuestro atletismo, todavía lejos de ese cambio generacional que hace tanta falta.
Todavía hay que explicar que García Bragado, a los 43 años, ha vuelto a ser el mejor español, 12º,en su prueba, los 50 km marcha. Incluso, hay que aplaudir a la magnifica Ruth Beitia, porque ha logrado en salto de altura esa medalla que le debía el destino. Pero son 34 años los de Beitia, demasiado tiempo ya negociando con la retirada que tenía decidida tras los Juegos de Londres. Al final, cambió de opinión porque en nuestro atletismo la treintena es como una fortaleza. La prueba está en los atletas de Antonio Serrano, a día de hoy nuestro entrenador más reputado. Durante este campeonato se ha cansado de recibir felicitaciones en Twitter. Es más, a su nivel, ha sido uno de los personajes del verano, porque con la materia prima que tenía era imposible conseguir más. Alesandra Aguilar ha sido quinta en el maratón femenino a los 35 años; Diana Martín, undécima en los 3.000 obstáculos a los 31; Loli Checa, décima en los 5.000 a los 30, y Javi Guerra, primer europeo y 15º en el maratón de los hombres.
En realidad, esta vez no ha sido tan duro como en Londres. Entonces nuestros 23 primeros participantes cayeron en la ronda preliminar. Casi todo en Moscú ha sido más optimista, hasta las declaraciones de los derrotados como la de nuestro pertiguista Igor Bychkov: 'Bubka me pegaría dos hostias'. Así que fracasos claros se han juzgado con más calma y casi que con más indiferencia. Algo que nunca pasó en los Juegos de Londres, donde no se perdió un minuto para denunciar las decepciones de nuestros atletas. Ahora, sin embargo, Kevin López no ha sido capaz de pasar de las semifinales de 800 y no se ha montado ningún follón. Otra cosa es que se vea que a los 23 años, a una edad ideal, el tiempo se le escapa a Kevin en una distancia en la que por marca debería ser finalista (1.43.74). Máxime en un Mundial en el que un nivel no es el de unos Juegos.
La diferencia también ha podido ser Ramón Cid, la nueva voz cantante de nuestro atletismo, bastante más prudente de lo que era Odriozola. Antes de partir, Cid habló de 'una o ninguna medalla'. Así que esos dos bronces, que se han logrado, demuestran que 'en esta dinámica de recortes el atleta es peleón'. Porque no debe ser fácil estar en la piel de Cid. 'La mitad de mi trabajo consiste en pedir perdón por las miserias que gestiono, porque todos los grifos están cerrados', explica. 'Me estoy haciendo especialista en tratar con problemas por falta de dinero'. Algo que podría cambiar si el próximo 7 de septiembre el COI decide en Buenos Aires que Madrid organice los Juegos de 2020. Desde luego, si nos anticipamos al futuro, un balance como el de Moscú en esos Juegos (en los que el atletismo es el deporte rey) sería inaceptable. Y para eso hay que luchar contra el azar desde ya para que gente como Antonio Serrano encuentre una materia primera más joven.
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