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"Illas, illas, illas, Casillas maravillas"

El portero del Real Madrid ha cambiado los gustos y usos de los niños que sueñan con ser futbolistas. Ahora todos quieren ser Iker

PEPE Gª CARPINTERO

Un niño siempre sueña con repetir las hazañas de sus ídolos. Hace cuarenta años, los pequeños madridistas se peleaban en los parques por llevar el 10 de Velázquez; después, los cromos más cotizados eran los de Santillana y Juanito, cuyo cántico aún perdura en el Bernabéu; la década de los 80 trajo la revolución de la Quinta del Buitre. Siempre jugones. Siempre jugadores que marcaban goles y que decidían la historia de la entidad.

Pero los gustos cambian. Los niños ya no juegan al fútbol en el parque, ahora prefieren quedar en casa para jugar al FIFA o al ProEvolution (ya saben lo de los gustos) y lo nunca visto ahora nadie corre a tocar el larguero para evitar ser portero. Ahora todos quieren ser Iker.

Todos  quieren ser Iker

Le pasa algo parecido que a Butragueño. Es el tipo perfecto. Aquel con el que te irías a tomar unas cañas, el yerno perfecto, qué decir del novio... Todos quieren ser Iker. Todos quieren ser el salvador de su equipo. Ése que en el descuento vuela de una manera inimaginable para sacar una volea imposible, ése que nunca se ha considerado galáctico, sino de Móstoles, de ahí su gancho con la gente.

A Raúl, por ejemplo, le costó muchísimo entrar en ese olimpo madridista y el pasado miércoles, Iker (si no lo había hecho antes) cruzó el umbral. Todo el Bernabéu se postró ante la actuación del cancerbero. “Iker, Iker, Iker...”, se oía incesantemente ante la mano prodigiosa que le sacó a Kovacevic. El juego prosiguió, de hecho en el siguiente contragolpe Balboa culminó una contra de Robinho, pero la grada permaneció girada hacia el fondo norte. Allí estaba Iker. Como si no hubiera pasado nada. Impasible. Tocando el larguero con cierto aire de superstición.

“Me he emocionado al escuchar corear mi nombre. A cualquiera le gusta que valoren su trabajo y esto me da más ganas e ilusión de hacer las cosas bien. Tengo que seguir mejorando y conseguir algo importante a nivel individual y colectivo. No me puedo quejar porque todos los aficionados siempre han estado a mi lado, hasta cuando he fallado. Sé que a todo el mundo no le puedo gustar”, afirmaba un emocionado Casillas tras pasar por la ducha y saborear más lentamente la victoria ante el Olympiacos.

Soñaba con ser Buyo

Él si ha cumplido su sueño. Cuando iba con su padre al Bernabéu y veía en Buyo un reflejo al que seguir. Cuando pisó la grada por primera vez para presenciar un Madrid-Athletic y pensó ‘yo quiero triunfar aquí’. Casillas lo ha conseguido, pero lo que le vuelve humano es que no le da importancia. Sabe que es joven y que le falta mucho camino por recorrer.

Es el hombre a seguir. Los rivales lo saben. Ayer, Aouate, su homólogo en la portería del Deportivo, no se fijaba si jugaba Van Nistelrooy, Raúl, Sneijder... se fijaba si jugaba Iker. “Casillas es el mejor portero del mundo. Está salvando al Real Madrid tanto en la Liga como en la Liga de Campeones y está haciendo una gran temporada.

Espero que mañana (por hoy) haga un poquito menos y podamos batirle”, afirmaba el cancerbero israelí. Y es que Casillas se ha convertido en el mejor delantero de su equipo, un portero que gana partidos. ¿Se imaginan un Bernabéu al grito de “Illas, illas, illas, Casillas maravillas”?

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