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¿Limpieza o maquillaje?

Madrid acoge esta semana una Conferencia Mundial de Dopaje excesivamente controlada

IGNACIO ROMO

La distancia disminuye pero existe. Esa antigua metáfora (antigua y cierta) que compara la lucha contra el dopaje con una carrera de persecución donde los tramposos van siempre por delante de la ley, va a ser objeto de debate en los próximos días.

El jueves se inaugura en Madrid la III Cumbre Mundial del Dopaje. La cita puede tomar dos caminos, bien diferentes. Por un lado, podría tratarse de una reunión protocolaria, una cita en la que los expertos internacionales en la lucha contra el uso de sustancias y métodos prohibidos se limiten a presentar sus puntos de vista, a debatir y a dar charlas de salón.
Pero la cumbre puede tomar otros derroteros.

Hay demasiados asuntos de actualidad sobre los que no se podrá pasar de puntillas. Y si la Cumbre no los afronta en el programa oficial, estos asuntos se afrontarán en los pasillos.

Asignaturas pendientes

¿Qué asuntos son los que requieren revisión? No son pocos. Existen sustancias que son aún asignaturas pendientes para los controladores (una de ellas es la Dynepo), también deberán revisar la cuestión de los ‘paraderos declarados' (los deportistas deben especificar dónde se encuentran para poder ser controlados) y su vertiente legal, la lentitud de algunos laboratorios a la hora de analizar las muestras, el pasaporte biológico... y, en general, los diferentes intereses que se ponen en juego cuando se enfrentan las federaciones deportivas, por un lado y los gobiernos nacionales, por otro.

La AMA (Agencia Mundial Antidopaje) es un organismo que nació esquizofrénico. Se mueve entre los políticos (los gobiernos la financian) y los técnicos, porque son las federaciones las que realmente disponen de los conocimientos. Éstos últimos son los que más se quejan. No siempre se atienden sus demandas y no todos podrán tomar la palabra: hay representantes y observadores.

Los representantes recibieron el visto bueno de la AMA y podrán hablar. Los observadores callarán. En esta cumbre se redactará el nuevo Código Internacional que deberán seguir a partir de ahora federaciones y gobiernos. Madrid, sede de la Operación Puerto, afronta ahora el reto de limpiar (y no maquillar) el deporte de dopaje.

El fantasma de Marion, superado 

El atletismo se encuentra en un buen momento en relación con la lucha antidopaje. La Federación Internacional está actuando con eficacia, la declaración de los ‘paraderos’ de los atletas está funcionando y este año hemos presenciado unos Mundiales que todos los expertos han coincidido en calificar de “muy naturales”.

La competición fue igualada, no hubo marcas sorprendentes ni triunfadores desconocidos que despuntaran ayudados por tratamientos médicos prohibidos.

La temporada concluyó con la confesión de Marion Jones. La velocista estadounidense era el último fantasma que se arrastraba por las pistas. Durante meses, la atleta competía, negaba su dopaje y no había modo alguno de demostrar que había estado implicada en el caso BALCO. Al final, llegó su confesión, entre lágrimas. Por fín pudo dormir ranquila y el atletismo quedó muy beneficiado.

Iban Mayo lucha por su inocencia 

Paradójicamente, es muy probable que el ciclismo esté viviendo su periodo de mayor limpieza en la competición. El deporte de la bicicleta es actualmente el que se emplea con mayor dureza contra los infractores (el límite 50 de hematocrito funciona a rajatabla y el pasaporte biológico va a marcar un antes y un después)  porque no quiere seguir apareciendo como el deporte de los escándalos.

Los expertos coinciden en que en los años noventa el dopaje con EPO era prácticamente universal en el pelotón internacional. Pero no había positivos porque era indetectable. Este año hubo positivos de hombres importantes en el Tour de Francia, pero la sensación es que el infractor, cae.

Uno de los casos fue el del español Iban Mayo, que lucha ahora por demostrar su inocencia ante la UCI.

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