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Messi y la revolución

EDUARDO ORTEGA

Aunque a estas alturas muchos pongan el grito en el cielo, la dimisión de los jugadores en Zorrilla el sábado fue una sorpresa esperada. La línea del Barça en las últimas semanas es inequívoca, con un punto de partida muy extraño. La clara victoria en Manchester no hacía suponer el espectacular bajón de un día para otro. Real Sociedad, Almería y Valladolid. Prometieron tras el esperpento de San Sebastián que no se repetiría. El horroroso juego contra los andaluces se disimuló con una goleada. Y el vergonzoso choque en Pucela ha dejado al club tiritando.

La situación tiene ciertas reminiscencias con la vivida la temporada pasada casi a la misma altura, que acabó con la debacle ante Bayern y Madrid. Entonces se culpó más al estado físico que al juego o la capacidad, contando además con que Messi no estuvo presente en la recta final. Esta vez hay pocos pretextos que excusen la indolencia, la inapetencia, la falta de intensidad y de ideas mostradas por la mayoría en las últimas fechas. Están en la final de Copa, a cuatro puntos del Madrid en Liga y casi en cuartos de Champions, justifica la Junta y se defiende el vestuario. Sin embargo, las sensaciones no pueden ser peores. Pocos pueden pensar que, tal y como está el equipo en estos momentos, resquebrajándose a cada minuto que juega, pueda llegar más lejos en Europa y disputar los dos títulos a los blancos.

Quizás pudiera servir de disculpa la vagancia de Rosell por actuar, que prefirió dejar que fuera el propio equipo el que se lavara la cara. Tuvo ocasión en verano de renovar a un vestuario que había dicho basta en abril, pero debió pensar que sería suficiente con Neymar y que, de paso, se apuntaría un tanto. Ningún cambio, más allá de que la operación se lo llevó por delante hace mes y medio. No ha ayudado precisamente el expresidente a que el club mantenga el equilibrio. Sus desavenencias con Cruyff y Guardiola, que acabaron ambos dos fuera, y todo el caso del brasileño han acabado con una espectacular crisis institucional con la que han tenido que convivir los jugadores como si nada pasara. Los mismos que sucumbieron la pasada primavera están hundiéndose otra vez sin encontrar de momento el suelo. Todo empieza por un entrenador, el 'Tata' Martino, fichado para conectar con el vestuario, para exigirles al límite, para darles las revoluciones que necesitan, pero que ha sido incapaz de todo. En definitiva, de cambiar la imagen con la que acabó el equipo hace un año. Deben los dirigentes cuestionarse si es viable continuar de esta manera con el técnico. Claro que también es posible que al ex de Newells le hayan dejado tan pocas manos libres para maniobrar que se haya visto abocado a esto.

La diferencia con la renovación interruptus que sobrevoló el Camp Nou el año pasado es que Messi, intocable hasta ahora, también es blanco de las críticas. Si bien el club no se plantea ni por asomo venderlo, el argentino y su padre podrían haber empezado a escuchar ofertas, según han informado varios medios. Los 250 millones de euros de su cláusula de rescisión pararían a cualquiera pero no a millonarios como Manchester City o PSG. Sin embargo, es el fair play financiero de la UEFA el que sí podría detenerlos. El juego limpio impuesto por el organismo impide que cualquier club pueda gastar esta temporada y la que viene 45 millones más que lo que ingresa, por lo que parece complicado que puedan desembolsar tal cantidad por el argentino. La UEFA, además, investiga si City, Chelsea, PSG y Mónaco han incumplido ya esta normativa, en cuyo caso serían sancionados. Es una cuestión interesante, no obstante, si el Barça quiere construir su futuro con, para muchos, el mejor jugador del mundo o plantea un estilo distinto. Hay que recordar que el Barça se perdió en la mediocridad siempre que cuestionó su filosofía más reciente: la implantada por Cruyff y recuperada con éxito por Guardiola.

El resto, contando con que el de Rosario seguirá, necesita una profunda transformación en todas sus líneas, incluso tocando alguna vaca sagrada. Y en la posición en que no era precisa, es obligada por la marcha de Valdés. En el lateral derecho, hace varias temporadas que Alves no da la talla. Un coladero en defensa con poco que aportar en ataque. Piqué tampoco ha superado la reválida, tras un año anterior muy cuestionado. En la mayoría de choques se ha visto sobrepasado en casi todas las jugadas. Mascherano está en una situación similar, aunque su línea ha sido ascendente, yendo de menos a más. Bartra ha demostrado ya que puede ser titular, pero, por alguna razón, Martino no confía demasiado en él.

La marcha de Song en el centro del campo parece cantada. Fichó para hacer labores de central y de pivote defensivo, pero ha sido un desastre en buena parte de los choques que ha jugado. Le ha faltado mucha intensidad en la contención; a años luz de Busquets. Xavi es insustituible y pocos dudan de él, pero necesita un recambio que le dé descanso, toda vez que ya no puede seguir disputando dos partidos por semana. Quizás un cambio en la delantera pondría las pilas a los demás; en este caso, Alexis podría ser el sacrificado. Lo que parece evidente es que el equipo necesita un golpe de timón, como el protagonizado por Guardiola en 2008, cuando no era nadie como técnico y exigió que se vendiera a Ronaldinho, Deco y Eto'o. La diferencia con aquel momento, clave en la historia del club, es que había una Junta fuerte con Laporta al frente. Ahora el sillón lo ocupa un presidente al que nadie ha votado y al que nadie sostiene, que ha venido a sustituir a un dirigente perseguido por varios presuntos delitos. Y unas más que probables elecciones antes del Mundial que amenazan con que cualquier atisbo de revolución parezca un espejismo.  

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