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Mestalla vuelve a reír

El Valencia logra una victoria que se le resistía desde la primera jornada

SALVA TORRES

Los partidos se deciden por pequeños grandes detalles. Un pase, un regate, una pillería y adiós tácticas. Así fue como Mata, el listo, Villa, el sepulturero, y Pablo, el aguijón, cavaron la tumba del Zaragoza. Todo ello sucedió en un primer tiempo plagado de esos detalles que arrancan palmas en la grada y entierran encuentros grises. Tras el descanso también fue superior y, sin embargo, adelgazó su goleada por culpa de Aguilar, que marcó en uno de los pocos despistes defensivos valencianistas.

Desde que el Valencia venciera al Sevilla en la primera jornada liguera, Mestalla no había visto ganar a su equipo. Le había visto empatar, incluso jugar a ratos bien, hasta muy bien contra el Barcelona, pero la victoria se le negaba por defectos de costura defensivos. Este domingo, no; este domingo cerró la racha de empates con una victoria de relumbrón. Tan sólo fue necesario que la delantera pegara como suele, que la zaga se centrara y que el Zaragoza ejerciera de convidado de piedra.

Lo hizo en la jugada que abrió el marcador. Mata se aprovechó de la congelación defensiva maña, por un supuesto fuera de juego de Villa, para marcar un gol de pillo. Volvió a quedarse mudo cuando Albelda metió entre líneas a Pablo para que este pusiera en bandeja el gol a Villa, que suma y sigue. Y para cerrar el tancredismo se tragó un pase de Ever, que habilitó al Guaje para que este cediera a Pablo, que cerró la goleada.

La grada disfrutó, pero como tenía la mosca detrás de la oreja tras lo sucedido en Praga, no se acomodó y siguió animando, sobre todo cuando Aguilar recortó las diferencias. Y eso que los de Emery pudieron sellar el partido. Pablo hizo diabluras por ambas bandas, y como Villa, Mata y Silva tienen siempre muy mala sombra, el Zaragoza sufría y sufría. Albelda, mandón y ahora hasta garantía de distribución, y Banega, timón blanquinegro, organizaron las embestidas de sus delanteros. También la defensa, con Navarro y Dealbert cada vez más seguros, y Mathieu afianzándose por la izquierda, contribuyó el equilibrio que busca Emery.

El equipo de Marcelino se desangra atrás y eso se paga. El gol que marcó Aguilar, quizás su mejor hombre, apenas maquilló un marcador que pudo ser más abultado. Ni siquiera el tanto anulado a Babic hubiera servido de excusa. El Valencia fue muy superior y sólo el temblor que le produce su memoria más reciente evitó una mayor diferencia. A Mestalla empieza a gustarle su equipo. Los sustituidos Pablo y Albelda recogieron los aplausos que se mereció todo el equipo. Son los otros detalles de la goleada.

 

 

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