El mes que viene va a producirse un cambio trascendental en la cúpula de la antigua eléctrica pública Endesa, privatizada en varias fases por los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar. Su presidente durante los últimos diez años, Borja Prado Eulate, será relevado por el catedrático Juan Sánchez-Calero, que no tendrá las funciones ejecutivas que conservaba su antecesor.

A partir de ese momento, todo el poder quedará en manos del actual consejero delegado, José Bogas, hombre de plena confianza del principal accionista, la también eléctrica Enel, participada por el Estado italiano y que controla un 70% del capital de Endesa.

La salida de Borja Prado se produce, en teoría, para dar cumplimiento a las recomendaciones de buen gobierno corporativo que aconsejan limitar los mandatos de los presidentes.

Pero es público y notorio que sus relaciones con Enel están deterioradas desde hace tiempo, por desacuerdos en la estrategia general de Endesa, cuyo crecimiento lleva años condicionado por la exigencia de los italianos de que reparta el máximo dividendo posible, en perjuicio de su política de inversiones y de su solidez financiera.

Gracias a ese empeño, Enel ha recuperado ya la mayoría del desembolso que hizo a partir de 2007 para adueñarse de la eléctrica española: unos 25.000 millones de euros, frente a poco más de 36.000 millones.

Además, la previsión es que en los próximos ejercicios reciba unos 4.000 millones adicionales, a pesar de su compromiso de rebajar en 2021 del 100% al 80% la parte de los beneficios de Endesa que se distribuye entre los accionistas (lo que en el mercado se conoce como el pay out), porcentajes ambos absolutamente excepcionales en las empresas que operan en España.

En total, desde el desembarco de Enel, los dividendos de Endesa han superado los 37.500 millones de euros, muy por encima de los correspondientes a sociedades bastante mayores, como Banco Santander y BBVA, y sólo superados por Telefónica, que alcanzó los 40.000 millones a lo largo de ese periodo.

Sólo en 2014, Endesa repartió 14.606 millones (la cifra más alta de una empresa española en toda la historia) después de haber enajenado en favor de Enel sus activos en Latinoamérica.

Aquel hito y la política general seguida por lo italianos en Endesa han sido calificados por los sindicatos mayoritarios de auténtico “expolio”, cuya traducción en términos de empleo ha supuesto la pérdida de aproximadamente un 20% de los puestos de trabajo en pocos años.

Borja Prado, durante los primeros años de su mandato, no puso reparos; pero cambió de planteamiento cuando se evidenciaron las consecuencias del deseo de Enel de mantener a Endesa como una pura fuente de ingresos a corto plazo.

Eso no ha sido obstáculo para que al todavía presidente le haya resultado muy rentable su paso por Endesa, según la información que obra en poder de la Comisión Nacional de Mercado de Valores (CNMV). Desde 2009 se ha embolsado casi 27 millones de euros, incluyendo el salario fijo y variable y las aportaciones a su plan de pensiones, entre otros conceptos.

A esa cifra hay que añadir unos 14 millones más del finiquito estipulado en su contrato, que consta de dos tramos: uno equivalente a 2,869 veces su retribución anual (3,611 millones de euros en 2018) y otro de 3,45 millones si no trabaja para ninguna empresa de la competencia en el plazo de dos años.

Borja Prado ha simultaneado la Presidencia de Endesa con su condición de hombre de negocios de Italia en España: hasta hace unas semanas fue alto directivo del banco de inversión Mediobanca y aún sigue siendo consejero de Telecinco. Su padre, Manuel Prado y Colón de Carvajal, ya fallecido, era íntimo amigo y administrador del rey Juan Carlos.