Público
Público

Las medidas de los bancos centrales para contener la inflación empujan a la economía mundial a una recesión

Las autoridades monetarias han emprendido una cruzada de subidas agresivas de los tipos de interés para contener la espiral inflacionista, pero sus corsés para mantener a raya los IPC están empujando a la recesión a la economía mundial.

Edificio del Bank Of America en Los Angeles.REUTERS/Mike Blake
Edificio del Bank Of America en Los Angeles. -Mike Blake / REUTERS

En el nombre del sacrosanto principio de la ortodoxia inflacionista, alrededor de noventa bancos centrales han enarbolado la bandera de la contención de los precios. Hasta lograr mantenerlos a raya, si es posible, a la mayor brevedad, aun a costa de sumergir a sus economías en una etapa incierta que combinará recesiones cortas con episodios leves de dinamismo -en el mejor de los escenarios- y que se prolongará, si las tensiones geopolíticas y financieras tienden a remitir, a lo largo del bienio 2023-24.

Quizás el mensaje más nítido y contundente de esta irónica radiografía de situación, que acaba de plasmar el Banco Mundial, haya partido del presidente de la Reserva Federal: "La lucha prioritaria contra la escalada de los precios traerá algunos sacrificios a hogares y empresas", viene alertando Jerome Powell.

Se refiere Powell a una esperada contracción del empleo y, por consiguiente, al aumento de los subsidios de paro, en pleno encarecimiento de hipotecas y tarjetas de crédito, y dentro de en un clima generalizado de más desembolsos familiares por sus cestas de la compra. Y, en el ámbito empresarial, a la descontada y también larga temporada de crecientes dificultades de acceso a financiación en unos mercados de capitales de capa caída, lo que dificultará los proyectos de inversión en curso o en cartera en medio de renuentes e inciertos episodios de resiliencia en sus cadenas productivas.

La Fed personifica esta huida hacia delante, el alejamiento del dinero próximo a intereses cero que ha presidido buena parte del periodo entre crisis. Desde la financiera de 2008 hasta la gran pandemia de 2020. Su último incremento, de tres cuartos de punto el pasado 20 de septiembre, es el tercero consecutiva de este calibre, lo que ha situado el precio del dinero por encima de la barrera del 3% -oscila entre este nivel y el 3,25%- por primera vez desde la quiebra de Lehman Brothers, y ha forjado un consenso en el mercado que aventura unos tipos más allá del 4% antes de que concluya 2021.

La autoridad monetaria americana no había elevado el dinero con tanta virulencia, en maniobras del 0,75%, desde 1994, lo que ha propiciado que los analistas empiecen a concebir esta carestía tan súbita como el nuevo baremo a seguir; muy alejado de los repuntes del 0,25% que parecía la norma habitual en las últimas décadas. 

El encarecimiento del dinero se hace global

La espiral inflacionista actual, sin parangón desde la crisis petrolífera de los setenta, no deja a nadie indiferente. Como lo demuestra el hecho de que la Fed no es una isla monetaria. Más bien al contrario. Hasta noventa bancos centrales, desde el británico, al europeo, el canadiense, el suizo o el indonesio -entre otros de distintas latitudes- han activado sus catapultas para llegar rápido y de forma precipitada al punto en el que empiece a detectarse una disminución de los precios en sus respectivas circunscripciones.

La autoridad monetaria americana no había elevado el dinero con tanta virulencia desde 1994

"Es el mayor recorrido alcista de los tipos en cinco décadas", enfatiza el Banco Mundial. Y ello sin que, por el momento, disminuya la preocupación internacional por una inflación aún galopante y sin muestras claras de remisión. "Es todavía incierto el momento en el que dejarán de elevar el dinero", reconocen sus expertos. Aunque, desde luego, "no será inminente", precisan.

Entre otras razones, porque otras instituciones monetarias, como el Banco de Inglaterra (BoE) (que subió medio punto los tipos, hasta el 2,25% un día después del último movimiento de la Fed), acaba de proclamar que sostendrá el valor de la libra al precio que sea necesario. Un movimiento que llega tras una semana candente en la que su cotización ha rozado la paridad con el billete verde americano, pese a que en las décadas precedentes ha llegado a coquetear con duplicar el peso cambiario de la divisa estadounidense.

Detrás de esta reacción está la drástica respuesta del mercado a la agresiva rebaja impositiva de la premier británica Liz Truss, enfocada a las clases más pudientes y las grandes corporaciones. 

Traslada sus efectos al ámbito político

La consigna de los bancos centrales está configurando riesgos de calado. La lucha abierta contra la inflación precipita a la economía global hacia la recesión, una amenaza que obliga en mayor o menor medida a las autoridades económicas a tomar cartas en el asunto. Aunque en este caso, en sentido inverso al de los jerarcas monetarios. Estos últimos pretenden enfriar la actividad en su reto casi exclusivo de frenar los precios, mientras los gobiernos se afanan por estimular sus PIB y mantener el pulso de sus mercados laborales. Sin demasiadas herramientas fiscales a su alcance después de los recursos empleados de forma masiva durante el bienio de la covid para salir de la parálisis de la gran pandemia.

“Es el mayor recorrido alcista de los tipos en cinco décadas", enfatiza el Banco Mundial

El Banco Mundial habla ya de una recesión sincronizada mundial, con una inflación persistente en 2023, con pérdida en masa de puestos de trabajo y una senda más enrevesada y cara por las subidas de tipos para empresas y hogares en su trayecto hacia la recuperación que sitúa de forma modesta y ralentizada para 2024, precisa Ayhan Kose, vicepresidente de Crecimiento Equitativo del organismo multilateral.

Si los bancos centrales no tienen éxito en frenar los IPC pronto, los números rojos y las restricciones laborales serán inevitables. Y, con ello, las protestas sociales, temor que ha trasladado el secretario general de Naciones Unidas, António Gutérres, en la reciente asamblea de la institución.

También desde el ámbito privado se observa con preocupación esta "carrera competitiva para saber qué banco central se atreve a subir tipos más rápido y con más intensidad", explica Ethan Harris, economista jefe en Bank of America. Pese a que el dinero se ha situado en unos niveles restrictivos desconocidos en 15 años. O de que, como advierten en JP Morgan Chase, las subidas continuadas de tres cuartos de punto de la Fed no tienen parangón desde 1980. "Y parece que no van a parar aquí", alertan.

La estela seguida por los organismos de supervisión de Indonesia, Noruega, Filipinas, Suecia, Reino Unido o Suiza -entre otros- y que está dispuesta a explorar en varias ocasiones más el BCE consolida la tesis de una acción concertada internacional. El problema reside en qué banco central y en qué momento activará el freno. El deseo oculto de los responsables económicos de los Gobiernos. Y no parece que se aviste a golpe de ojo.

Porque los sacrificios avanzados por Powell los han asumido otras voces monetarias. En el BCE, desde donde se apela a familias y empresas a apretarse el cinturón, o el Banco de Inglaterra (BoE), que atisba la recesión británica a finales de año y no descarta que se expanda durante la mayor parte de 2023; sin desestimar números rojos todo el ejercicio. Con EEUU en contracción técnica ya en la primera mitad de este año.

Las acciones monetarias pretenden enfriar la actividad para frenar los precios, mientras los gobiernos se afanan en estimular sus PIB y mantener el pulso de sus mercados laborales sin demasiadas herramientas presupuestarias por los recursos empleados en la gran pandemia.

En un horizonte borrascoso

La cuestión, pues, no es tanto si la política monetaria está dañando el crecimiento, que ofrece pocas dudas, sino cuánto perjudicará a la actividad.

Los Gobiernos se afanan en estimular sus PIB y mantener el pulso de sus mercados laborales

En BlackRock, por ejemplo, calculan que la tarea de la Fed de retraer el IPC por debajo del 2% significaría una profunda recesión y tres millones más de desempleados, mientras anticipan que el receso del PIB en la zona del euro será todavía de mayor profundidad. Sin tensiones adicionales, es decir, sin colapso energético ni debacle en los mercados que lleven a los bancos centrales a perder el control.

Amenazas nada descartables, si se tiene en cuenta la capacidad del Kremlin para torpedear el flujo gasístico hacia Europa o las predicciones de gurús como Ray Dalio, dueño de un milmillonario hedge-fund, que anticipa una caída de más del 20% en los valores bursátiles en caso de que los tipos sigan subiendo. Y después de que el S&P 500 se situara en sus registros más bajos en más de dos años, desde el descenso histórico de la última semana de febrero de 2020, cuando afloró la covid-19 como pandemia, y con pérdidas anuales que superan las de 2008, año en el que detonó la turbulencia financiera a raíz de la quiebra declarada de Lehman Brothers.

La explicación de las autoridades monetarias rescata "el error" que cometieron en la década de los setenta, cuando sus predecesores añadieron crédito al sistema en plena crisis petrolífera con objeto de impulsar las economías sin antes tener a raya las inflaciones. Dicen "no querer repetir" el mismo escenario en el que la inflación se expandió a largo plazo, explica Anna Wong, analista para EEUU de Bloomberg Economics, que estima que la Fed elevará todavía hasta el 5% los tipos "aun a costa de que esta cota expulse a 3,5 millones de trabajadores del mercado laboral".

Más de 40 bancos centrales de los 90 que han encarecido el dinero este año han acometido la inflación a través de alzas de tres cuartos de punto. Lo justifican en clave de "credibilidad", manifiesta Rob Subbaraman, economista jefe de Nomura.

"Es su máxima prioridad; es más, lo es todo para ellos. Y, después del mensaje colectivo que trasladaron sobre la transitoriedad de la espiral de precios, han llegado a la convicción de que deben restaurar su prestigio, aunque signifique la entrada en recesión de sus economías".

"Controlar la inflación lleva su tiempo", explica Harris, de Bank of America, y la de EEUU se obstina en mantenerse en el 8%. Mientras, las cotas que ostentan los IPC en Reino Unido y la zona del euro impulsará a sus mercados a nuevas subidas de tipos y a sus economías a la recesión en el tramo final de este año "cuando resurjan las escaladas de los precios energéticos para afrontar el invierno" y a la de EEUU volviendo a los números rojos a lo largo de 2023, tras salir de ellos en esta segunda mitad de 2022. Porque, como también anticipa el vicepresidente de la Fed, Donald Kohn, "necesitaremos subir más los tipos para domar un IPC demasiado resistente"

Perspectivas monetarias y económicas nada halagüeñas

Mejor para más tarde. Es la teoría que esperarían oír los Gobiernos. Controlar la inflación, pero sin tanta urgencia. Ya lo trasladó al debate público Mario Draghi antes de dimitir como jefe del Ejecutivo italiano este verano. Sin embargo, "no está en consideración". Es un asunto que no se contempla, según ha asegurado recientemente la presidenta de la Fed de Cleveland, Loretta Mester, un mensaje que suscribe la sucesora de Draghi en el BCE. Christine Lagarde reconoció en su última comparecencia que "habrá más subidas en las próximas reuniones" que sumar al alza del 1,25% aprobadas hasta ahora por la institución.

Más de 40 bancos centrales han encarecido el dinero este año en busca de una "credibilidad" que dicen haber perdido

Mohamed El-Erian, asesor económico en Allianz, otea un incremento de "al menos un punto" en la próxima cita del BoE que será "más agresiva que hasta ahora" para frenar la caída libra de la libra y la fuga inversora de los bonos británicos a 30 años.

Las maniobras de los bancos centrales "empiezan a ser peligrosas", afirma Maurice Obstfeld, ex economista jefe del FMI, porque "están teniendo un impacto directo sobre otras políticas", en un claro mensaje de advertencia a las económicas.

Obstfeld, ahora en el Instituto Peterson, centro especializado en el análisis de la economía internacional, resalta también los daños colaterales que están provocando en el mercado cambiario, donde se ha desatado otra carrera competitiva por sostener el valor frente a un dólar demasiado boyante que está exportando inflación hacia el resto de las economías.

Una doble circunstancia que empuja al PIB mundial hacia un ritmo de crecimiento exiguo, de apenas un 1%, lejos del 2,5% que determina realmente, según la jerga multilateral, una recesión internacional. Cuando la ratio media de dinamismo desde 1980 ha sido del 3,4%. "Tenemos todas las cartas marcadas en rojo, hacia la recesión global", ha admitido el antiguo gobernador de la Fed Kevin Warsh.

La OCDE, en su reciente revisión otoñal, anticipa un repunte del 2,2% en el PIB conjunto del G20, el foro que agrupa a las principales potencias industrializadas y los mercados emergentes de mayor dimensión en 2023, con Indonesia como la economía más vigorosa. Una proyección que resta nada menos que 2,8 billones de dólares a su anterior predicción, de finales de 2021. Sobre todo por los efectos de la guerra de Ucrania. Pero también por los más de dos puntos básicos que han subido los tipos de interés entre los socios del G20 sólo en septiembre.

La contienda bélica se cebará especialmente con Europa. A la zona del euro le otorga un repunte del 1,25% con Alemania siete décimas en contracción en el conjunto de 2023. La locomotora del euro será, junto a Italia y, fuera de la órbita del mercado interior, Reino Unido, los tres mercados que sufrirán los mayores rigores del crudo invierno energético a pesar de los esfuerzos por llenar los inventarios de gas, próximos al 90%, que no impedirán costes adicionales a familias y firmas privadas por sus facturas de energía y el encarecimiento del dinero. Con las dos superpotencias económicas en problemas: al PIB de China le pronostica un aumento del 3,2% y al de EEUU, del 0,5%.

 

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Economía