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Un sindicato de clase para la "liberación" de Euskadi

LAB ha crecido constantemente desde los años 70 de la mano de Rafa Díez

GUILLERMO MALAINA

La historia del sindicato LAB, la organización más representativa que le queda a la izquierda abertzale ilegalizada, está marcada por sus retos tanto en el ámbito laboral como en el político. Nació en el otoño de 1974, un año antes de la muerte de Franco, como parte del movimiento obrero que comenzaba a organizarse en las fábricas de Euskadi para exigir derechos al patrón y el final de la dictadura.

LAB, Langile Abertzaleen Batzordeak Comisiones de Obreros Patriotas en castellano, marcó desde sus orígenes cuáles iban a ser sus señas de identidad y sus objetivos: 'combinar la liberación de la clase obrera vasca con la liberación nacional' de Euskadi.

El Pacto de Lizarra fue una prueba de la fuerza de esta central y de ELA

El sindicato abertzale no ha dejado de crecer desde entonces, tanto en número de afiliados como de representantes en los comités de empresa en el País Vasco. Si en 1980 logró una representación del 4,5%, en 1986 llegó al 10,6%, 12,5% (1990), 14,4% (1994) y 15,1% (2002). Hoy LAB tiene una representación del 16% y es la tercera fuerza sindical, por detrás de ELA y CCOO. Supera, en cambio, a UGT.

La evolución ascendente de este sindicato contrasta pues, especialmente la última década, con la pérdida de votos que ha sufrido la izquierda abertzale ilegalizada desde el final de la tregua que siguió a la firma del Pacto de Lizarra.

Es el tercer sindicato en Euskadi, por delante de UGT

La trayectoria y evolución de LAB no pueden entenderse, en cualquier caso, sin la figura de su ex secretario general Rafa Díez Usabiaga, encarcelado desde el viernes junto a Arnaldo Otegi dentro de la última operación dirigida por el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón contra la izquierda abertzale.

Los primeros contactos de Rafa Díez con este sindicato se remontan a su época como trabajador en la empresa Michelín, en Lasarte (Guipúzcoa), en los años 70. Llegó a la dirección de LAB en los 80 y, finalmente, asumió su liderazgo en 1992, primero como coordinador general y ya en 1996 como secretario general.

Cuando dejó su cargo en 2008 para cedérselo a quien había sido su mano derecha los últimos años, Ainhoa Etxaide, se abrió en LAB un cierto periodo de incertidumbre. Como explicó entonces a Público un colaborador directo de Rafa Díez, no se trataba ya de que hubiera liderado la central 16 años, sino de que su papel había trascendido durante todo ese tiempo al ámbito político, hasta el punto de haberse convertido en un referente de la izquierda abertzale.

No en vano Rafa Díez ha participato en todos los procesos de paz celebrados desde las conversaciones de Argel, en 1989, y llegado a compaginar sus obligaciones sindicales con cometidos políticos, como integrar las listas de HB para el Congreso o de Euskal Herritarrok en el Parlamento vasco.

En la década de los 90, LAB tuvo un papel especialmente relevante por sus conversaciones con el sindicato nacionalista ELA para propiciar la firma del Pacto de Lizarra. Rafa Díez y el entonces líder de ELA, José Elorrieta, compartieron el análisis y el diagnóstico final para propiciar aquel escenario de unidad entre las fuerzas sindicales y políticas abertzales. Al margen del final de ese acuerdo, éste reflejó claramente la fuerza que pueden tener los sindicatos en Euskadi.

La ruptura entonces de la tregua por parte de ETA abrió una brecha entre ambas centrales y limitado durante la última década los márgenes de colaboración. La postura de LAB contraria a condenar los atentados de ETA es para ELA hoy un obstáculo que impide compartir algo más que la pancarta en la manifestación de ayer, o la convocatoria de la huelga general celebrada en mayo, en el País Vasco y Navarra, contra la destrucción de empleo.

No obstante, es evidente que la manifestación de este sábado ha posibilitado un acercamiento sindical para denunciar el 'intento del Estado' de atajar la propuesta que preparaba la izquierda abertzale en clave política. Que sea el germen o no de algo más en el futuro, un Lizarra II, dependerá en buena medida de la coyuntura política que se abra a partir de ahora.

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