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El corazón de Cantabria

Las tierras verdes, las colinas suaves, pastos, vacas, palacios y cabañas. La imagen más idílica de esta comunidad la tenemos en las poblaciones pasiegas, esas que, además, han dado origen a los deliciosos sobaos.

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Aunque parezca una imagen casi de cuento, la Cantabria de los prados verdes, las suaves colinas y los valles en los que pastan plácidas vacas cerca de casonas, palacios y cabañas, es una Cantabria que existe. Para captarla nada mejor que acercarse a los lugares que constituyen la ruta pasiega. Un puñado de localidades en los que una naturaleza privilegiada que invita al sosiego y a la reflexión convive con pueblos con solera histórica y con un alimento que ha dado fama a toda la comunidad: los sobaos pasiegos.

Son varias las poblaciones que merecen una visita en esta particular ruta gastronómica-patrimonial. El recorrido puede comenzar por ejemplo por Villacarriedo, donde el palacio de Soñanes, del siglo XVIII, constituye una de las joyas arquitectónicas de Cantabria. Otro palacio, el de Donadío, es el principal atractivo de la vecina Selaya. Una torre interesante que también encontraremos en el camino es la de los Miera, que de nuevo deja constancia del paso de ilustres familias hidalgas por estas tierras.


Continuando con el recorrido podemos detenernos en San Roque de Riomiera, una de las tres villas pasiegas junto a San Pedro del Romeral y la Vega de Pas. Esta es, probablemente, una de las localidades más genuinas de la Cantabria 'de postal': un camino serpentea el valle y asciende hacia la montaña. En los prados, los pasiegos aún siegan con guadaña en los tramos más inclinados, aquellos inaccesibles para la maquinaria moderna. Y ya dentro del pueblo, casas con galerías, techos de pizarra y casas empedradas. Desde este lugar, que durante siglos estuvo prácticamente aislado, los pasiegos subían al monte con sus vacas y tardaban meses en regresar a casa. Parte de ese pasado ganadero, de vida austera y dura, es perceptible todavía en la Vega de Pas.

También del pasado, aunque no tan lejano, nos habla el túnel de la Engaña. Siete kilómetros horadados en la montaña a pico y palo por presos republicanos. A los perdedores les tocó llevar a cabo un proyecto de Franco que pretendía la unión de Santander con el Mediterráneo. Nunca llegó a abrirse al tráfico ferroviario, y hoy, el paso del tiempo es lo único que ha hollado tan deteriorado entorno.

Continúa la ruta por Alceda y Ontaneda, dos poblaciones con impresionante arquitectura civil de casonas y palacios. Sigue por Soto-Iruz, con su convento de franciscanos del dieciocho, sus viviendas con galerías y otras que construyeron los indianos. En Puente Viesgo, las cuevas prehistóricas del Castillo, La Pasiega y Las Monedas, declaradas desde 2008 Patrimonio de la Humanidad, son testimonio de una época que se remonta mucho más allá todavía de los pasiegos. El recorrido puede terminar, por qué no, en la colegiata de Castañeda, una de las joyas del románico cántabro.

Si a todo este patrimonio natural y monumental le añadimos que el verano y comienzos del otoño es la mejor época para visitar la zona, y que es además la cuna de uno de los platos típicos más representativos, resulta difícil resistirse a la visita: imprescindible será durante ella tomarse uno de esos deliciosos sobaos genuinos, grandes y elaborados con auténtica mantequilla. ¡Qué aproveche!


www.vallespasiegos.org


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