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Fabrice D'Almeida advierte de que "a veces el champán sabe a sangre"

EFE

El historiador francés Fabrice D'Almeida cree que para hablar hoy del nazismo hay que poner la lupa en los lazos "entre disfrute y violencia o entre placer y dominación", idea a la que responde su ensayo "El pecado de los dioses", que analiza la vida mundana de la alta sociedad con el régimen de Hilter.

"A veces el champán sabe a sangre y hemos de saber detectarlo", advierte este historiador en una entrevista con EFE por la aparición del volumen (Taurus), para el que investigó "verdades encerradas en pequeños detalles", tarjetas de visita o invitación, listas de regalos, diarios, fotos o planos de protocolos, que pasaron inadvertidos para otros estudiosos.

D'Almeida se sitúa en la tercera generación de historiadores que ya conocían los crímenes y la violencia del III Reich pero olvidaban que "no todo el mundo sufrió, sino que para algunos hubo mucho lujo y opulencia".

Su hipótesis: que "el nazismo se creó poco a poco, a base de repartir fastos y riqueza". "Para contarlo -dice- había que mostrar esos vínculos entre el champán y la sangre, y ver cómo el régimen construyó su propia estética".

D'Almeida, cuyo origen brasileño le queda ya lejos, es actualmente director del Instituto de Historia Contemporánea del Centro Nacional de Investigación francés (CNRS) en París, y en otro libro, "Breve historia del siglo XXI", aún no traducido, planteó este giro de la historiografía.

Menciona a historiadores como Peter Reichel, Goetz Aly, Stephan Malinovsky antes de apuntar al vuelco que su enfoque da a "la leyenda" de que hubo oposición o resistencia al nazismo por parte de algunos miembros de la Nobleza, de la Iglesia o en la Armada.

Si Malinovsky se preguntó si la nobleza se adhirió a los nazis porque quería restaurar el imperio de Guillermo II, él quiso saber si el nazismo quiso crear su propia elite global. Lo hizo, dice, mezclando las elites de la armada, los negocios, las artes, la política, la nobleza y el clero, incluidas las mujeres.

En su libro explica cómo se construyó ese proyecto creando un estilo, una moda, regalando automóviles, organizando fiestas o agrupando en una misma zona a toda esa elite, mientras inyectaba un núcleo ideológico: "Alemania debía desembarazarse de impurezas y en eso -recalca- todos estuvieron de acuerdo".

Así, dirigentes como Goering, Himmler o Goebbels compartieron los salones con "la buena sociedad", acudían juntos a espectáculos o se reunían en torno a un menú gastronómico, mostrando cómo, "cuando se pasa mucho tiempo juntos, todos acababan por parecerse".

Y si se conservaron esas tarjetas de visita, el programa de un concierto o listados de menús "para dejar rastro de prestigio y elegancia -constata- hoy estos datos sirven de acusación".

D'Almeida distingue tres esferas de poder y en el corazón de esa elite sitúa a un 10% de nobles, un 15% de militares, un 20% de artistas, casi un 15% de diplomáticos alemanes y los empresarios (Thyssen, Krupp, Siemens..), que "quedaban para rellenar huecos".

En el gran baile benéfico de la Opera de Berlín que organizó Göering el 20 de enero de 1936 "es muy interesante -subraya- "ver en la distribución de las mesas -donde se sentaron 500 de los 2.000 invitados- quién está al lado de quién".

Cuando regala su libro, D'Almeida suele escribir a los amigos la misma dedicatoria: "Dime cómo disfrutas y te diré a quién matas", una reflexión en la que se embarcó en los años 90 pensando en los crímenes de la guerra de Yugoslavia, cuando se dio cuenta de que "no siempre el champán sabe igual".

En Sarkozy observa "esa voluntad de reagrupar a las elites del poder con un objetivo concreto que atraviesa la historia, pero puntualiza que lo interesante hoy es "observar a qué intereses y objetivos intenta servir esa política".

"El presidente francés tiene una verdadera política mundana -admite-, pero su mundaneidad tiene el nombre de las revistas y la jet set".

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