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El Holocausto en vida

El pintor Félix de la Concha dedica una serie de sus retratos hablados a los supervivientes de los campos de exterminio, con los que trabaja a contrarreloj

ISABEL REPISO

Sobre el lienzo en blanco se oye una voz: es Shlomo Venezia, que recuerda la llamada que le hizo Roberto Begnini para preparar La vida es bella. El sonderkommando aparece en último término, mientras posa para el pintor Félix de la Concha (León, 1962). Su primera serie de retratos hablados sólo incluía la versión audio del encuentro, pero en esta nueva serie dedicada a supervivientes del Holocausto se ha abierto al vídeo.

'Me intereso por cómo han evolucionado estos hombres en sus creencias religiosas y por cómo han transmitido ese testimonio a sus familias', comenta el artista. Algunos lo hicieron directamente a nivel público y otros quisieron olvidarlo y empezaron tarde a hablar de ello. 'Fue una experiencia que todavía hoy les marca cada instante de sus vidas y que ha afectado a sus relaciones familiares', resume.

De la Concha sueña con donar estos retratos a un centro que preserve la memoria del Holocausto. Quizá al futuro centro de documentación sobrecrímenes cometidos por el Tercer Reich, previsto en Múnichpara 2013, o quizá un museo. Pero dónde acabarán los lienzos y los vídeos es lo último que le preocupa, porque el tiempo apremia y algunos ex prisioneros a los que ya ha retratado se le están muriendo.

Conflictos con la imagen

A diferencia de Francis Bacon, De la Concha se siente incapaz de pintar a partir de fotografías. 'Necesito estar delante de lo que quiero pintar, necesito esa presencia. Y a veces puede resultar agresivo el mirar fijamente durante tanto rato a una persona'. Sus sesiones alla prima, que rondan las tres horas, dejan 'agotados' tanto al artista como alos retratados.

Pero los conflictos que ha tenido con alguno de ellos no responden al proceso sino al resultado. 'Ya me avisó el galerista Leandro Navarro de que el retrato es de lo más ingrato, porque la gente nunca está contenta con él', excepto el cortesano, ubicado en el halago. 'Detrás de esta insatisfacción hay un conflicto con la propia imagen... Desde que nacemos nos vemos en un espejo y creemos que esa es nuestra imagen, pero todos somos asimétricos y cuando te ves en una pintura o en una fotografía eso se exagera y te hace ver una imagen extraña', explica.

La obra del leonés ha estado siempre vinculada a la temporalidad. Como en una función de teatro, que aunque sea la misma nunca se repite, De la Concha (León, 1962) es capaz de pintar la misma iglesia durante 365 días y ofrecer 365 iglesias diferentes. El salto lo dio hace cuatro años, cuando cambió los paisajes y la arquitectura urbana por el retrato. 'Es otra dimensión', valora. Su último proyecto visitable permanecerá hasta el 27 de septiembre en la Biblioteca Baker y el Hood Museum of Art, New Hampshire. Private portraits/Public conversation se compone de 51 retratos de estadounidenses cuyo nexo es el tema del conflicto: laboral, familiar, racial...

Después de integrar en su pintura el audiovisual, su próximo proyecto es retratar a músicos y poetas, por aquello de confrontar la pintura con la cadencia de la recitación y la partitura. Pero entre medias, sigue escapándose a su cita con esa mujer pasional que es la memoria histórica.

 

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