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El obispo de San Sebastián cree que el sexo sin amor tiene un “poder adictivo”

Munilla asegura en un libro que las mujeres son “cíclicas”, y advierte de que los procesos hormonales de estas pueden hacer que les de “por la limpieza”

El Obispo de San Sebastian, José Ignacio Munilla. /EFE

IÑIGO ADURIZ

SAN SEBASTIÁN.- “Cuando desgajamos amor y sexualidad, esta última se convierte en una sustancia con poder adictivo, como ocurre con el alcohol, determinados fármacos o el juego”. Así lo considera el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en el libro Sexo con alma y cuerpo (Freshbook, 2015) que acaba de publicar junto a la seglar Begoña Ruiz Pereda. A juicio de este representante de la Iglesia Católica, “es muy distinto el placer que se obtiene de una relación sexual sin amor del de otra relación en la que amor es lo que se quiere comunicar”. Munilla equipara así ambas relaciones al “jamón de jabugo o jamón de paleta cocida”. “Se llama jamón pero no es lo mismo”, ironiza.

El libro, dirigido a responder preguntas que los ciudadanos cristianos se plantean en torno a la sexualidad, propone también una pregunta acerca de la diferencia de sexos. “El hecho de ser mujer, ¿condiciona la manera de sentir, de vivir, de estar en el mundo? El hecho biológico de ser varón, ¿condiciona su psicología?” Munilla y Ruiz Pereda consideran que sí. “El cuerpo sexuado condiciona la psicología”, aseguran. En su opinión, “una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad”. Esto, insisten, afecta incluso al “estado de humor” de esas mujeres: “pueden estar más sensibles o susceptibles, a algunas les da por la actividad o por la limpieza, se sienten más o menos vitales…”
El obispo y su colaboradora lamentan que en España “millones de jóvenes” se relacionen “desde el lío”, entendido este como “el contacto íntimo con alguien con quien no se tiene un compromiso formal”.

“No salen de él si no es para vivir alguna relación más estable, que en muchas ocasiones termina con la infidelidad de uno de los dos”, apuntan. Y concluyen: “¡Claro! Cuando ambos vienen de la cultura del rollo, no es fácil pasar a vivir algo más profundo y maduro”. A renglón seguido, aseguran que “divertirse en clave de ‘lío’ es como ‘ir a buscar cacho’. ¿Cachó de qué? ¿De chorizo? ¿De morcilla? ¿De butifarra?”, se preguntan. Lo que ocurre, a su juicio, es que “persona igual a… ‘cacho de carne’. Esta es la consecuencia de convertir el placer en el sentido último de la sexualidad”. El “lío”, recalcan, “es algo así como la comida basura: uno reconoce que no es buena para la salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece”.

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“Actos desordenados”

En las 165 páginas del libro no se hace ninguna recomendación en cuanto al uso de métodos anticonceptivos ni que eviten enfermedades de transmisión sexual. Además, Munilla y Ruiz Pereda tan sólo dedican dos escuetos párrafos para abordar las relaciones homosexuales. Se valen de una cita del Catecismo de la Iglesia Católica que afirma que “apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Añade, además, que los homosexuales, en sus prácticas sexuales, “no pueden recibir aprobación en ningún caso”.

Los autores también dedican otro espacio del trabajo a hablar de los abusos. Se permiten recordar que “el cuerpo está hecho para sentir y siente siempre, a no ser que sufra algún tipo de trastorno”. A continuación señalan que “tanto es así que la víctima de un abuso puede responder sintiendo excitación, ante un gesto en ningún caso querido. ¿Cómo es posible? Porque el gesto ha sido íntimo y porque la persona está hecha para sentir en su cuerpo”. De hecho, insisten, “esta es una de las razones por las que una víctima de abuso sexual puede –erróneamente– creer que ella, de algún modo, provocó que el abuso se diese”.

“No hay relaciones sexuales seguras”
Munilla y Ruiz Pereda critican que la “mentalidad” de hoy en día se base en el “protégete y disfruta”. Pero a pesar de la existencia de los preservativos, que hoy en día evitan la transmisión de enfermedades que pueden llegar a ser mortales, ellos insisten en que “no existen relaciones sexuales seguras” porque “protección no es igual a seguridad”, ya que “los más de 100.000 abortos que cada año se realizan en España así lo atestiguan”. Además, se preguntan qué ocurre “aunque no hubiera” Infecciones de Transmisión Sexual o embarazos. “¿Qué pasa con el corazón? ¿Quién lo protege?”.

Respecto a la masturbación, en el libro se considera que se trata de “una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer, sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”. Así, emplazan a los lectores a “luchar por no masturbarse”, porque “hacerlo introduce un patrón de comportamiento, una vivencia repetida que se convierte en el modo habitual en el que uno entiende la sexualidad”. Es, según ellos, “una vivencia mecanizada, automática, rápida y despersonalizada”, que “convierte el cuerpo en algo que manipular para obtener una satisfacción inmediata”. La pornografía, apuntan, “está unida a la masturbación”, y aunque “normalmente ha estado dirigida al público masculino” ahora “que las mujeres, a consecuencia de la ‘revolución sexual’, reproducen modelos de comportamiento masculino, también entran en este desorden con cierta frecuencia”.

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