Este artículo se publicó hace 15 años.
Los uigures buscan a sus muertos en Urumqi
Pekín repite la estrategia del Tíbet para anular las voces del exilio
Nada en el cementerio de las minorías de Urumqi sugiere que la ciudad ha sido el campo de batalla en el que han y uigures han protagonizado la peor lucha fratricida de los últimos 20 años en China. El silencio sepulcral contrasta con el ruido ensordecedor del centro de la capital de Xinjiang, donde el repicar de las marchas militares se funde con el griterío de la propaganda que escupen los altavoces.
Una semana después de que estallara la violencia interétnica, nadie ha traído aquí alguno de los cuerpos de los 184 muertos que según el Gobierno chino provocaron los enfrentamientos. "No han llegado cadáveres", explica a Público un empleado del cementerio. "Sabemos que hay 46 uigures muertos, pero no están aquí".
Identificación genéticaLas autoridades indicaron que se está procediendo a la identificación genética y piden a los allegados que reconozcan los restos. Pero no todos los desaparecidos figuran en los registros oficiales.
"Rahmed, de 76 años, está en paradero desconocido desde el día 6 de julio. Si tienen cualquier información, llamen a los siguientes números", rezaba un anuncio acompañado de una fotografía y colgado en el barrio del Gran Bazar, corazón de la comunidad uigur. Como sucediera en el levantamiento de Lhasa del año pasado o en la revuelta de la Plaza de Tiananmen, muchas familias no logran encontrar a sus familiares, que no figuran en las listas de la policía.
Pekín publicó el viernes un balance detallado de víctimas en el que asegura que hubo 137 han y 46 uigures muertos, además de un hui, otra minoría de confesión musulmana.
Acusaciones contra KadeerLa cifra, como ya sucediera con el Tíbet, contrasta con la del exilio uigur, que eleva hasta 800 los fallecidos. La opositora y presidenta del Congreso Mundial Uigur, Rabiya Kadeer, asegura además que el grueso de las víctimas pertenecen a la minoría uigur y no a la han.
El Gobierno chino atribuye a Kadeer, quien pasó seis años en una cárcel china por su activismo, el mismo papel protagonista que otorgó al Dalai Lama durante los disturbios el Tíbet en marzo de 2008. En un artículo de la agencia oficial Xinhua se asegura que Kadeer "tiene un estrecho contacto con organizaciones terroristas" y llamó por teléfono en los días previos a los disturbios a su hermano en Xinjiang advirtiéndole de que "iba a pasar algo grande."
Kadeer niega su participación y asevera que su organización es de carácter moderado y propugna, principalmente, mejoras sociales para la comunidad uigur.
La apoyan organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch, que ayer advirtió en un comunicado que la militarización de Urumqi "apunta a que va a lanzarse una extensa y politizada campaña contra las comunidades uigures en la región, en vez de llevar a cabo una investigación imparcial y objetiva".
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