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Zapatero fue Pertini

El presidente del Gobierno vivió como un aficionado más la victoria del Barça ante el Manchester

RUT VILAR

El Olímpico de Roma se convirtió en un mar de lágrimas. Lágrimas de alegría teñidas de azul y grana. Las del llanto inconsolable de Sylvinho, que con 35 años no podía imaginar mejor colofón a su carrera. Las de Piqué, Etoo o Messi, que cayeron exhaustos sobre el césped cuando Bussaca silbó el final. Las del boludo Milito como le bautizó La Pulga, que esta vez sí bajó al césped a festejar con sus compañeros. Las de Iniesta, Xavi, Valdés...

Quien no lloró fue Zapatero. El presidente español no fue capaz de esconder una sonrisa perenne. Culé confeso, ejerció de Pertini, inolvidable presidente italiano cuya alegría contagiosa iluminó la final del Mundial celebrado en España en 1982. Y Gordon Brown, primer ministro británico, le envió un cortés SMS de felicitación.

Ayer, Zapatero se olvidó del protocolo y elevó los brazos al cielo de Roma celebrando los goles. Se mostró más eufórico que Laporta y, por supuesto, que Berlusconi. El presidente italiano y dueño del Milan no exhibió pasión futbolística alguna. Incluso echó una cabezadita durante el primer tiempo. Luego, animado entre Zapatero y el rey, sonrió.

Abajo, Guardiola, feliz, buscó, encontró y besó a su inseparable Estiarte. Henry saltó como no se le había visto nunca. Luego, en el palco, llegó la hora de Puyol, que levantó la copa de la orejas como ya hiciera en París. Significativo fue también el apretón de manos entre Guardiola y Platini, ídolo de juventud del técnico de Santpedor.

Y el trofeo circuló. Henry paseó por el campo con la única copa que le faltaba a modo de sombrero. Tampoco faltaron los besos y el cava, que corrió por gracia del delegado, Carlos Naval.

'Copa, Liga y Champions', bramaba la hinchada culé al ritmo del We willrock you de Queen. Iniesta estaba exultante. Llegó a la final justísimo hizo casi todas sus intervenciones con la pierna izquierda, la sana pero sobrado de velocidad mental e ilusión. Durante el partido, el de Fuentealbilla alentaba a la hinchada que respondía su gesto al grito de'¡Iniesta, Iniesta!'.

Los goles de Etoo y Messi encontraron a la afición azulgrana situada en el fondo norte con el corazón en un puño. Unos seguidores que estallaron al ritmo marcado por los jugadores cuando, con la Copa hincada en la hierba, se tiraron en plancha sobre el ya histórico césped del Olímpico de Roma. La Ciudad Eterna.

 

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