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Los algoritmos adictivos te convierten en esclavo de las grandes plataformas

Azúcar, nicotina, potenciadores del sabor... y ahora algoritmos. Cualquier cosa vale con tal de tener enganchado al consumidor y maximizar los beneficios económicos. 

Ilustración que refleja a un joven enganchado a su teléfono móvil
Ilustración que refleja a un joven enganchado a su teléfono móvil. Doctorxgc / Wikimedia Commons

Depresión, irritabilidad, dependencia, merma del rendimiento en los estudios o en el trabajo, ansiedad, trastornos alimentarios, baja autoestima, trastornos del control de impulsos... Son algunas de las consecuencias que puede tener la adición a las pantallas, ya sean redes sociales, videojuegos o Internet en general. Una adición de la que, hasta hace muy poco, se culpaba al afectado.

Sin embargo, revelaciones y estudios recientes dejan claro que las aplicaciones que todos usamos -y las que están de moda, todavía más- están diseñadas para crear adicción en cualquiera, por muchas habilidades sociales que uno tenga, por muchos límites que le pongan en casa o por muy bien amueblada que tenga la sesera. Ya no basta con apelar al autocontrol del usuario, estamos hablando de productos fabricados para crearnos dependencia, igual que pasa con el tabaco.

TikTok, Instagram, Snapchat, Netflix, YouTube... "son droga dura para el cerebro en desarrollo", dice a Público Dominica Díez Marcet, psicóloga clínica responsable de la Unidad de Adicciones Comportamentales de la Fundación Althaia, dentro de la Xarxa Asistencial de Manresa. "Las demandas de salud mental relacionadas con la adicción a pantallas se han multiplicado en los últimos cuatro años", apunta.

Y es que "no hay autodisciplina que pueda vencer los trucos de la industria tecnológica, impulsados por ejércitos de diseñadores y psicólogos para mantenerte pegado a la pantalla. Si no actuamos ahora, esto va a tener un impacto en la salud mental y en el desarrollo cerebral de las generaciones venideras", afirmaba la diputada europea Van Sparrentak, miembro del Comité sobre el Mercado Interno y la Protección del Consumidor del Parlamento Europeo.

En busca de una regulación para atajar sus estragos

Hace unos meses, en diciembre de 2023, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que "invita" a la Comisión Europea a "proponer, cuando sea necesario, legislación contra el diseño adictivo". En ella, se señala que "ciertas plataformas y otras compañías tecnológicas explotan vulnerabilidades psicológicas de las personas para diseñar interfaces con intereses comerciales que maximizan la frecuencia y duración de la visita de cada usuario".

En este documento, se pide a la UE que prohíba de forma urgente prácticas que todavía no aparecen en la lista de la Directiva de Prácticas Comerciales Injustas ni en otra legislación europea. Entre ellas, el scroll infinito, autoplay por defecto o las notificaciones push y los acuses de recibo o de lectura. Mecanismos, todos ellos, para tocar las teclas de la adicción en nuestro cerebro.

Además, continúa el documento, "la Comisión deberá valorar los efectos adictivos y en la salud mental de los sistemas de recomendaciones personalizadas, basados en la interacción del usuario, que mantienen al usuario en la plataforma todo el tiempo posible en vez de servirle información de una forma más neutral".

Estragos en el cerebro en crecimiento

En cuanto a sus consecuencias, un importante estudio con 178 participantes de 12 años, publicado el años pasado en Jama Pediatrics, deja claro que quienes usan más las redes sociales tienen afectadas las áreas cerebrales relacionadas con el refuerzo y el castigo. Esto se traduce en "anestesia afectiva y menor capacidad de regular emociones", nos explica Díez Marcet.

También, en "desbordamiento emocional con cuestiones de la vida cotidiana porque no han desarrollado capacidad de gestionar la frustración. Si no gestionan sus emociones no es porque no quieran, es porque su cerebro está afectado estructuralmente. Es muy grave", añade esta experta.

Para un observador externo, "tiene el mismo patrón que otras adicciones conductuales, como la compra compulsiva o el juego patológico. Cumple los criterios de dependencia psicológica y otros rasgos del síndrome de abstinencia si no se puede conseguir. Además, el paciente cada vez necesita más tiempo para satisfacer esa ansiedad, experimenta distorsiones cognitivas (niega o minimiza el problema) o conflicto con el entorno familiar, social o laboral", nos explica Díez Marcet.

¿Por qué quieren las plataformas digitales causarnos ese daño?

La respuesta siempre es el dinero. Aunque, en este caso, el mecanismo es un poco más retorcido que en el caso del fumador que necesita comprar más cigarrillos.

Cuanto más tiempo pasas navegando en Internet, interactuando en tu red social, mirando WhatsApp o viendo vídeos o películas en YouTube, Netflix o TikTok, más información sobre ti regalas a esas plataformas. Sobre tus horarios, tus gustos, tu ubicación, tus aficiones, tu grupo de amigos, tu forma de relacionarte, tus intereses políticos, tus inclinaciones sexuales...

Todo eso que a simple vista puedes pensar que no le interesa a nadie, es valioso para las plataformas, que la venden al mejor postor en el mercado de datos. Los compradores, que muchas veces son anunciantes, lo usarán para fines de todo tipo: para trazar estrategias de marketing a medida, de persuasión o manipulación personalizada -política, social o comercial- y otras oscuras intenciones que no conocemos.

El caso es que tus datos valen dinero. Tanto, que son la fuente de ingresos y el modelo de negocio de los gigantes de Internet. Por eso, cuanto más tiempo pasas conectado, más datos les das. Y más dinero ganan.

Mientras, según datos de la última Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España y la Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España, publicados en enero de 2023, sabemos que un 3,5% de la población de 15 a 64 años ha realizado un posible uso compulsivo de Internet en 2022. El porcentaje sobre a 23,5% cuando hablamos de estudiantes de 14 a 18 años. Casi uno de cada cuatro.

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