Este artículo se publicó hace 2 años.
La ciencia en Catalunya, abocada a la precariedad y temporalidad: "Para seguir investigando no podía quedarme"
A pesar del prestigio internacional que ha cultivado la investigación en Catalunya y el Estado, la falta de financiación y la excesiva dependencia de fondos extraordinarios y becas multiplican la temporalidad y los sueldos bajos y empujan a los investigadores a marcharse o a dejar la carrera investigadora.
Emma Pons Valls
Barcelona-Actualizado a
Júlia Faura se doctoró en el campo de las neurociencias en Barcelona el pasado septiembre. A los pocos días se trasladó a Bélgica, donde decidió proseguir con la carrera investigadora: "Si quería seguir investigando, sabía que no podía quedarme en Catalunya". No le costó demasiado encontrar la plaza en la que trabaja actualmente, ya que en el extranjero es fácil acceder a diversidad de ofertas, explica en una videollamada con Público.
España figura como el 12º país en número de publicaciones en 2020
La investigación en nuestro país goza de prestigio internacional y hay indicadores que demuestran su buena salud. España figura como el 12º país en número de publicaciones científicas en 2020. Sin embargo, para Josep Samitier, presidente de la Associació Catalana d'Entitats de Recerca, se trata de "una situación buena pero frágil". La falta de inversión a partir de la crisis de 2008 hace que la financiación sea "insuficiente" para mantener el nivel a largo plazo, lo que acaba provocando que, a día de hoy, el sistema se mantenga a expensas de una precariedad endémica.
"Los buenos resultados, cuando resulta que invertimos menos que la media europa, son un poco heroicos. Es como luchar contra los elementos. Demuestra un máximo de eficiencia pero hace que se pierdan cosas por el camino", advierte Samitier. Una de ellas es personal investigador. Sueldos bajos, temporalidad, inestabilidad y falta de plazas fijas marcan un horizonte que empuja a muchas personas a dejar la investigación o a marcharse fuera, como ha hecho Faura.
La investigadora explica que no es algo extraño encontrar a investigadores trabajando sin cobrar, o con contratos a tiempo parcial cuando realmente están a jornada completa. "A veces los doctorandos apuran el tiempo de la beca, que normalmente son tres años, para terminar el trabajo experimental, y cuando acaban deben escribir toda la tesis en su casa sin cobrar ni un euro", lamenta.
Precariedad más allá del doctorado
Esto no afecta sólo a los investigadores jóvenes, puesto que mientras que los investigadores predoctorales sí tienen normalmente por debajo de 30 años, una vez leída la tesis la precariedad no se desvanece y continúa en las etapas posteriores.
El decrecimiento de la inversión desde 2008 ha provocado una excesiva dependencia de proyectos y becas
Después de hacer el doctorado, comienza la etapa postdoctoral, donde se investiga bajo supervisión de un investigador principal. Cuando acaba, ya se puede optar a liderar un grupo. Pero llegados ahí, el problema es que no hay plazas. Faura define la carrera investigadora como un "embudo" puesto que a medida que se avanza, van disminuyendo las oportunidades. A pesar de valorar la movilidad, Samitier apunta que "llega un momento en el que el investigador debe encontrar el encaje en el sistema", en forma de unas plazas fijas que no llegan.
El decrecimiento de la inversión pública desde la crisis de 2008 ha hecho que los centros y universidades dependan de forma excesiva de proyectos y becas. Actualmente, los centros de investigación gozan de un 25% de financiación estructural y un 75% de fondos extraordinarios. Para estabilizarse, el primero debería ser de un 33% o de un 50%, al menos, apunta Samitier.
"Si dependes mucho de los fondos competitivos, esto te afecta para poder mantener los equipos y el personal. Si no obtienes la financiación y deben marcharse, el conocimiento que se ha generado en el laboratorio se pierde", afirma el investigador. Normalmente, la financiación estructural es pública, aunque a veces también la aportan fundaciones o empresas.
La temporalidad o contratación de categorías inferiores para reducir gastos salariales es una característica común con otros sectores del mercado laboral. En las universidades, esto se plasma en el aumento de profesores asociados, y en los centros de investigación, también existe una elevada temporalidad. "Eso hace muy difícil mantener el talento", lamenta Samitier. Por todo ello, los investigadores han sufrido un envejecimiento, que hace que actualmente la media de edad sea mayor que en 2008.
Fuga de cerebros
La situación acaba desembocando en una "fuga de cerebros" de profesionales formados mayoritariamente de forma pública que acaban marchándose y aportando su conocimiento a otro país. Samitier reconoce que entonces es difícil que la gente apueste por volver. Sin embargo, señala avances, como que este año el programa ICREA recupera las 20 plazas anuales, recortadas a 10 desde 2008. "Es una muy buena noticia para la atracción de talento, ya que ofrecen un contrato indefinido y esto permite asegurar la planificación futura".
Con la crisis, España redujo la financiación en ciencia, mientras que Catalunya la congeló
Con la crisis, España redujo la financiación en ciencia, mientras que Catalunya la congeló. Por el contrario, otros países han realizado una "apuesta estratégica" por el sector. "La distancia con estos países ha aumentado", apunta Samitier. Actualmente, Catalunya destina el 1,45% del PIB a la investigación, frente al 1,2% del Estado, y el investigador apunta que para mejorar la competitividad debería ser del 2%, alcanzando la media europea.
"Todo es tan inestable que nunca sabes dónde podrás acabar trabajando"
Hay gente también que acaba decidiendo dejarlo. En el laboratorio donde Faura realizó el doctorado, calcula que aproximadamente la mitad de investigadores no seguirán. Irán a la empresa privada o cursarán el máster de profesorado de secundaria. "La gente se va quedando por el camino, no sólo por el trabajo, sino por las condiciones que lo rodean".
Nuria Coll-Bonfill investiga en Estados Unidos en el campo farmacéutico y biotecnológico desde hace cinco años. En un tuit, se quejaba de que las perspectivas de quedarse en España para hacer el posdoctorado "era cobrar 150 euros más al mes, de un sueldo ridículo de 1.100". Realizó toda la tesis doctoral, casi seis años, con un contrato de obra y servicio. Aunque reconoce que marcharse fuera es una oportunidad en muchos sentidos, cree que debería haber "la posibilidad de pensar en realizar una carrera investigadora en nuestro país".
Según, la investigadora Nuria Coll-Bonfill, fomentar la inversión público-privada dejaría atrás la precariedad
No cree que pueda volver, aunque sí intentará trasladarse a Europa para, al menos, no estar tan lejos de casa. "Estoy terminando mi posdoctorado y pienso ir a la industria privada, donde me ofrecerán trabajo más estable", afirma. Para ella, una de las medidas para dejar atrás esa precariedad sería fomentar la inversión público-privada para así "poder ofrecer posibilidades a los investigadores que estás formando".
"Si tienes familia, tiene que ir a remolque tuyo, todo es tan inestable que nunca sabes dónde podrás acabar trabajando. Y la gente se cansa", afirma. En otros países, la situación es diferente, ya sea porque destinan más gasto público a la investigación o por una mayor cooperación con la industria privada, por ejemplo. "Es un sistema bastante precario en todo el mundo pero si encima es un país que invierte poco en investigación, la precariedad se multiplica", dice Coll-Bonfill.
Efectos sobre la salud mental
Todo ello hace que se trate de un sistema "con muchísima competitividad y presión", coinciden las entrevistadas. Esto acaba pasando factura sobre la salud mental de los investigadores: "Es bastante duro por la inestabilidad y el no saber. Te acaba afectando mucho, también a tu vida personal", dice Faura. "Hacer una tesis doctoral es duro. Trabajas muchas horas, más de las que deberías hacer por lo que te pagan, pero tienes un objetivo", añade Coll-Bonfill. Los investigadores sufren ansiedad y sienten frustración y, a veces, se sienten poco valorados por el entorno. "Estamos considerados eternos estudiantes y eso quema. Estamos trabajando", recuerda Coll-Bonfill.
Al hablar de investigación, normalmente la primera imagen que nos viene a la cabeza es un laboratorio y una bata blanca. La investigación en ciencias sociales y humanidades está mucho más invisibilizada y tiene menos prestigio, pero también es una vertiente clave de la ciencia, especialmente en las universidades.
Clara está haciendo un doctorado en derecho ambiental y género en una universidad catalana y explica en una videollamada con Público cómo, a diferencia de otros campos en los que las investigaciones se hacen en equipo, en su ámbito prima el individualismo: "Es una carrera que haces tú sola, y nos sentimos bastante solos", apunta.
Cuanto más se avanza en la carrera investigadora hay menos presencia de mujeres
Ella tiene un contrato temporal, de tres años, que incluye algunas horas de docencia. "Esto también precariza porque da igual las horas que destines, está incluido en el contrato y no representan ni un plus ni un extra", a diferencia de otros países, donde la docencia se remunera aparte.
Para ella, el mayor problema son las perspectivas de futuro. "Antes cuando terminabas el doctorado entrabas por la puerta de la universidad. Ahora no vales para nada, porque no has tenido tiempo de publicar, y debes competir con todo el mundo". Ella, al igual que el resto de las entrevistadas, valora la movilidad, pero señala "el impacto emocional y la desestabilidad" de "ir de un sitio a otro haciendo estancias".
Su objetivo es ser investigadora y docente, pero a veces duda de que pueda conseguirlo. "La universidad está envejecida, hay como un tapón, y puede que con 40 años todavía no tengas plaza". Esta precariedad se agrava en el caso de las mujeres, que mientras que al inicio de la carrera investigadora son mayoría, a medida que avanzan van cayendo por el camino: "Las estadísticas evidencian que las mujeres desaparecen según va subiendo la escalera jerárquica", señala.
Soluciones y perspectivas de futuro
Las soluciones a esta situación son complejas, y aunque el escenario es complicado, Samitier apunta varios caminos esperanzadores. Por una parte, en mayo de 2020 se aprobó en Catalunya el Pacte Nacional per a la Societat del Coneixement, que finalmente, con los presupuestos para 2022 aprobados, contará con financiación para implementarse. Además, también confía en que la llegada de los fondos Next Generation de la Unión Europea permitirán aumentar la inversión.
Una mayor regulación sobre la contratación también contribuye a controlar la precariedad, y en este sentido, la aprobación del Estatuto del personal investigador predoctoral en formación (EPIPF) en 2019 sentó un punto de partida de cara a ampliar su protección, aunque insuficiente. Por otra parte, actualmente está en debate la reforma de la Ley de la Ciencia a nivel estatal, así como la primera ley de la ciencia en Catalunya. Esto, para Samitier, es importante de cara a "tener un marco legislativo que consolide e impulse" el sistema de investigación. "Estamos en una época frágil pero con cierta esperanza de que se pueden aportar soluciones", concluye.
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