Este artículo se publicó hace 13 años.
El artista que abrió la modernidad en Cuba
Fundación Arte Cubano estudia al pintor Víctor Manuel
Primero montaron la editorial en 2007 y al año siguiente crearon la Fundación Arte Cubano para legitimar y promocionar por todo el mundo un patrimonio artístico desconocido. Sus primeras miradas se centran en la obra legada por la vanguardia histórica y desde el primer momento han evitado que se les señale como una "sombra política de Cuba". Así que caminan al margen de cualquier ideología política y centran sus investigaciones únicamente en el aspecto artístico.
"El arte político es complicado, así que decidimos evitarlo y mostrar los proyectos de una de las épocas artísticas más ricas del país, la de las vanguardias. Hemos conseguido mantenernos al margen de la política y ahora somos la referencia de los catálogos de subastas internacionales sobre arte latinoamericano", reconoce Enrique Sotto, director de la fundación (www.fundacion artecubano.org).
Víctor Manuel García regresó de París impresionado por Gauguin
Sotto asegura que hay un interés creciente por el arte contemporáneo cubano, pero el de las vanguardias tendrá un recorrido importante en los próximos años, cuando se conozca más a los autores y el mercado los acepte. Por eso la fundación se apoya en los amplios catálogos razonados de la editorial, en los que los investigadores Ramón Vázquez (autor del libro sobre Víctor Manuel García) y José Veigas (coordinador del de Mariano Rodríguez) desarrollan la evolución de estos creadores.
La Fundación Arte Cubano quieren llegar al corazón de los coleccionistas españoles, "aferrados a la pintura de su país y a lo español". Pero de momento, el principal mercado de la pintura cubana "sigue siendo las ventas en subastas cautivas por los compradores cubanos con dinero, por ejemplo, en EEUU", explica Sotto.
Uno de esos pintores muy poco conocidos en España es Víctor Manuel García (La Habana, 1897-1969), que tuvo "una actividad militante e intransigente a favor del modernismo, que contrasta con la inmovilidad esencial de su creación", como apunta el historiador del arte Ramón Vázquez Díaz en el catálogo. Fue la suya una personalidad dividida entre la irradiación de la personalidad de la isla y la renovación artística, que descubrió en su viaje a París en 1927. Al regreso, impresionado por los avances de Gauguin, es recibido como el "jefe de escuela", ejerciendo un antes y después. Y sin embargo, fue un pintor de paradojas, capaz de ceñirse a la moderación clásica al tiempo de pintar algunas de las obras capitales del arte moderno en Cuba.
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