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Federico García Lorca Los 18 días de Lorca en Uruguay

Su estancia en el país latinoamericano marcó profundamente al poeta. Aunque es un capítulo sobre el que se ha pasado de puntillas en sus biografías, allí descubrió la dimensión internacional de su obra. Cuando se cumplen 83 años de su muerte, su resonancia aún es palpable.

El libro ‘Primer romancero gitano” con la firma del autor y su dedicatoria a Margarita Xirgu.

Loreto Mármol

Muerto cayó. Sangre en la frente y plomo en las entrañas. Lo mataron cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Lo cuenta Antonio Machado en un poema. Era la madrugada del 18 de agosto de 1936. A un mes del alzamiento. Fue pasado por armas uno de los mayores exponentes de la literatura en lengua española. Federico García Lorca fue el primer mártir, el primer muerto célebre de la guerra civil.

Después silencio. El régimen impuso la desmemoria. Sin embargo, a un océano de distancia, el más querido de todos los poetas y dramaturgos españoles seguía vivo sobre los escenarios. Dignidad, teatro y memoria para alejar la araña del olvido. El telón rojo frente a las telas grises del tiempo. Hasta hoy.

El profesor y escritor Eduardo Roland afirma que “Lorca sigue muy vivo en la historia uruguaya, a la vez que va captando a nuevas generaciones de lectores y parte de su obra figura en los programas de enseñanza secundaria”.

Federico García Lorca fue el primer mártir, el primer muerto célebre de la guerra civil

Pablo Rocca, profesor titular de Literatura Uruguaya en la Universidad de la República, destaca “la extrema relevancia del teatro de Lorca, que no ha cesado de representarse”. No hay temporada teatral en que no se ponga en escena una pieza lorquiana. En Uruguay cada sexto año de las diferentes décadas, sin excepciones, se organizan acontecimientos para mantener viva la memoria del poeta.

También en otras fechas redondas. Hace unos meses, por el 120 aniversario de su nacimiento, se celebraba un recital de Poeta en Nueva York, interpretado por Estela Medina, que tuvo una relación directa con Margarita Xirgu, la actriz catalana a la que Federico consideraba su heroína, porque “ella rompe la monotonía de las candilejas con aires renovadores y arroja puñados de fuego y jarros de agua fría a los públicos dormidos sobre normas apolilladas”, diría el granadino.

Margarita Xirgu, la heroína de Federico García Lorca

Existe una herencia genéticamente artística. Margarita, como aún se la sigue nombrando en el ambiente teatral uruguayo, “formó a una camada de actores de primera línea”, explica Roland.

Los estrenos iban precedidos de unos minutos de silencio en homenaje al poeta

En 1949 la actriz de Lorca fijó su residencia en Montevideo y dirigió el elenco oficial del país (la Comedia Nacional) y la Escuela Municipal de Arte Dramático. “He creado una escuela, un gusto, una sensibilidad teatral en este país, muchos discípulos. Vosotros sois mi testamento”, le decía el símbolo del teatro lorquiano a sus alumnos. “Y una parte significativa de ese rico testamento fue el amor incondicional por Federico, impronta que aún se siente no sólo en el ámbito de aquellas primeras generaciones de actores, sino en casi todo el ambiente teatral y cultural uruguayo”, prosigue Roland.

En enero de 1936 Xirgu inició su cuarta gira por América con obras de Federico, a la que el poeta se incorporaría en verano, después de terminar el encargo de la actriz: un texto que le diera la posibilidad de encarnar un personaje de mujer dura, contraria al último papel que la había atrapado como Doña Rosita. El resultado fue La casa de Bernarda Alba. El adelanto de aquel viaje lo habría salvado.

Margarita no regresó a España. La guerra civil, la mundial y el régimen franquista hicieron de lo que sería una gira un exilio definitivo. Dados los acontecimientos, tardó nueve años en representarse su obra póstuma. El mayor acontecimiento lorquiano en el Río de la Plata -Buenos Aires y Montevideo- en los años 40 fue el estreno mundial del último drama escrito por el dramaturgo.

La actriz Margarita Xirgu entre Justino Zabala Muniz (izquierda) y Enrique Amorim (derecha) el día de la inauguración del primer monumento en el mundo a Lorca (1953).

La actriz Margarita Xirgu entre Justino Zabala Muniz (izquierda) y Enrique Amorim (derecha) el día de la inauguración del primer monumento en el mundo a Lorca (1953).

En cada una de sus actuaciones revivía a Lorca. Lo subía a las tablas, porque “el teatro es poesía que se levanta del libro y se hace humana”, diría en una ocasión el andaluz. Los estrenos iban precedidos de unos minutos de silencio en homenaje al poeta.

El artista podía atravesar el tiempo -y la muerte- con su obra. Cuando en España la censura acallaba a Lorca, en este rincón de América su figura crecía sin cesar. Muchos críticos teatrales afirmaban que el mejor teatro español se hacía fuera de las fronteras.

Muchos críticos teatrales afirmaban que el mejor teatro español se hacía fuera de las fronteras.

Había sido también la encargada de representar la primogénita Mariana Pineda. Quizá por eso el actor y director Ricardo Beiro quiere inaugurar con esa obra el Espacio Lorca, un gran centro cultural que se dedicará, entre otras cosas, a difundir el legado lorquiano. Aunque su construcción, que se paralizó hace tres años, está a la espera de conseguir el último empuje económico.

'Espacio Lorca', un nuevo centro cultural 

Beiro, que formó parte de la Comedia Nacional durante una década, destaca que “es necesario que el nombre de quien tanto ha influido en el teatro uruguayo esté en un lugar así en un país donde no se levantan teatros”.

“El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro bien orientado puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera. Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto está moribundo”, decía Lorca en su charla sobre teatro, un texto de 1935 que “se lee como la Biblia” en la Escuela del actor, donde Beiro lleva 25 años formando a profesionales.

En su opinión, es “el mejor homenaje a esta maravillosa personalidad del arte” que hacía su teatro nada más para que lo quisieran. “Siempre están su poesía fuerte, descarnada, directa, surrealista; su fuerza y estética particular; su teatro y su forma de ser, pensar y sentir”, prosigue.

El pasaje por el Río de la Plata fue decisivo para Lorca

Roland recuerda que “el Uruguay de los años 30 tuvo la dicha de conocerlo en persona”. Él y Rocca rememoran en el libro Lorca y Uruguay su estancia en Montevideo durante 18 días de un febrero de 1934. Pese a la brevedad, lo marcó profundamente, pues descubrió la verdadera dimensión de su literatura al otro lado del Atlántico. “El pasaje por el Río de la Plata fue decisivo para afirmar la imagen y repercusión de Lorca como poeta, dramaturgo y conferenciante”, indica Rocca.

Periodistas, fotógrafos, admiradores y personalidades lo esperaban en la breve escala que realizó en el puerto montevideano en octubre de 1933 antes de llegar a la capital argentina. Quince minutos de fama que serían el prólogo del asedio permanente que viviría y una muestra de un reconocimiento popular que hasta ese momento no había tenido en España.

El recibimiento, que fue propio de una estrella, venía precedido por la buena acogida de Bodas de sangre. Los empresarios comenzaban a asociar su nombre a rentabilidad.

Pronunció tres charlas con llenos absolutos, interpretaba canciones al piano y hablaba del aún desconocido ‘Poeta en Nueva York’, logrando aplausos entusiastas y un rotundo éxito de crítica. Dejaba un numeroso público cautivo y ávido.

Seducía a todos. Las crónicas hablaban de ese duende que tenía Federico, que se hacía querer por su contagiosa risa infantil. Su maravillosa alegría. Su lenguaje lleno de fuerza. Desbordaba cordialidad y humanidad. Su abundancia de vida brincaba por cada rincón.

Las crónicas hablaban de ese duende que tenía Federico, que se hacía querer por su contagiosa risa infantil

Juana de Ibarbourou, a la que se conocía como Juana de América, lo recordaba recitando en un “modo sin igual, ajustado en sus ademanes, pero tan bellamente enfático”. Su llaneza. Más adelante escribió: “Desafío de muchacho a los convencionalismos, sus hermosos ojos extrañamente melancólicos a pesar de la euforia de todo su ser”. Y dibujaba la imagen de un Federico “con su rosario tan tieso en la mano que parecía un alambre”, cuando la madre de la escritora lo invitó a la iglesia y él aceptó por cortesía.

Los homenajes se sucedían. Llegó a vivir esos días “un clima de asfixia”, opinan Roland y Rocca. Lo reconocían en la calle. Se coreaba “qué-lor-ca-qué-lor-ca”, bromeando con su apellido y el calor de esa época veraniega, en una típica inversión silábica propia del habla urbana rioplatense. A Lorca le encantaba. Escribió a sus padres: “Lo de Montevideo ha sido un éxito enorme. La gente me aplaudía en las calles. Ahí va Lorca”. En otra carta les decía: “Voy a echar de menos este país delicioso que tanto me quiere, y donde no hay cosa mía que no tenga repercusión”.

Todo ello le reportó unos ingresos que le permitían por primera vez, a los 36 años, independizarse económicamente de su familia. Aquí “tengo mi porvenir económico, pues puedo ganar el dinero que jamás ganaré en España”, dijo a sus padres por carta.

La Rambla, una avenida de 24 kilómetros le enamoró

Nada más llegar vería La Rambla, una avenida de 24 kilómetros que rodea la ciudad. Lorca quedó prendado con ese río-mar color león: “Estáis rodeados de mar. Pensé venir por pocos días. Pero ahora, mirando esta maravilla, voy a tener que quedarme quién sabe cuánto”. El mes y medio previsto en el Río de la Plata se convertiría en seis meses.

"Puede ser que ustedes me consideren extranjero. Pero yo no siento mi calidad de extranjero recién llegado a esta tierra que ya es mía"

El dramaturgo se sentía como en casa: “Esto es Castilla. Este es un paisaje humanizado. Manejas el paisaje en su maravilla de mosaico que se une y armoniza. Pero allá, en la Argentina, ¡la planicie! Lo que no podrás nunca dominar. Lo que siempre te dominará por el terror de la extensión, del verde sin límites. Esto es Asturias. Esto es mi patria. Me siento compatriota vuestro. Estoy en mi país. Te juro que en Cataluña siento más la lejanía de mi solar que aquí. Puede ser que ustedes me consideren extranjero. Pero yo no siento mi calidad de extranjero recién llegado a esta tierra que ya es mía”.

Federico García Lorca, fotografiado en los años treinta por la periodista francesa Marcelle Auclair.- MARCELLE AUCLAIR

Federico García Lorca, fotografiado en los años treinta por la periodista francesa Marcelle Auclair.- MARCELLE AUCLAIR

Los tonos infinitos de los verdes: “¡Los verdes!”, gritaba Federico. “Verde que te quiero verde”, siguen diciendo los uruguayos, a veces sin saber el autor. También permanece en la memoria colectiva el verso “a las cinco de la tarde”, que se recitó reiteradamente como forma de convocar la primera manifestación contra la dictadura de 1973. A esa hora en 18 de julio, el nombre de la principal avenida montevideana, el de la sala teatral que lo vio triunfante, la fecha en que se juró la Constitución uruguaya. Precisamente el día de San Federico, el mismo en que el general Francisco Franco anunciaba la insurgencia del Movimiento Nacional,

“Verde que te quiero verde”, siguen diciendo los uruguayos, a veces sin saber el autor

Existen muchos mitos sobre la estadía del poeta en Uruguay, como que terminó Yerma, sobre la que había escrito los dos primeros actos antes de embarcar. Esa era la intención. La actriz Lola Membrives lo llevó a Montevideo y lo instaló en el Hotel Carrasco, entonces en medio de un hermoso lugar costero, con el deseo de que allí encontrara tranquilidad para terminar esta obra en la que la eterna rival de Xirgu cifraba su negocio de la siguiente temporada.

Pero Lorca había apalabrado con Margarita que sería la protagonista. Al final cumplió su promesa terminando la tragedia en noviembre del 34, un mes antes de su estreno en Madrid, realizado por la compañía de su amiga.

En el Museo de la Asociación General de Autores del Uruguay se conserva junto a la máscara mortuoria de Xirgu un ejemplar de Primer romancero gitano con el autógrafo y la dedicatoria que le escribió a la actriz en 1931:

“Para mi queridísima Margarita
Recuerdo de amistad y profunda admiración”.

Junto al dibujo se leen unos versos de su obra La zapatera prodigiosa:

“La señora zapatera
al marcharse su marido
ha montado una taberna 
donde acude el señorío”.

Federico García Lorca

Federico García Lorca, en una imagen de archivo.

Los tesoros lorquianos

En la reducida iconografía lorquiana, destaca la secuencia que le hace el escritor Enrique Amorim -que sería un personaje clave en este periplo sudamericano-, que se reproduce en decenas de libros y reportajes. Aún mayor es su aporte de la única filmación que muestra a Lorca en movimiento, una breve película muda que por mucho tiempo se creyó perdida.

Otro de los codiciados tesoros del mundo lorquiano es el registro fonográfico con la voz del poeta. Sus palabras se grabaron en un disco cuando fue a dos emisoras de radio en Buenos Aires, pero nunca ha aparecido. Manuel Fernández-Montesinos, sobrino del poeta, relató a Roland que recibió una llamada desde Buenos Aires de un señor, que parecía muy mayor, que decía tener una grabación con la voz del poeta. De pronto, la llamada se cortó y jamás volvió a comunicarse.

Lorca eran todos: esos miles que aún yacen en las cunetas de un país que -después de Camboya- es el que más desaparecidos tiene en fosas comunes

“Uno nunca sabe lo que puede aparecer”, manifiesta Roland, que recuerda que en 2005 se encontró un dibujo inédito que Lorca realizó en Montevideo en 1934. Entre las exageradas alturas de sus iniciales el poeta plasmó una de sus típicas lunas y también una figura que raramente usaba: un sol, que se interpretó como una muestra de su alegría por el reconocimiento que estaba recibiendo en estas tierras que llevan un sol por bandera.

Enigmas entorno al poeta

Otro de los grandes enigmas es dónde se encuentran sus restos mortales. No saberlo agranda el mito. Quizá su fuerza reside en estar con los otros, como uno más. Lorca eran todos: esos miles que aún yacen en las cunetas de un país que -después de Camboya- es el que más desaparecidos tiene en fosas comunes.

Esa herida mal cerrada contrasta con abrirle las entrañas a la tierra para encontrar al muerto más esquivo. Al pie de un olivo se ha removido el terreno hasta en cuatro ocasiones. Y nada.

En la ciudad uruguaya de Salto, donde el río se pierde entre verdes líneas de frontera, hay un muro que es como una alegoría del sepulcro del desaparecido más buscado. Amorim fue el artífice de levantar en 1953 el primer monumento en el mundo a la memoria de Lorca. Pareciera que quiso darle, si no literal, sí simbólico entierro y tumba. Su forma recuerda a una lápida donde están grabados, a manera de epitafio, los versos de Machado:

“Labrad amigos 
 de piedra y sueño en el Alhambra
un túmulo al poeta
sobre una fuente donde llore el agua
y eternamente diga
el crimen fue en Granada, en su Granada”.​

En la otra orilla asoma la ciudad argentina de Concordia (para más inri). Ahora se accede al recinto a través de unas rejas pintadas de rojo y amarillo.

La inauguración se convirtió en una extraña ceremonia de tono fúnebre, con la representación de los fragmentos más oscuros de Bodas de sangre. En medio de la tragedia, un hecho quedó grabado en la memoria uruguaya. Lo recogió Eduardo Galeano: “Margarita Xirgu era, en escena, esa madre altiva y dolida. Cuando se apagaron los aplausos, un peón de una estancia se acercó a Margarita y le dijo, sombrero en mano, la cabeza gacha: “Le acompaño el sentimiento. Yo también perdí un hijo”.

Margarita Xirgu representando un fragmento de ‘Bodas de sangre’ sobre el monumento a Lorca en la ciudad de Salto (1953).

Margarita Xirgu representando un fragmento de ‘Bodas de sangre’ sobre el monumento a Lorca en la ciudad de Salto (1953).

Amorim, que calificó la escena de “acto justiciero”, sentenció: “Aquí está Federico”. Abrieron una fosa detrás de la lápida y enterraron una caja blanca de las proporciones de un osario. Durante las siguientes décadas, varias personas llevaban flores a ese lugar.

Abrieron una fosa detrás de la lápida y enterraron una caja blanca de las proporciones de un osario

Que allí yacen los restos del poeta es una hipótesis que plantea Santiago Roncagliolo en su libro El amante uruguayo. Una historia real, donde afirma que Amorim se enamoró de Federico y fue correspondido: “A lo largo de la investigación tres fuentes me declararon que en 1952 Amorim (que se relacionó con muchos de los nombres más importantes de la cultura del siglo XX) robó el cadáver de Lorca, o se lo compró a alguna autoridad corrupta, y lo llevó en secreto a Salto para enterrarlo tras el monumento”.

Pero al mismo tiempo reconoce que el también millonario “era un estratega de la ambigüedad y un hombre capaz de convertir sus ficciones en persuasivas realidades”. Había descubierto la fuerza publicitaria de la polémica.

Según Roland, el escritor se proyectó en la figura del uruguayo: “Fue un invento de marketing de Roncagliolo”. En palabras de Rocca: “La hipótesis carece de todo fundamento hasta donde pude investigar”.

Detrás del muro, un promontorio de roca y el barranco. El agua con su continuo fluir, como en eterno retorno. Porque “pasaremos nosotros, pero la obra del poeta quedará”, dijo Margarita. En palabras de Juana, “Federico está de frente a la inmortalidad”.

Lorca siempre vuelve.

Fotografía de archivo de Federico García Lorca. - EFE

Fotografía de archivo de Federico García Lorca. - EFE

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