Público
Público

José Antonio Nieto Solís: "La impunidad es congénita a esta crisis"

JORGE OTERO

José Antonio Nieto Solís es profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del colectivo EconoNuestra, pero tampoco le hubiera importado ser escritor. Autor de numerosos libros y artículos sobre economía internacional, Nieto Solís, ha unido su conocimiento científico y su vocación literaria para alumbrar El agua de la muerte (Editorial Verbum), novela negra con la crisis económica como trasfondo. A través del misterio, la intriga y los ingredientes clásicos del género, Nieto Solís, hace su particular ajuste de cuentas literario con los responsables de la crisis y explica en buena medida cómo hemos llegado a esta situación de auténtica 'depresión social', como él la define.

Convencido de que los científicos sociales deben tomar partido y de que la escritura es una forma de protesta tan válida como otras, Nieto Solís embarca al lector en una trama cargada de misterio en la que su heroína, la inspectora Marian Labordeta, debe investigar una serie de crímenes cuya víctimas son personas relacionadas con el poder político y financiero.

Esta es la segunda novela de Nieto Solís tras Un asesino en el rectorado, el libro que inaugura la serie de la inspectora Labordeta.

¿Cómo describiría su libro a alguien que no la haya leído?

El agua de la muerte es una novela negra que, además de los elementos más clásicos del género, en concreto una investigación policial, contiene una crítica social y un conjunto de interpretaciones de carácter económico sobre la crisis. Creo que esa combinación puede resultar atractiva al lector.

¿Cómo se le ocurrió explicar la crisis a través de una novela negra?

Como investigador social me parece más importante escribir sobre una realidad e intentar explicarla que escribir sobre algo lejano e idílico. El género de la novela negra otorga una flexibilidad muy grande a la hora de escribir y permite acercar al autor y al lector a temas de actualidad, a temas que nos preocupan.

¿La crisis es es sí misma una mala novela negra?

Creo que la crisis se ajusta mucho al esquema de una novela negra: sus consecuencias superan lo que uno podría imaginarse en el peor de los escenarios.

En la ficción siempre se halla a los culpables y en la mayoría de los casos terminan pagando por sus delitos. ¿Los culpables de la crisis terminarán pagando sus culpas?

La impunidad es congénita a esta crisis. De vez en cuando algunos culpables caen porque les cogen con las manos en la masa; otros, sin embargo, como sucede también en la novela, se escapan porque la Justicia es muy lenta y los delitos prescriben. Los grandes dignatarios del capital financiero se van a escapar porque son anónimos y ya se encargan ellos de buscar un lugar intermedio entre lo legal, lo formal y lo que no es legal ni formal. Muchos culpables de esta crisis van a escaparse, pero la esperanza que tenemos los ciudadanos es que otros muchos, a ser posible muchísimos, terminen pagando.

¿Estamos a tiempo de escribir otro final de la crisis que no sea el de los ciudadanos pagando los excesos de otros?

La sensación dominante en estos momentos de recesión y de depresión social es que queda poco margen para actuar. Pero tenemos que seguir pensando que las cosas se pueden cambiar. Primero, a través de los cauces establecidos, a través de los procesos electorales, votando a alternativas que prometan hacer las cosas de otro modo; y luego a través de la participación ciudadana, de procedimientos alternativos e instrumentos cívicos que inviten al poder a reflexionar sobre la brecha que se está abriendo entre la ciudadanía y sus gobernantes. Si lo conseguimos podremos cambiar cosas. No es nada fácil pero no perdamos la esperanza.

¿Esa depresión social de la que habla es la que impide que la protesta en la calle vaya a más?

Debería haber más gente protestando y mucha más movilización social porque esta crisis es una estafa colectiva a toda la sociedad. La gente empieza a ver que sus hijos y sus nietos vivirán peor en el futuro, pero unos porque están desanimados, otros porque tienen miedo y otros porque no tienen medios económicos, al final se hace difícil luchar contra el poder. Para eso hace falta imaginación. No es la imaginación al poder, como se decía en 1968, sino que la imaginación es necesaria para luchar contra el poder. La literatura, por ejemplo, puede ayudar a que la gente se levante.

¿En ese sentido, la novela es un particular ajuste de cuentas, o un desahogo?

Muchos de los que la han leído me han trasladado su impresión de que, de algún modo, hay una venganza literaria. Por poner un ejemplo, la novela arranca con el asesinato de un exconsejero de un gran banco. Que en la primera página de la novela muera una persona tan significativa y el resto de crímenes que aparecen en la novela también involucren a personas muy relacionadas con el poder y la corrupción, es obviamente es una venganza literaria, pero más colectiva que del autor.

¿Lo que narra en su novela podría ocurrir algún día en la realidad?

Perfectamente: siempre puede haber ciudadanos que individual o colectivamente decidan protestar fuera de la ley, llamando mucho la atención para que otras personas tomen conciencia o simplemenente para dejar constancia de su indignación. En la novela hay un poso muy fuerte de indignación que afecta a casi todos los personajes, incluidos los propios policías que investigan los crímenes. Pero yo casi prefiero dejar que sea el lector el que saque sus propias conclusiones.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?