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El cayuco llega a la narrativa

La narrativa española actual retrata la realidad de los inmigrantes

Paula Corroto

Ortega y Gasset dijo una vez: 'El tema de la novela es siempre la actualidad'. Son palabras que recuerda el escritor Juan Bonilla y que hoy, más de 50 años después, se vuelven a cumplir. ¿Con qué motivo? La creciente aparición de los inmigrantes como personajes de ficción en la narrativa española actual.

Algunos ejemplos recientes: Nunca pasa nada, de José Ovejero (Alfaguara), El padre de Blancanieves, de Belén Gopegui (Anagrama), Los príncipes nubios, del propio Bonilla (Seix-Barral), o Madre mía, que estás en los infiernos, de la ganadora del último premio Café Gijón, Carmen Jiménez (su publicación en Siruela está prevista para mayo).

A priori, esta denuncia es positiva, según reconoce José Ovejero. Y es que ahora los inmigrantes están ahí, nos preocupan, como siempre han demostrado los datos del CIS al citar la inmigración como uno de nuestros problemas, 'pero no nos ocupan demasiado sus vidas, ni su situación', añade Carmen Jiménez.

La novela puede ayudar a acotar el distancimiento entre ese nosotros y ellos. 'Esa pared que nos separa y que fomenta que crezcan los prejuicios tanto nuestros como suyos', aporta Ovejero.

Motivos sociales

'Pensamos que el inmigrante que está aquí no tiene ni dinero, ni estudios -asegura Jiménez-. Sin embargo, hay muchos motivos para huir de un país. En el caso de este personaje que yo he creado, pero que parte de alguien real, las razones no tienen que ver con la economía ni la posición. Eso nunca sale en los periódicos'.

Ahora bien, eso no impide que, en la mayoría de los casos, los emigrados sean tipos que viven en la marginalidad y con trabajos muy precarios. 'Pero eso no es un tópico, sino que es la realidad. Y es una realidad tan válida literariamente como la del inmigrante feliz', dice Bonilla.

Los escritores son conscientes de que la verdadera visión de los inmigrantes llegará cuando sean ellos los autores. 'En Francia e Inglaterra la literatura inmigrante se escribe sola. Espero que algún día nuestros mejores escritores tengan apellidos árabes o de Mali. Sería una inyección de vigor para nuestras letras', resume Juan Bonilla.

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