Este artículo se publicó hace 14 años.
Manuel Alexandre, el secundario que silenció al protagonista
El actor madrileño dejó su sello en los filmes más populares de cineastas como Berlanga, Forqué y Cuerda. Murió ayer en Madrid a los 92 años
European Recovery Program. Ese era el nombre oficial del plan estadounidense para la reconstrucción de Europa después de la II Guerra Mundial. Y también las únicas tres palabras que pronunciaba Manuel Alexandre en Bienvenido Mister Marshall (Luis García Berlanga, 1953), pese a que, curiosamente, todo el mundo cree recordar que Alexandre aparecía en varias escenas del filme. Por algo será. Ayer murió a los 92 años uno de los grandes robaescenas de la historia del cine español. El actor Manuel Alexandre, nacido en Madrid en 1917, llevaba ya unas cuantas semanas ingresado en el Hospital San Camilo debido a un deterioro en su estado de salud.
Era como uno de esos futbolistas que no suele jugar de titular, pero que podía resolver el partido cuando salía al campo allá por el minuto 74. Alexandre aparecía poco en pantalla, sí, pero lo hacía en los momentos decisivos. Era el ciclista al que atropellaba una pareja de burgueses que se da a la fuga en Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955). Y uno de los ejecutados al que apenas podemos ver el rostro en El verdugo (Luis García Berlanga, 1963).
Su rostro apareció en las obras claves del cine español de los años 50 y 60
Breve, pero intensoPor no hablar de sus apariciones resolutivas en Plácido (Luis García Berlanga, 1961), Atraco a las tres (José María Forqué, 1962), Historias de la televisión (José Luis Sáenz de Heredia, 1965) y Amanece que no es poco (1988), de José Luis Cuerda, que ayer contó a Público su teoría sobre el misterio de la presencia de Alexandre. O cómo un actor que trabajó en más de 300 películas, casi siempre de secundario, llegó a ocupar el mismo espacio en la memoria colectiva que un protagonista de postín. "El personaje que interpretaba en Plácido era de una enorme ternura y de una enorme mezquindad. Y los dos extremos los defendía con una eficacia total. Los actores secundarios dieron vida a las películas escritas por Azcona o dirigidas por Berlanga, Ferreri o Fernando Fernán Gómez. Y eran películas a las que era muy difícil insuflar de vida porque la censura se encargaba de potenciar todo lo posible las historias que se sostenían sobre las mentiras por encima de las verdades".
Cuerda, que también dirigió a Alexandre en El bosque animado ("el personaje del hombre al que atracaban y regateaba al atracador parecía escrito por Azcona para él"), recordó también que el célebre guionista, "que era muy malévolo", decía que el mejor actor "es el que lee el papel y lo entiende, que sabe lo que está leyendo". Parece poca cosa, pero no lo era. "Manolo lo entendía perfectamente. Sabía muy bien lo que le convenía a cada personaje. Le prestaba su cuerpo y su voz. Esa voz de la que tanto se ha hablado y que él manejaba con maestría, adjudicando la escala que le correspondía a cada personaje", explicó el cineasta.
Iba para abogado, pero se convirtió en actor durante la guerra
Y es que la voz medio temblorosa por la que solemos recordar a Alexandre, no era exactamente su voz. Decía ayer Concha Velasco, que trabajó con el actor en París Tombuctú (Luis García Berlanga, 1999), que Alexandre "tenía una manera de hablar muy especial, muy difícil de olvidar". Mientras que Mario Camus, que le dirigió en la serie Fortunata y Jacinta (1980), aseguró que el actor "iba a su aire, con una voz inconfundible que a veces hacía temblar, y a veces la usaba de manera impecable, lo que tú quisieras".
Una voz de quita y ponAlexandre explicaba así el enigma de su voz en una entrevista publicada por este periódico en 2009: "Un día le dije a Carmen Seco, mi profesora de declamación, que me habían ofrecido un papelillo dramático. Me dijo que no me hiciera ilusiones. Con tu figura te darán mucho trabajo como cómico', comentó. Pensé en dejar la profesión. Yo quería interpretar a los grandes héroes. Pero ya estaba enganchado. Y ella tenía razón: lo siguiente que me ofrecieron fue un papel cómico. Lo primero que pensé fue que iba a ser un desastre: con mi aspecto y mi voz grave nadie se va a reír. Así que se me ocurrió inventarme una voz. Mi personaje hablaba con una vocecita temblona, como si se quejara. La gente se partió de risa. A partir de ahí, todo el mundo me pidió que pusiera esa voz cuando actuara. Es más, todos creían que yo era así. He rodado 300 películas. En la mayoría he tenido que poner esa voz. Eso sí, cuando hago un papel dramático pongo otra voz; una que se parece mucho más a la mía de verdad".
Alexandre tenía que haber sido abogado, pero la guerra se cruzó en su camino. Estaba estudiando Derecho cuando lo "engancharon a la guerra". Aunque fue reclutado por el "batallón de tapas, al mando del general José Miaja", el actor aseguraba que durante el conflicto se dedicó a "ordenar la circulación, más que nada". Todo cambió el día que un amigo actor le pidió que lo acompañara a una prueba en el Teatro Español, donde actuaba un grupo de la CNT. "Les gustó mucho lo que hizo mi compañero. Al salir, le preguntaron: ¿A tu amigo le gusta esto? ¿No querrá hacer una prueba? Buscamos a alguien de su tipo. Ahí empezó todo. Como me gustaba mucho recitar les declamé un texto de Zorrilla. Me dieron el papel. Era una comedia de Alejandro Casona. Hacía de galán cómico".
Un amigo para toda la vidaLuego se apuntó a las clases de declamación de Carmen Seco en el Real Conservatorio de Madrid. Allí conoció a Fernando Fernán Gómez: "Entré por la puerta y vi a Fernán Gómez recitando. ¡Lo hacía de maravilla! Cuando acabó la clase me acerqué y le dije: Oye, chico, que bien te ha quedado eso'. La amistad comenzó entonces, nada más empezar la guerra, y duró hasta que se murió. Era como el hermano que nunca tuve", contó a este periódico.
El cineasta Fernando Colomo afirmó ayer que Alexandre tenía un "sentido del humor" marcado por "su trabajo con Berlanga". Pero no sólo lo puso en práctica en el cine. También lo derrochó en series televisivas (Los ladrones van a la oficina, La venganza de don Mendo, Siete Vidas o la muy reciente 20-N, donde interpretaba a Francisco Franco) y obras de teatro (My Fair Lady, Luces de bohemia y Madre coraje). O incluso en prestigiosas fusiones de ambos medios, como su aparición en Doce hombres sin piedad, una de las funciones más recordadas de Estudio Uno (TVE).
El actor recibió el Premio Nacional, el Premio de la Crítica, el de la Unión de Actores, por el conjunto de su carrera, y el Goya honorífico en 2003.
La capilla ardiente de Manuel Alexandre se instalará hoy en el Teatro Español de la plaza de Santa Ana, donde debutó como actor en los años cuarenta del pasado siglo. Será incinerado en el crematorio del cementerio de la Almudena.
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