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Netflix Hakan, el superhéroe turco salido de una tienda de antigüedades

Netflix estrena este viernes su primera serie turca, ‘Hakan, el protector’ (‘The Protector’). Una entretenida historia de aventuras con superpoderes incluidos en la que su protagonista debe salvar su mundo.

Netflix estrena 'Hakan, el protector', su primera serie turca. /NETFLIX

Adentrarse en una historia de superhéroes ambientada en territorio distinto al estadounidense o inspirado en él siempre es un plus. En el caso de The Protector, la trama transcurre en Estambul (Turquía). Allí vive Hakan, un chico de barrio humilde al que un buen día se le derrumba todo su universo al descubrir de la manera más trágica posible que está destinado a ser el protector de su ciudad. Por si eso no fuese suficiente, además debe asimilar que cuenta con un grupo de ‘leales’ detrás que lleva décadas esperándole y con un enemigo ‘inmortal’ deseando cruzarse en su camino para cumplir con la razón de su existencia. La primera serie turca de Netflix aterriza hoy en la plataforma como una historia convencional de gente con poderes que cuenta con el aliciente de lo exótico de su ambientación. Cumple con todo lo que se debe esperar del género y es sorprendentemente entretenida.

The Protector se adentra en el cambio de vida de un emprendedor que tenía el sueño de abrir una tienda con su mejor amigo inspirado por ese empresario de éxito hecho a sí mismo al que tanto admira. Huérfano desde muy pequeño, su padre adoptivo, dueño de un negocio de antigüedades, lo sacó de un orfanato para llevárselo a su casa y criarlo. Al menos ese es el relato que siempre le contaron al protagonista de esta aventura en la que un tipo normal y corriente de buen corazón debe afrontar lo que otros esperan de él: que se convierta en el héroe que la ciudad necesita.

Con una mitología rica y ancestral, Hakan adquiere los poderes merced a una serie de objetos mágicos: una camiseta, un anillo y una daga. Uno lo tiene casi de entrada -de hecho es el desencadenante de la acción-, el resto ha de buscarlos como parte de su nueva misión existencial. Debe entrenar y asumir que nada es lo que creía. Los dos primeros episodios van de eso, de la aceptación. Una vez que esto ocurre, cesan las lágrimas y todo funciona mejor.

Aunque le cuesta arrancar un poco, lo cierto es que una vez que se cumple con la explicación de la leyenda y la presentación de los principales implicados en la trama, el ritmo se acelera y la adrenalina de la acción se dispara. El héroe lo es de pies a cabeza, se le ve. Antes de tener esa superfuerza y esa impenetrabilidad que le proporciona la camiseta legendaria ya había dejado asomar un atisbo de su nobleza en las calles de su barrio con sus vecinos más vulnerables, los niños. La tragedia le obliga a hacerse más fuerte -no hay superhéroe que no se convierta en ello sin gran drama y lágrimas de por medio-. Superado el luto, se convierte en una versión más jovial y divertida de sí mismo.

Hakan tiene carisma y lo sabe. Como personaje es un compendio de tantos otros que vinieron antes que él. Como serie, también. Por eso engancha. Tras cuatro episodios vistos antes del estreno de hoy, la certeza que queda es que el camino, el tono y el ritmo marcados son los acertados. Interesa y entretiene a partes iguales. Se podría teorizar sobre todos esos temas universales que aborda -que los hay, muchos y muy profundos-, pero lo que realmente importa es que no hay demasiado lugar para el aburrimiento y que sus personajes responden a un arquetipo más o menos establecido y fácilmente reconocible. El héroe cae bien y gusta. El villano tiene cara y actitud de malvado. Los tópicos imprescindibles hacen acto de presencia, algunos con vuelta de tuerca incluso. Luego están las chicas, dos, que fomentan un triángulo que promete dar juego romántico a la historia y no deja de aportar cierto humor entre la trascendencia de lo que hay en juego, el futuro y la salvación de Estambul.

Ellas, Leyla (Ayca Aysin Turan) y Zeynep (Hazar Erguclu), son dos de los pilares de la serie. Sus personajes arropan al protagonista. Cada una cumple su función, que no es otra que la de sacar a relucir una cara distinta del héroe cada una, pero también han recibido en el guion su propio recorrido. La primera es una profesional estirada entregada a su trabajo que en realidad lo que necesita es avivar esa parte de su vida personal apagada hace tiempo. La segunda, una chica dura que lleva esperando toda su vida a ese protector al que ayudar a cumplir su misión. Sin enmabrgo, cuando lo encuentra se da cuenta de que quizá sus expectativas estaba demasiado altas. Ambas tienen las ideas claras y no le bailan el agua a nadie. Más bien al contrario.

Hakan es un chico de barrio humilde al que un buen día se le derrumba todo su universo al descubrir de la manera más trágica posible que está destinado a ser el protector de su ciudad. /NETFLIX

Hakan es un chico de barrio humilde al que un buen día se le derrumba todo su universo al descubrir de la manera más trágica posible que está destinado a ser el protector de su ciudad. /NETFLIX

The Protector puede no ser original al 100%, sino más bien una amalgama de otras historias, pero eso no la hace menos atractiva. Al contrario, parte de la gracia reside en ir encontrando esas continuas coincidencias con otras biografías de superhéroes. El asesinato del padre por el villano al que ha de enfrentarse, la muerte del tío encomendándole que cumpla con su destino, el poder ancestral proveniente de una reliquia, la orden que vela por el legado de quienes antes que él fueron ‘protectores’, la inmortalidad, la fuerza del destino, el peso de la responsabilidad no pedida… Un universo rico en referencias y una mitología sugerente que se va descubriendo a medida que avanzan los capítulos. En total, diez.

Mientras esta se va desvelando, sus protagonistas crecen y dan pasos hacia delante o hacia atrás, según el caso, buscando cómo encajar en el complejo puzzle del que son parte. En especial Hakan, para quien el cambio ha sido más brutal y difícil de asumir. Aunque le coge pronto el gusto al poder adquirido, no siempre parece ser consciente de qué debe primar en ocasiones, si el deber o el placer.

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