Público
Público

Series TV En 'Territorio Lovecraft' los monstruos y el racismo compiten por cuál da más miedo

La novela de Matt Ruff cobra vida con un resultado que apunta a ser una de las mejores del año no solo por lo que aborda, sino por cómo lo hace.

Territorio Lovecraft. / HBO
Territorio Lovecraft. / HBO

María José Arias

Poner los códigos de un género y su lenguaje al servicio de una causa mayor –entendiendo como tal retratar una época y una problemática, el racismo, que llega hasta nuestros días pese a haber pasado siete décadas entre la historia que se cuenta y la actual– es una apuesta muy bien aprovechada en Territorio Lovecraft.

Lo hizo Watchmen con los superhéroes a finales de 2019 tomándole el pulso a una actualidad que aún no se había producido pero estaba latente y lo hace ahora con el terror la adaptación de la novela de Matt Ruff apadrinada por Jordan Peele y J.J. Abrams como productores. Misha Green figura como creadora en los títulos de crédito.

H. P. Lovecraft (1890-1937) es uno de los autores de terror y ciencia ficción más admirados en lo procesional y cuestionado en lo personal. Era un reconocido supremacista blanco que despreciaba a la gente de color, a los judíos, a los migrantes… y lo gritaba a los cuatro vientos. Está en su obra y lo plasma Matt Ruff en la suya publicada en 2006. Territorio Lovecraft surgió primero en la cabeza de su autor en forma de serie, como él mismo ha explicado en alguna entrevista. Sin embargo, el poco interés que encontró a la hora de llevar a cabo el proyecto hizo que le diese una vuelta y optase por convertirlo en novela sin olvidar, en su estilo a la hora de narrar, el germen seriéfilo.

Territorio Lovecraft. / HBO
Territorio Lovecraft. / HBO

El protagonista principal es Atticus Freeman (Jonathan Majors), un joven negro que ha luchado por un país que le odia y menosprecia en la guerra de Corea. Su historia transcurre en los años 50. En Chicago, pero también en otros puntos de Estados Unidos, un país en el que la segregación racial aún imperaba, el racismo era un cáncer institucionalizado y había territorios en los que, al caer el sol, los blancos tenían barra libre de violencia gratuita y sin consecuencias legales si se tropezaban con un afroamericano que no había cumplido con el toque de queda impuesto.

En un contexto como este, Atticus emprende un viaje junto a su tío George (Courtney B. Vance) y su amiga de la infancia Leti (Jurnee Smollett) para dar con el paradero de su padre, Montrose (Michael K. Williams), desaparecido hace dos semanas y con el que mantiene una relación, cuanto menos, tensa.

La lectura general, el cuadro completo que ofrece la serie que estrena este lunes HBO en España, resulta obvia. No hace falta escarbar ni recurrir a segundas y complicadas lecturas. En Territorio Lovecraft hay dos tipos de monstruos. Por un lado, los salidos del mundo del terror y la fantasía (de muchos ojos, brujos de oscuras intenciones y hechizos malévolos, fantasmas…). Por otro, el racismo en sí mismo que cobra vida en la recreación de una época. Ahí es donde caben todas esas escenas de los tres primeros capítulos vistos antes del estreno (habrá más en los siguientes) en las los negros no tienen permitido compartir espacios con los blancos, las cruces arden clavadas en los jardines y el odio al diferente carcome al cuerpo policial. Eso está ahí. La serie no se esconde ni juega a hacerse la interesante en ese sentido. Tiene claro qué es, qué quiere contar y, lo más importante, cómo hacerlo.

Territorio Lovecraft. / HBO
Territorio Lovecraft. / HBO

Para lograrlo usa las armas del género de terror y articula cada capítulo como si fuese una entrega casi independiente de un mismo todo que cambia de monstruo fantástico en cada una de ellas. Empieza con ellos en el sentido más literal y sigue con una logia mágica, una casa encantada… Como hilo conductor, el otro monstruo y quienes lo sufren, los protagonistas del relato, intentando hacerle frente y tirando hacia delante en un ambiente doblemente hostil. Cada uno con sus traumas y dramas personales, pero en su mayor parte unidos en la batalla contra el enemigo común.

El gran valor de Territorio Lovecraft se encuentra en su capacidad para hacer una pirueta en cada episodio

El gran valor de Territorio Lovecraft se encuentra en su capacidad para hacer una pirueta en cada episodio trasladando al espectador de un escenario a otro sin salirse de su propio universo. La primera escena, un campo de batalla con alienígenas, es una forma magistral y brutal visualmente de abrir la puerta al mismo. Sobre todo cuando, tras el impacto inicial generado se salta abruptamente a la parte trasera de un autobús segregado en el que viaja Atticus.

¿Qué pintan los aliens y el terror cósmico en todo esto? Tiene que ver en el hecho de que Lovecraft y su obra no están presentes solo en la temática y el título, sino que, de alguna manera, su espíritu lo recorre todo. El protagonista principal de la historia lee sus novelas y cuando le preguntan qué es lo que le atrae del género reconoce que le encanta que los "héroes se adentren en aventuras en otros mundos, luchen contra obstáculos insuperables, derroten al monstruo, salven el día". Pocas veces esos héroes son negros, pero él está a punto de convertirse en uno de ellos, aunque no lo sepa cuando pronuncia esas palabras.

La importancia que se le da a la literatura y a la lectura como herramienta de formación y evasión resulta gratificante. Territorio Lovecraft está marcada por la obra de un autor, pero es que, además, los libros se encuentran presentes en cada rincón de la trama y de la puesta en escena. En las múltiples referencias visuales, argumentales y estéticas que recorren la serie y como parte del atrezo. Leti, cuando se muda, desempaca tomos y más tomos. El tío George lee Drácula. Atticus se encierra en una biblioteca para buscar respuestas donde un niño devora una aventura de Julio Verne.

Los volúmenes de tinta y papel son parte de la historia y sus protagonistas los manosean

Alejandro Dumas se cuela en más de una ocasión en plano… Los volúmenes de tinta y papel son parte de la historia y sus protagonistas los manosean, los hojean, los leen y los destruyen arrancándoles páginas en busca de consuelo. Hasta hay un libro de los nombres al que le faltan unas páginas cruciales para la trama.

El viaje de Atticus y los suyos tiene que ver con los límites de cada uno, con buscar su sitio, con plantar cara a las muchas caras del mal, con el crecimiento personal y la lucha por la justicia social, pero también legal. Esa que hoy, 70 años después, aún se les niega a una gran parte de los ciudadanos de ese país que retrata y recorre la serie y que tantas veces se vuelve ciega ante el color de piel.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?