Este artículo se publicó hace 13 años.
Demasiado duro para Nadal
Ya eliminado, el español puede pensar en la Davis
Nadal sufre, no acostumbra a vivir en escenarios negativos. Y en Londres se ha encontrado el museo de los horrores, una concatenación de miedos y lamentos que sólo conducen a la derrota. El balear no ha llegado al Copa Masters con un nivel para ganarlo. Lo ha intentado todo, ha sacado resultados mejores de lo que su tenis ha indicado, pero el esfuerzo siempre fue en vano. Las semifinales estaban en este caso por encima de sus posibilidades.
La derrota, por paradójico que parezca, es lo más positivo que se puede sacar de la experiencia de Londres. Ahora podrá descansar. Tsonga ayer demostró que está mejor y Nadal en este ritmo planta cara pero no concreta. El francés tampoco brilló, hizo lo que pudo, el trabajo rutinario del que sabe que tiene las cartas para ganar. Porque la realidad era que el día no había salido para que Nadal ganase. Imponerse en el segundo parcial fue un espejismo, la derrota esperaba al final (7-6, 4-6 y 6-3).
Los golpes del español no tuvieron fuerza y sus piernas no encontraron la velocidad. Cuando el cuerpo no responde la cabeza también falla y el juego entra en un vórtice de pesadumbre, una cadena de errores y murmullos que terminan por hacer enloquecer al tenista. Nada salía bien, las derechas para pasar a Tsonga en la red, esas que normalmente son un arma mortífera, se iban unos cuanto metros más allá de la línea. Las bolas liftadas, habitualmente venenosas, salían de su raqueta adormiladas y ligeras. Las piernas no llegaban y sólo el corazón y el coraje le ayudaban a mantener su servicio. Y, a pesar de todo, Nadal tuvo ocasiones, volvió al partido, ganó el segundo set y metió el miedo en el cuerpo a Tsonga. Es una cuestión mental, el balear no entrega una derrota fácil porque va en contra de su naturaleza, él siempre que se cae sólo piensa en levantarse aunque, como le pasó ayer, eso sólo signifique que va a volver a caer. Vencer el segundo set fue un derroche brutal y un esfuerzo estéril, pero también la demostración de que él está hecho de otra pasta. No se rinde, es un ejemplo.
Quizá la derrota haya sido para bien. El azar, caprichoso como cantaba Serrat, puede llevar todo esto hasta una Davis para España. Porque esta semana ha sido un salmón en mal estado que ha entorpecido las piernas y un laberinto que Nadal no ha sabido descifrar, pero la siguiente, con el público de Sevilla mandando energía desde los fondos y la arena del suelo tiñiendo las bolas de rojo, todo puede ser diferente. A lo mejor el balear agradece dos días extra de descanso, haber minimizado los esfuerzos para llegar antes a casa, reflexionar sobre lo ocurrido y visualizar una victoria que propulse una vez más a su legión de seguidores. No será la primera vez que se levante y de un grito. Es casi una especialidad de la casa. Nadal en el tiempo ha demostrado saber aprender de los malos momentos.
Aún queda un español en liza, Ferrer, que hoy se enfrenta a Berdych (21.00 h. TDP). Él puede derrochar fuerzas porque ha llegado a noviembre como si fuese mayo, está pletórico y puede llegar a Sevilla en una nube. Él se jugará el torneo de maestros en semifinales. Si gana un set hoy se las verá con Tsonga. Si no lo logra, tendrá enfrente al incombustible Federer, que ayer volvió a deslumbrar.
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