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Hamilton y Alonso no se bajan

El inglés, primero, y el español, segundo, exprimen las mejoras de McLaren y Ferrari para presionar a Vettel

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

Acostumbrados a convivir a todas horas con cientos de cámaras y micrófonos que escrutan cada uno de sus movimientos durante la interminables horas que pasan en los circuitos, los pilotos de F1 relativizan todo lo que se publica sobre ellos. Su única verdad es la que palpan durante un año alrededor del mundo en cada metro de asfalto. Hamilton y Alonso portan desde hace cuatro años con natural escepticismo el cartel de enemigos encarnizados el inglés incluso aprovecha con humor esa etiqueta para hacer anuncios, pero, precisamente porque se conocen como nadie, se profesan respeto. Casi admiración. Se saben los dos mejores de la parrilla y, sin palabras ni contrato, han decidido retrasar en lo posible el alirón de Vettel en el Mundial. Ayer ganó Lewis por delante de Fernando, pero lo más significativo es que el ataque demoledor de la extraña pareja metió el miedo en el cuerpo al alemán.

Vettel aún comanda con enorme ventaja la clasificación, pero en cuanto McLaren y Ferrari han puesto en manos de sus respectivos líderes una máquina de garantías, Sebastian ha dado muestras de debilidad en el peor escenario donde lo podía hacer. Hasta ahora, la carrera que se disputa en su país es la única en la que no ha subido al podio. Acabó cuarto, todo un síntoma al que hay que sumar la flojera de Webber y, por primera vez en lo que va de curso, ciertas dudas en Red Bull.

Hamilton y Alonso necesitaban un arma con la que contrarrestar el poderío del conjunto austríaco los sábados. Un bólido con el que hurgar cada domingo en los agujeros que, aun pequeños, también padece Red Bull. El primero, la salida. Estaba cantado que Hamilton, puro nervio, se iba a merendar a Webber, de natural tranquilón. Con lo que le cuesta al australiano birlarle una pole a su compañero y rival Vettel, y lo poco que le duró la primera posición en cuanto el semáforo se apagó. Lewis, segundo en la parrilla, arrancó como un tiro y dejó a su estela la zapatiesta entre los dos Red Bull y los dos Ferrari. Webber aguantó, pero Vettel, conservador y temeroso durante las 60 vueltas, sucumbió ante Alonso. Un giro después, el ovetense se pasó de frenada y el alemán recuperó la tercera plaza. No le duró mucho. En concreto, las cinco vueltas que tardó el español en adelantarlo por el interior y rodar a tumba abierta hacia la cabeza.

La cabalgada del coche rojo le permitió contactar con los dos primeros, y el trío ofreció al mundo una batalla, pese a su brevedad, grandiosa. Un fugaz baile a tres del que salió victorioso el más corajudo: Hamilton. Red Bull tiró de estrategia para intentar arrebatarle el primer puesto al inglés y a punto estuvo de lograrlo, pero la jugada de Webber no resistió el martilleo a dúo de Lewis y Alonso.

La carrera se decidió entre las vueltas 31 y 33. En los boxes y en la pista. La sentenció Hamilton a mordiscos. Primero, cuando culebreó con descaro para cerrar los tímidos intentos de Webber por adelantarlo. Luego, cuando sacó el cuchillo y se lanzó por Alonso, que había salido por delante tras un cambio de neumáticos. Con las ruedas heladas, el asturiano rehuyó la pelea y dejó pasar a su impetuoso adversario. El asturiano sabe que es demasiado pronto para arriesgarlo todo y, además, le viene de perlas contar con el británico en plena forma, animado, con abundantes puntos y con ganas de Mundial. Si Lewis y Fernando cazan a Vettel y se retan a duelo, la F1 se estremecerá. De gusto.

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