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Los diez principales perjudicados y beneficiados por los dos años en los que el IPC ha subido un 12,5%

Familias obligadas a consumir ahorros y recortar gastos ante la merma de los salarios reales; pymes asfixiadas por las facturas de la energía y los materiales, y un sector público forzado a movilizar una respuesta de coste milmillonario.

Imagen recurso de una calculadora
La inflación acumula un alza del 12% en los dos últimos años en España. PxHere (CCO), 01-03-2017

La inflación se ha convertido en el principal factor de presión para las economías familiares, las pymes y la propia administración estatal, que llevan ya dos años viendo cómo sus respectivos potenciales económicos menguan conforme los precios aceleran su subida en una espiral que desde principios de otoño se está viendo intensificada por la subida de los tipos de interés. Un encarecimiento del precio del dinero que no computa en el IPC (Índice de Precios de Consumo) pero que está aumentando la presión sobre esos actores al aumentar las cuotas de las hipotecas y dificultar el acceso a la financiación tanto en el ámbito privado como en el público.

España cerró en diciembre dos años consecutivos de tendencia inflacionista en los que los precios han llegado a subir en un mes más de lo que el BCE (Banco Central Europeo) considera asumible para todo un año. Como ocurrió con el 3% del pasado marzo frente a un 2% de objetivo monetario anual y como estuvo a punto de pasar también en octubre de 2021 (1,8%) y en junio de 2022 (1,9%). Una espiral cuyos registros no se daban desde hacía más de tres décadas.

El INE (Instituto Nacional de Estadística) confirmó este viernes el cierre de diciembre de 2022 con una inflación interanual del 5,7%, la segunda más baja del año tras el 6,1% de enero y a pesar de los tradicionales gastos y encarecimientos navideños, en el quinto mes consecutivo de descenso de este indicador, que acumula un recorte de cinco puntos desde el final de julio.

Esos registros dan pie a lecturas positivas, aunque con matices: el IPC de diciembre llega después de otro escalón del 6,5% en el mismo mes del año anterior, lo que arroja una subida ponderada del 12,57% en una espiral que se ha ido cronificando desde que comenzaron a relajarse las restricciones por la pandemia a finales de 2020.

Y nada apunta a que las exigencias económicas que plantea esa situación vayan a relajarse a medio o a corto plazo. "Esta brecha es estructural, pues los precios, en general, no volverán a su nivel previo a la crisis en el futuro y solo cabe esperar que, como mucho, moderen su ritmo de aumento", advertía esta semana el Gabinete Económico de CCOO en un informe sobre la inflación, en el que aboga por una "regulación inteligente de los precios" en electricidad, hidrocarburos y alimentos.

La evolución de la inflación en España se encuentra entre las menos malas de las economías occidentales, según los datos de noviembre publicados este martes por la OCDE, que sitúan su registro general en el noveno lugar por la cola, y casi un 40% por debajo de la media de la UE, y en el tercero, a casi 30 puntos de ese mismo promedio y solo mejorado por Israel y México, en cuanto al precio de la energía.

Sin embargo, esa buena ubicación relativa en el contexto occidental y en el europeo convive en el paisaje de este bienio inflacionista con otras realidades como el inquietante sorpasso de la subyacente hasta el 7%, que lanza señales de alerta sobre la cronificación del alza de precios en España, o como la clara identificación de una decena de agentes y factores económicos como principales damnificados y beneficiados de esa espiral.

La espiral de precios asedia a las familias

Los consumidores constituyen el principal grupo de afectados por el alza de los precios, que en dos años ha mermado en una octava parte el valor de sus recursos corrientes y les ha obligado a menudo a modificar sus hábitos de consumo, especialmente en lo referente a la alimentación y a la movilidad.

Este fenómeno se está dando con más intensidad cuanto menor es la renta de los hogares, ya que el porcentaje de los ingresos que deben dedicar a adquirir bienes y servicios básicos es inversamente proporcional a estos: a menores recursos, mayor esfuerzo para llenar la nevera o mover el coche, a lo que además se suma el hecho de que la espiral inflacionista se está concentrando en esa bolsa de productos fundamentales.

El grueso de ese impacto se localiza en los alimentos, el índice de cuyo grupo ha subido un 21,5% en los dos últimos años, y en otros dos bloques relacionados con la energía: el suministro de electricidad, gas y combustibles para el hogar, que se ha encarecido un 17,75%, y la movilidad personal y el transporte colectivo, que lo han hecho en un 14,55%.

Se trata de los únicos grupos de productos y servicios cuyos precios acumulan un incremento superior al promedio general, aunque no se quedan muy lejos otros como los servicios de hostelería y alojamiento (11,14%) y los muebles y productos para el hogar (10,77%).

En el extremo opuesto se encuentran las comunicaciones, que bajan más de dos puntos y medio, y la enseñanza y la ropa y el cazado, cuya apreciación no llega a alcanzar el 3%.

Ante la cesta de la compra comienzan a acumularse propuestas prohibitivas para las economías domésticas poco holgadas, con el aceite de oliva por encima de los seis euros en buena parte de los supermercados y, según indica el IPOD (Índice de Precios Origen Destino) de la organización agraria COAG, con la acelga a casi tres euros el kilo, el brócoli a tres o la alcachofa a cerca de cinco en las últimas semanas del año pasado, en las que el pimiento pasaba de los 2,80, la cebolla se acercaba al euro y medio, la patata lo sobrepasaba y el cerdo se disparaba por encima de los seis euros.

Los índices del INE cifran en un 70% el encarecimiento de los aceites y las grasas, en los que se combina la subida del de girasol con el comienzo de la guerra de Ucrania y el posterior del de oliva por la baja producción causada por la sequía, con otros tres grupos de productos, transformados la mayoría de ellos, por encima del 20%: los lácteos y los huevos (30,48%), el pan y los cereales (22,36%) y el que engloba el agua mineral y los zumos (21,26%).

La merma real de los salarios y las pensiones

La práctica totalidad de los asalariados españoles ha visto cómo su remuneración lleva dos años menguando en términos reales, según resulta del cruce de los datos de la negociación de convenios, la afiliación a la Seguridad Social y el IPC.

Las subidas medias de quienes han tenido revisiones salariales se situaron en el 1,7% en 2021 y en el 2,65% en el 2016, dos datos que marcan una pérdida de casi cinco puntos de poder adquisitivo en el primero de esos ejercicios y de más de tres en el segundo.

Sin embargo, la extensión de esas pérdidas de capacidad de compra crece de manera exponencial si se tiene en cuenta que alrededor de la mitad de los asalariados no han tenido revisión al menos en uno de esos dos años. Una situación que se da de manera generalizada entre los que trabajan sin la protección de un convenio que regule sus relaciones laborales.

De hecho, lo que indica el cruce de esos datos es que resulta prácticamente imposible encontrar asalariados que no hayan visto disminuir el valor real de su sueldo en al menos uno de los dos años y que lo normal es que eso le haya ocurrido, en mayor o menor medida, en los dos ejercicios. La merma para quienes se han visto en esa situación los dos años alcanza el 12,6%, lo que supone la volatilización de una paga y media.

Ocurre algo similar con los pensionistas, cuyo poder adquisitivo sigue dejándose casi un punto y medio tras el bienio inflacionista pese a encadenar sendas subidas del 2,5% y el 8,5%.

El ahorro sale de las cuentas

La variación del ahorro acumulado por los hogares en estos dos años ofrece tendencias aparentemente contradictorias que en realidad no lo son, ya que el ahorro es el sobrante de la renta una vez efectuados los consumos e inversiones, y, en consecuencia, su cifra varía en función de la situación económica de cada familia.

Los datos del Banco de España indican que la suma de los depósitos a la vista y los plazos fijos de los hogares sumaban en noviembre del año pasado 991.656 millones de euros, lo que supone un aumento de 73.357 en relación con el cierre de 2020, cuando comenzaba el bienio inflacionista.

Ese dato sale de un balance entre el incremento de 119.458 millones en los depósitos y la reducción de 46.101 en los plazos, carentes de rentabilidad en los últimos años, que a la vez se combina con la entrada en estos últimos, mediante nuevas operaciones, de 125.457, lo que apunta a la salida de 52.100 que habrían ido siendo consumidos por las familias a las que, en lugar de contar con excedentes de renta, les sobra mes al final del sueldo.

El Banco de España estima que la riqueza de las familias se redujo más de dos puntos entre julio y septiembre

Según las Cuentas Financieras que elabora el Banco de España, la riqueza de las familias españolas se redujo en algo más de dos puntos, lo que equivale a algo más de 40.000 millones de euros, solo entre julio y septiembre de este año, cuando la fase más álgida de la inflación comenzaba a aplacarse por la bajada de los precios de la energía, las ayudas del Gobierno y, también, el efecto aritmético que supone reducir el cálculo a los últimos doce meses tras un tramo anterior de encarecimiento de los productos y servicios.

El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) aportaba esta semana dos datos de interés en el Índice de Confianza del Consumidor: el 51% de los hogares se encuentran en una situación económica peor que la de hace seis meses, con cotas superiores entre los que ingresan menos de 1.800 euros, casi un tercio (32,6%) llega justo a fin de mes, uno de cada siete (13,3%) ha tenido que echar mano de los ahorros (uno de cada cinco si ganan menos de 1.800) y el 6,5% se ha visto obligado a endeudarse para salir adelante. Tres de cada cuatro (76,3%) achacan esa situación a la espiral inflacionista.

El impacto en las cuentas públicas

Más allá de los beneficios que las subidas de precios puedan suponerle en forma de aumento de los ingresos en impuestos indirectos vinculados al consumo como el IVA, la Administración está asumiendo un notable descuadre de cuentas al verse obligada a adoptar medidas para paliar los efectos de la inflación en las economías familiares.

En este sentido, solo las rebajas en los impuestos que gravan la electricidad superan los 7.500 millones de euros, mientras que el coste del descuento de 20 céntimos por litro de combustible ronda los 6.000 millones, medidas a las que hay que sumar otras como la merma de ingresos por los abonos del transporte ferroviario, la subvención a ayuntamientos y comunidades para reducir el de autobuses, metros y tranvías o el cheque de 200 euros para familias vulnerables.

El Gobierno calcula que el coste de esas medidas rondará los 45.000 millones de euros, una cifra que supera la mitad del déficit público generado en 2021, entonces con la respuesta a la pandemia como principal destino de los recursos.
"El sector público ha tenido que inyectar dinero de nuevo para paliar los daños, y eso es una política pública acertada", señala Carles Manera, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Baleares.

Los costes asfixian a las pymes

Cepyme: "Los costes siguen aumentando a un ritmo más acelerado que las ventas"

"Los costes siguen aumentando a un ritmo más acelerado que las ventas, lo que reduce los márgenes y la rentabilidad de las empresas", advierten desde Cepyme, la patronal de la pequeña y la mediana empresa. Sus estimaciones apuntan a un aumento interanual del 23,3% de los costes al cierre del tercer trimestre de 2022, mientras "las ventas se ralentizan, aunque siguen aumentando un 14,3% sobredimensionadas por la inflación, ya que se contraen en volúmenes vendidos" un 1,2%.

Esta situación, que viene a agravar una tendencia de deterioro del tejido productivo micro iniciada ya antes de la pandemia, se mantiene desde finales de 2020, en ocho trimestres en los que "el incremento acumulado de los costes totales ha sido del 37,2%, mientras que las ventas aumentaron un 23,3%", con lo que "el resultado es una reducción de los márgenes y un empeoramiento de la liquidez y pérdida de competitividad de las empresas" en el que tiene una especial incidencia el precio de la energía, que "se incrementó, por tercer trimestre consecutivo, a un ritmo cercano al 100% en tasa interanual".

El ritmo creciente de la gran empresa

En realidad, se trata, más que de uno de los principales beneficiados del bienio inflacionista, de uno de sus principales causantes.

"En la inflación hay un componente de costes que castiga a todo el mundo, como ocurre con la energía, especialmente en la industria y la agricultura, y otro componente de incremento de márgenes que es la causa principal de la inflación", explica José Moisés Martín Carretero, de Economistas Frente a la Crisis, que destaca cómo las grandes empresas "han decidido recuperar los márgenes en un escenario de altos costes. No es tanto que sean beneficiarios sino causantes".

La Agencia Tributaria se pronunciaba en términos similares en su Informe Mensual de Recaudación de octubre, en el que destacaba un "fuerte incremento de los beneficios de las sociedades" simultáneo a un "menor ritmo de crecimiento" de las rentas de "las empresas personales" y que superaba el 18% entre abril y septiembre entre los grupos consolidados y las grandes empresas.

Los beneficios de las energéticas y los bancos

Ese mismo informe califica como "especialmente intenso" el ritmo de crecimiento de los beneficios "en los grandes grupos energéticos y bancarios ", entre los que alcanzó el 24,4%, en el primer caso por los desmesurados precios de la energía y en el segundo por el aumento de los márgenes que le están reportando las subidas de los tipos de interés que ha ordenado el BCE.

"Es perentorio que desde Europa se establezcan mecanismos de fijación de precios de la energía", explica Movera, partidario de "una política energética que favorezca las renovables y penalice a esos grandes consorcios que la producen a partir de las energías fósiles que se encuentran en la base del calentamiento global".

Las distribuidoras de alimentos ganan más

Grupos como Dia, en pleno proceso de reflote, alcanzaron el año pasado los mejores resultados del último lustro mientras otras como Carrefour han elevado sus márgenes un 30% en los primeros meses del año. Por su parte, Lidl avanza que sus beneficios van a crecer con el cierre del ejercicio y las previsiones de Mercadona apuntan en esa misma dirección.

Se trata de algunas de las principales empresas del sector de la distribución de alimentos, el grupo de productos que está sufriendo un mayor encarecimiento, en un proceso que, según los datos de varios estudios y observatorios, se acelera en cuanto el género sale de los campos, las granjas y la primera transformación.

El sector turístico sube los precios

El motor de la economía española antes de la pandemia está recuperando sus resultados y mejorando sus márgenes mediante el procedimiento de elevar los precios (entre un 8% y un 15%) ante la menor afluencia de turistas, en una tendencia de componente elitista que varias organizaciones del ramo llevan tiempo señalando como la vía de salida a su crisis.

Según varios trabajos del INE, el volumen de negocio generado por el turismo extranjero entre enero y noviembre se acerca a los 82.000 millones de euros, solo un 6% por debajo de los resultados de 2019 con un 18% menos de visitas gracias a un aumento del 5% en el gasto medio diario de los viajeros y otro del 10% en el gasto por persona.

Ocurre algo similar con el turismo interior, en el que la recaudación de enero a septiembre supera en casi un 10% (2.600 millones de euros) a la de 2019 con un 7% menos de pernoctaciones (38 millones), en este caso con un aumento medio del gasto por viajero del 24%.

La paradoja de los endeudados

Las etapas de fuerte inflación dan lugar a una paradójica situación que hace que las deudas pierdan valor real, en un proceso similar al que se da con el poder adquisitivo de los salarios, siempre que el deudor mantenga su poder adquisitivo, aunque esto no ha sido algo muy frecuente a lo largo del bienio inflacionista.

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