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Carla Campra, Najwa Nimri e Iván Pellicer encarnan a los Román en 'Sagrada Familia'. Foto: Concha de la Rosa (Netflix).
Carla Campra, Najwa Nimri e Iván Pellicer encarnan a los Román en 'Sagrada Familia'. Foto: Concha de la Rosa (Netflix).

Manolo Caro y la desacralización de la familia

Najwa Nimri regresa con la segunda temporada de ‘Sagrada Familia’ para desmontar los mitos de la maternidad. Los secretos de los Román seguirán impulsando esta serie de acción psicológica donde las mayores atrocidades se justifican en nombre del amor.

Tiempo de lectura del artículo: 10min

El mismo mes que se estrena en cines Un amor, donde Coixet y Ferrero aprovechan lo mejor de la novela de Sara Mesa para dar vida a una historia tan tenebrosa como cotidiana que da miedo, regresa Najwa Nimri (30 monedas, La casa de papel, Vis a Vis) en el papel de Gloria Román por la segunda temporada de Sagrada Familia, la serie creada y dirigida por  Manolo Caro (La casa de floresAlguien tiene que morir) para Netflix.

Estas dos ficciones, aparentemente inconexas, tienen en común el oficio de dos de sus personajes principales. Tanto el petulante vecino al que da vida Hugo Silva en el largometraje de la directora catalana como la matriarca de la última familia que se ha mudado con sus misterios a Fuente del Berro son vidrieros. Esta profesión artesana, prácticamente démodé, será un elemento clave en el desarrollo de ambas figuras en sus correspondientes tramas y hasta aquí podemos leer.

La cara B de una idílica existencia

Sin embargo, no acaban aquí los puntos coincidentes. Aunque la serie de Caro es un thriller urbano ambientado en una elegante zona residencial del Madrid de los Austrias, sus fabulosos jardines de estilo inglés apenas pueden ocultar que en sus divinos hogares nada es lo que parece.

Lo mismo sucede en el retrato que Coixet hace de La Escapa, un pequeño núcleo agreste de la España vaciada que desmonta el bucolismo de las novelas pastoriles, como hizo recientemente Sorogoyen con As bestas. No importa a dónde vayamos a buscar la realización de nuestro sentimiento de pertenencia a algún lugar, ambos directores demuestran que la violencia puede perseguirnos hasta convertir los entornos más idílicos en una atmósfera hostil y asfixiante.

Además, Caro se ha marcado como objetivo el difícil reto de desacralizar la institución de la familia tradicional, un concepto que lleva desmontándose al ritmo de los tiempos desde que Martín Lutero, entre otros reformadores protestantes del siglo XVI, rechazase el estatuto del sacramento del matrimonio. Como reacción, el Concilio de Trento reafirmó con fuerza este sacramento como pilar social y el choque persiste hasta nuestros días.

Obregón o cómo la realidad supera a la ficción

El pasado mes de abril, bajo proclamas como proclamas como «No somos incubadoras, no somos vasijas», un centenar de feministas se concentraron en la capital frente al Ministerio de Justicia para rechazar la explotación reproductiva de las mujeres. Algunas de que las convocadas por Espacio Feminista Radical y Acción Feminista acudieron a protestar contra la gestación subrogada vestidas como las protagonistas de El Cuento de la Criada tras la polémica que generó la decisión de Ana Obregón de alquilar un vientre en Estados Unidos para satisfacer el deseo de su hijo fallecido de tener descendencia.

«Mi personaje es una madre que decide convertirse en uno de esos vientres, pero una vez que ha parido, no encuentra la fuerza para entregar al hijo que ha pactado dar y quiere seguir adelante, sin romper el vínculo con el niño», resume Nimri. Ese fue el desencadenante del caos en Fuente del Berro durante la primera temporada y se emitió meses antes de que la noticia de la maternidad de la presentadora se publicase en exclusiva en la revista ¡Hola!.

Referencias en serie

La mudanza de la familia Román rompe la estabilidad en un barrio de familias acomodadas que reciben a Gloria, su bebé y Aitana, la au-pair, sin sospechar el oscuro pasado que arrastran. La artesana de vidrieras forjará una fuerte amistad con tres vecinas, interpretadas por Alba Flores, Macarena Gómez y Ella Kweku, a las que les une el deseo inconfesable de ocultar los aspectos más imperfectos de su maternidad. Es entonces cuando descubrimos de lo que es capaz una madre para proteger a su familia, lo más sagrado que tiene, a pesar de sus errores y debilidades.

«En nombre del amor se sacrifica gente», sentencia Nimri. Esta segunda temporada de la serie producida por Noc Noc Cinema, contará en ocho nuevos episodios como Gloria y sus hijos —a los que dan vida Carla Campra e Iván Pellicer—  tendrán que seguir aparentando normalidad, esta vez con Natalia (Laura Laprida) secuestrada en el sótano de la casa. Esta línea argumental recuerda poderosamente a la segunda temporada de Mujeres Desesperadas, cuando Bree Van De Kamp intenta establecer un lazo de unión con una misteriosa nueva vecina, Betty Applewhite, y le pide que toque el piano en el funeral de su esposo. Al igual que los Román, su familia también esconde los secretos más importantes en el subsuelo de su hogar.

«Alguien va a salir escaldado seguro», anticipa Caro en referencia a una metafora fundamental sobre la cocción de las ranas que se desarrolla en un capítulo esencial de la temporada precedente. «La familia de Gloria no escogieron entrar en esto, fue algo que les fue sucediendo y están acostumbrados a la forma de gestionar los problemas que aplica su madre», explica el director.

En efecto, Sagrada Familia es una serie que requiere la complicidad del espectador y que, como los vástagos del personaje de Nimri, acepte que lo que allí sucede puede ser verosímil. Al fin y al cabo, después de los titulares de la prensa actual, no es tan difícil pensar que una trama a lo Big Little Lies pueda tener visos de realidad.

Maternidades tóxicas

Los Javis acaban de deslumbrar a la crítica con la construcción de Montserrat Baró, un personaje interpretado por Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi en La Mesías que destroza la vida de sus hijos porque se siente vacía y rota. Gloria carece de sus  delirios mesiánicos, pero también disimula mal su narcisismo.  «A mí me queda tan lejos lo que hace esta mujer, que me parecía interesante ponerme en su piel y hacer creíble que una maternidad tan posesiva pueda entenderse como una muestra de amor», explica la actriz que le da vida.

Caro ha sabido envolver en algodón de azúcar ese instinto primitivo y arraigado de protección a las crías para crear un mundo colorista donde las frases a las que recurren todas las madres acaban adquiriendo otro significado. «Gloria es capaz de apelar al vínculo sagrado entre madres e hijos para reclamar ayuda para esconder un cuerpo. Es una mujer inteligente y hábil que puede llegar a unas circunstancias terribles, porque la vida a veces te coloca en posiciones imposibles y se te va la olla», expone el director, que buscó un vestuario llamativo y envolvente para que la complicada personalidad de su protagonista traspasara la pantalla.

«Ambos coincidimos en que el armario de Gloria tenía que ser lo opuesto al de alguien que quiere pasar infiltrada. Ella lleva colores llamativos y cálidos, no puedes evitar fijarte en ella. Escogimos textiles envolventes para que, inconscientemente, dieran ganas de abrazarla todo el rato. Tiene mucho peligro», admite Nimri.

Esta segunda temporada pondrá el cierre a la historia de su personaje: una madre aparentemente tierna y protectora que puede llegar a asfixiar con una mantis religiosa. ¿Conseguirán sus hijos escapar sin perder la cabeza?