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"Tomás, sal, que hay un hombre con una pistola"

El dueño del bar atracado el sábado en Vallecas cuenta cómo vivió el secuestro

ALEJANDRO TORRÚS

Tomás, sal a la barra, que hay un hombre con una pistola'. Así empezó todo. Después lo que ya se sabe, más de tres horas de secuestro, un tira y afloja con la Policía y un final feliz. Los buenos salen indemnes y el malo detenido. Tomás, un hombre que ronda el 1'60, sale convertido en héroe y el atracador reconoció a la Policía ser un parado desesperado. 'Los indignados se van a la Puerta del Sol, no vienen al bar a atracar a mi marido', responde Paqui Antolín, la mujer de Tomás.

Siete menos cuarto de la tarde del sábado. El único cliente que en ese momento se encuentra dentro del establecimiento se acerca a la barra, paga su cerveza y acto seguido apunta con una pistola a la cabeza de Elías, camarero del bar. 'Al salir fui a la caja para darle todo el dinero, pero me dijo que no quería dinero, que le daba igual, que lo que quería era protagonismo, en ese momento pensé que Elías y yo íbamos a morir. Si no quería dinero, ¿qué quería?', recordó Tomas.

El atracador exigió un Porsche, unos guantes, un casco y una sábana de dos por dos metros. A Tomás le sorprendió el detalle de la sábana: '¿Para qué la quieres?; porque te voy a matar y voy a envolverte en ella, me respondió'. Pero el secuestrador no se conformó con el pedido, también tenía condiciones sobre el mensajero. Pedía que se lo entregara una agente policial en bragas y sujetador, esposada por las manos. 'Si está esposada, cómo te va a traer las cosas, le dije', apuntó Ramón.

Tomás reconoce que habló 'de tú a tú' con el secuestrador. 'Cuestión de supervivencia', afirma. 'Al principio, de él mismo no habló mucho. Nos contó que era militar, que ya había matado a gente y que no tenía miedo de volver a hacerlo', explicó el hostelero. Poco a poco, asaltante y secuestrado comenzaron a conocerse y a compartir cigarrillos: 'Más adelante me dijo que estaba divorciado, que vivía con su madre y que estaba harto de la vida'. La escena se desarrolló con todos en calzoncillos, ya que el asaltante les obligó a quedarse en paños menores.

Tras las disculpas, el secuestrador amenazó con matarse

Al final el secuestrador no pudo soportar la presión y se derrumbó. 'Cuando nos dimos cuenta de que se estaba terminando fue cuando nos pidió perdón por el mal rato', recordó Tomás. Tras las disculpas, el secuestrador amenazó con matarse. Tomás intervino: 'Le pedí que pensara en las cosas que tenía en la vida, como habíamos hecho nosotros durante el secuestro', relató.

Paqui, mujer de Tomás, lo vivió como una película de acción. Lo siguió junto a la Policía a través de un cámara que un agente instaló en el patio de luz del edificio. 'Era increíble cómo se movían los policías. Hacían los mismos gestos al compás y sin mirarse y mi marido estuvo muy bien', relató orgullosa.

La misma impresión se llevó Antonio, vecino de la calle Puerto de Canencia, enfrente del bar. La Policía se instaló en su casa. 'Lo curioso es que era mi cumpleaños y tenía preparada una cena en casa con los amigos, que se tuvo que atrasar hasta casi la medianoche. ¡Menudo anfitrión estoy hecho!', bromeó.  Tomás tiene previsto abrir hoy su bar. Aunque estuvo tentado de hacerlo el propio domingo, según reconoce Paqui. '¡Así nos forramos!', cuenta ella que le dijo Tomás al acabar el secuestro.

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