Este artículo se publicó hace 13 años.
Zapatero cita a Azaña para hacer un pronóstico del 22-M: "España es un país de sorpresas"
El tiempo de estar a la defensiva, del desánimo colectivo por los malos pronósticos de los sondeos debe pasar. Es la hora de la ofensiva. José Luis Rodríguez Zapatero marcó clara ayer esa estrategia: la senda de la esperanza y del optimismo que siempre lo ha acompañado. Lo dejó traslucir a lo largo de su dilatada intervención ante la militancia madrileña reunida en el pabellón municipal Virgen del Val en Alcalá de Henares.
Y lo apuntaló en el epílogo, señalando con el dedo al PP: “Muchos dicen que lo tenemos muy difícil. Están todo el día con las encuestas. Quieren desmoralizar al electorado. Eso lo practican muy bien. Estad atentos, pero calma y paciencia. Y talante”. El jefe del Ejecutivo, risueño y relajado, citó entonces a Manuel Azaña, presidente de la II República y un “alcalaíno ilustre”, para encender el fuego de la ilusión en los suyos: “Él dijo una frase que viene muy bien en este momento: España es un país de sorpresas y de reacciones inesperadas”. Dirigiéndose a Tomás Gómez, anfitrión del mitin y candidato a la Presidencia de la Comunidad, remató: “Tomás, esta es mi propuesta para las elecciones del 22 de mayo”. Fue su frase de cierre. El auditorio, que no había dejado de batir palmas una y otra vez y de aclamar al líder con los gritos de “¡Zapatero, presidente, presidente!”, estalló en una intensa ovación.
Ya antes, el líder de los socialistas había preparado las ascuas del optimismo. El PSOE, subrayó, ya ha dado muestras de solidez en tiempos duros. Y confió en que así sea ahora que se abre un proceso de primarias, que no mentó explícitamente pero que tampoco ocultó: “La democracia es imparable. Y este partido, compuesto por hombres y mujeres libres que han luchado toda su vida por la democracia, sabe muy bien que sacamos fuerza de la democracia para ser los más fuertes en democracia. Lo hemos hecho siempre, y siempre funciona”.
Después, dijo sentirse “íntimamente orgulloso” de encabezar una formación donde “todos sus miembros eligen a sus líderes democráticamente”. “Y donde mi voto vale igual que vuestro voto”, abundó, satisfecho de hurgar en una grieta fácil del PP, al que el propio presidente ya se encargó de sacar los colores el martes en el Senado por el “dedazo” de José María Aznar.
La grada aplaudía y jaleaba complacida, animada. “Todo el apoyo y el afecto que me dais...”, intentó agradecer Zapatero. “¡Viva la madre que te parió!”, chilló una garganta. “Todo el afecto que me dais...”, prosiguió. “¡Te lo mereces!”, volvieron a interrumpirle. “Todo ese afecto está a vuestra disposición. Lo único que me mueve es que a España las cosas le vayan bien y al PSOE aún mejor”, terminó, a modo de explicación de su retirada de la carrera electoral de 2012. “¡No te vayas, Zapatero!”, se oyó gritar.
En Murcia, hace una semana, en el arranque oficial de la precampaña, el jefe del Ejecutivo prometió “ocuparse un poquito del PP”, liberado ya del fardo de la incógnita sucesoria. Ayer volvió a cumplir su promesa, ayudado por la caída de Portugal esta semana, forzada por la derecha lusa. Eso le permitió poner al partido de Mariano Rajoy frente a su espejo. Fue el pasado 27 de mayo, en la votación del decreto ley de recorte del déficit, cuando los conservadores se negaron a apoyar al Gobierno para salvar a España del abismo. “Muchos agoreros aspiraban a eso”, a que tuviera que ser rescatada por la UE. “Se equivocaron”, dijo.
Zapatero enjaretó su defensa de las reformas, algunas “difíciles”, dolorosas, pero necesarias para que España pueda salir de la crisis “por sí misma”. Y si el camino hacia la recuperación está enderezado, hilvanó, se debe al “esfuerzo de la sociedad”, al acuerdo con patronal y sindicatos y a la “determinación del Gobierno”. “Costara lo que costara”, glosó, evocando aquel compromiso suyo del último debate de la nación –“Me cueste lo que me cueste”–.
El contraluz lo protagonizó un PP que no ha sabido estar “a la altura”. “Retenedlo –avisó a los suyos–. Prefirió que el Gobierno cayera a echar una mano para que España fuera fuerte”. Zapatero, como en los últimos días han repetido sus escuderos, José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba, presentó a Rajoy como un partido insolidario y egoísta: “No confían nada en sus fuerzas, ni en lo que representan ni en su proyecto y, pese a que España les necesitaba [hace un año], no acudieron a la cita pensando que así podrían borrarnos del mapa. No nos conocen, no conocen al PSOE ni lo que representa en España”, dijo, ufano, en una muestra más de fortaleza interna.
El comportamiento de los conservadores se compendia, para el líder del Ejecutivo, en “presumir, criticar, cuando no insultar”. El PSOE, opuso, no presume, apenas ataca –“Les criticamos poco para lo que se merecen”, terció divertido– y “nunca” insulta.
Consciente de la necesidad de “explicar, explicar y explicar” los cambios de esta legislatura, incidió en que de la quema de las reformas se han salvado las políticas sociales y la reorientación del modelo productivo, lejos de la doctrina de “liberalización de todo el suelo” de Aznar.
El presidente enfiló complaciente el repaso a los hitos de sus siete años de mandato: la apuesta por los derechos sociales, las becas, la sanidad, la Ley de Dependencia, la subida de las pensiones mínimas un 27% desde 2004, la inversión en educación –en 2011, ilustró, se llegará al 5% del PIB, “la media europea”– o los 13.000 millones de euros de inversión del Plan E. “No todos somos iguales”, avisó.
“Hemos logrado un desarrollo notable del Estado del bienestar”, reflexionó. Y hace falta preservarlo. Un nuevo pie para amurallar su gestión, defender la urgencia de los “sacrificios” y confiar en el mañana: “Nuestra capacidad para mejorar las pensiones en el futuro depende de la profundidad de los cambios que hagamos en la economía. Si la economía no funciona, no tendremos recursos para incrementar las pensiones. Si la economía funciona, incrementaremos las becas, las pensiones, las ayudas a la igualdad, la sanidad, la educación...”. La militancia apenas le dejaba seguir.
Zapatero esbozó su “compromiso” de reanimar la economía y de robustecer el país. “La fuerza de la democracia es lo que más fuerte nos hace, como bien sabe Tomás”, aseguró, cómplice con el candidato madrileño, vencedor de unas primarias en las que se enfrentó a la favorita del presidente, Trinidad Jiménez.
Intermitentemente, los luminosos de las pantallas hacían desfilar el nombre “Zapatero”, que en el mitin de Murcia se había esfumado. También fluyeron los eslóganes de precampaña, las siglas del PSOE, la invocación de Gómez. Identidad corporativa a tope para un acto diseñado con cálculos conservadores: acudieron, según la organización, 5.000 personas, pero muchas tuvieron que quedarse fuera. No cabían. Los empujones a la entrada y un cierto clima de euforia dejaban ver que había ganas de ver a un presidente redivivo.
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