Otras miradas

Desafíos para el feminismo

Antonio Antón

Miembro del Comité de Investigación de Sociología del Género de la Federación Española de Sociología (FES)

Imagen de archivo de una manifestación feminista. Foto: EFE
Imagen de archivo de una manifestación feminista. Foto: EFE

Acabo de publicar el libro "Feminismos. Retos y teorías". Desde el año 2018, con la reactivación feminista, de forma dubitativa y gradual he ido analizando esta interesante y compleja realidad y estudiando sus fundamentos teóricos. Tenía dos motivos específicos, uno sociopolítico y otro teórico.

Una nueva experiencia sociopolítica: la cuarta ola de reactivación feminista

El primero deriva de la nueva y masiva dimensión de la activación feminista, llamada la cuarta ola y de carácter internacional, que emplazaba a la intelectualidad crítica y al activismo feminista y progresista a una profundización analítica de sus características, sus causas y su impacto en el actual contexto sociopolítico, cultural y estructural. Desde ese punto de vista, me servían, con la correspondiente adaptación, los criterios teóricos y la investigación de la sociología crítica, particularmente, sobre los movimientos sociales y sus procesos de identificación, el impacto de la crisis socioeconómica y las políticas regresivas de austeridad y recortes sociales, la dinámica sociopolítica y de la protesta social desde 2010 y la reconfiguración político-electoral del campo progresista. Son elementos que situaban el marco del relanzamiento feminista. Así que me incorporé a la investigación sistemática desde la Sociología del género, desde una perspectiva crítica, sociohistórica y multidimensional, muy limitada entre la intelectualidad feminista.

Como explico en el libro, se entrelazaban tres procesos de desigualdad social y desventajas por sexo/género, que empeoraban la discriminación de las mujeres, daban signos de estancamiento cuando no de retroceso y chocaban con la cultura y las expectativas igualitarias, especialmente, entre las mujeres jóvenes: las dinámicas de precarización y segmentación del mercado de trabajo con las brechas salariales y laborales, junto con el sobreesfuerzo femenino por los cuidados y la reproducción social, agravado por el deterioro del Estado de bienestar y los sistemas públicos de protección social, así como la desigualdad en la representación y el reconocimiento femenino; la coacción de la violencia machista para seguir imponiendo la continuidad y el refuerzo de los privilegios masculinos y la subordinación femenina, y la marginación por motivos de opción sexual o de género, que dificultaba la libre expresión y libertad de mujeres y colectivos LGTBI.

Constituyen los tres grandes ejes de la problemática específica femenina y los desafíos para la necesaria transformación feminista, agotadas las políticas institucionales y normativas anteriores, por falta de operatividad reformadora sustantiva y algunas con elementos contraproducentes, como el punitivismo y el puritanismo existentes. Además, esta activación feminista y la acción reformadora progresista se han enfrentado a una fuerte reacción conservadora, regresiva y autoritaria de las derechas extremas e instituciones patriarcales que pretenden bloquear los avances en derechos y el cambio de actitudes, mentalidades y relaciones igualitarias y libres.

Es real la amenaza de la victoria de las derechas en las próximas elecciones generales del 23 de julio; constituiría una involución de los derechos feministas y los avances para las mujeres y colectivos LGTBI. Es un reto inmediato que superar por el movimiento feminista y las fuerzas progresistas.

Una reflexión crítica, sociohistórica y multidimensional

El segundo motivo para esta reflexión crítica es de carácter teórico. Además de esta tarea interpretativa y análisis concreto, toda esta gran experiencia colectiva de la masiva activación feminista, con exigencia de cambios sustantivos y reales, ha manifestado otro reto significativo: su carácter reformador a gran escala y su valoración teórica.  Está interrelacionado con la pugna por su representación social y política, así como por su orientación sociopolítica, su sentido cultural e ideológico, su vinculación con las estrategias de cambio, sus alianzas y su interseccionalidad.

Los ejes reivindicativos inmediatos y los repertorios de acción, así como los nuevos cambios normativos aun con sus límites, han sido, en general, acertados y suficientes para sostener esta dinámica expresiva y de avance en derechos; incluida la ley de libertad sexual, a pesar de su regresiva reforma punitivista. Pero esta dinámica ha demostrado una significativa limitación y fragilidad para avanzar en los dos planos: fortalecer la articulación cívica feminista y consolidar el proceso de reformas estructurales -preventivas, institucionales, protectoras, socioeducativas...- y su aplicación.

Es preciso potenciar un enfoque relacional, sociohistórico, democrático, multidimensional, popular y crítico, fundamental para interpretar la experiencia práctica feminista, sistematizarla con una visión integradora de conjunto y fundamentar sus estrategias de carácter igualitario-emancipador, renovando las mejores tradiciones feministas, progresistas y de las izquierdas transformadoras. Se trata de hacer frente a los retos sociopolíticos y estratégicos del feminismo y el proceso de cambio progresista, así como promover el propio debate plural y unitario entre las personas más activas e inquietas intelectualmente, y articular y dar mayor cohesión a la acción colectiva feminista.

Así, por mi parte, he pretendido contribuir modestamente a superar esas insuficiencias en el doble plano analítico y teórico, para consolidar un feminismo transformador igualitario-emancipador, hilo conductor de carácter sociopolítico por un cambio global de progreso.

El incierto futuro y su impacto feminista

No es momento de detallar un balance general, que explico en el texto hasta el último conflicto sobre la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’, con la incertidumbre de que este proceso de cambio político-estructural feminista puede haber tocado techo por el freno institucional dominante. Solo hago una consideración general en cuanto a las perspectivas y desafíos para superar el posible bloqueo.

Independientemente de los resultados de las inmediatas elecciones generales, con la deseable victoria de las fuerzas progresistas y la nueva composición del Gobierno de coalición, es imprescindible abordar un nuevo impulso reformador en los dos planos, de gestión institucional y normativa y de la articulación más consistente del propio movimiento feminista. Se trata de seguir reequilibrando las inercias desigualitarias de todo tipo frente al riesgo de estancamiento, con la falta de implementación real y sustantiva de las políticas públicas feministas, incluidas las últimas aprobadas, y el peligro de retroceso o inaplicación.

Desde mi punto de vista tiene que ver, sobre todo, con el campo de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres en todos los ámbitos: relacional, socioeconómico y laboral, de estatus, cultural y simbólico, así como de reconocimiento y representación en las estructuras sociales y de poder. Y más allá de las reformas parciales implementadas y contando con el agotamiento reformador, las dificultades de la negociación colectiva y el bloqueo empresarial de la Ley de Igualdad, habría que apostar, conjuntamente en los dos planos, la activación feminista y la gestión político-institucional, por un nuevo proyecto transformador igualitario, articulado y de conjunto, para la nueva etapa.

En definitiva, el desafío es claro e imprescindible, según el nuevo equilibrio gubernamental y político-social del feminismo y las fuerzas progresistas: afrontar los riesgos del simple continuismo con las inercias dominantes que mantienen una arraigada desigualdad de género o los peligros de involución reaccionaria; prevenir la consecuencia de cierta frustración feminista tendente hacia la pasividad respecto del cambio colectivo y con la individualización de las demandas y la acción liberadora; así como fortalecer la dinámica igualitaria-emancipadora del feminismo, en el conjunto del proceso transformador del país.

Desde la diversidad cultural-ideológica y la relativa fragmentación organizativa del feminismo, es legítima la aspiración a construir una determinada corriente sociopolítica diferenciada, o tener más peso en la representación y orientación del conjunto. Es el contexto de la dura pugna discursiva y de influencia entre distintos grupos y élites feministas, que exigiría un mayor respeto al pluralismo democrático y un talante unitario y constructivo.

El núcleo más duro del feminismo institucional anterior, de impronta socialista, ha estado desbordado por las insuficiencias de su gestión formalista o superficial y está quejoso de su papel subalterno en todo este proceso de la cuarta ola feminista, junto con la prevalencia institucional de Unidas Podemos en el Ministerio de Igualdad; pero no ha podido impedir ni reorientar -a pesar de sus intentos divisionistas y distorsionadores- la dimensión mayoritaria del feminismo transformador, ni el avance en derechos feministas... hasta el freno práctico y simbólico de la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’, aunque ha necesitado de su combinación con la ofensiva político-mediática de las derechas y la implicación de la propia dirección socialista. Así, con la vista puesta en el nuevo ajuste gubernamental, no ceja en su empeño de retomar su protagonismo dirigente en la próxima etapa política.

No obstante, la dirección socialista deberá buscar una solución menos traumática y regresiva, en el marco del nuevo gobierno progresista de coalición -y siempre que las fuerzas progresistas ganen a las derechas-. En ese contexto de adaptación a los equilibrios políticos e institucionales que se están configurando es cuando aparece la posibilidad de conformar una orientación política y una gestión institucional moderadas, corrigiendo la dinámica transformadora y de avance de derechos de esta legislatura y con otra representación. En todo caso, el sentido de la política pública feminista y la continuidad de su gestión institucional está en entredicho, y va a depender del peso representativo de la izquierda transformadora y la unión de Sumar+Podemos y su equitativo reflejo gubernamental.

Por otro lado, en el campo social y cultural, aparte de los riesgos de cierta frustración feminista por la posible impotencia reformadora desde las nuevas instituciones públicas, combinada con la indignación y la oposición cívica en el caso de una involución derechista, hay otra tendencia moderada en marcha: la adaptación a ese estancamiento transformador y el escapismo articulador hacia la simple actividad cultural y discursiva que legitime a sus representantes, pero sin cambios sustantivos.

Se combinaría así la aspiración individualista de idealizar el discurso y sus portavoces como fuente de construcción de una realidad sociopolítica, un nuevo postfeminismo que encaje con un contexto normalizador del cambio de progreso, junto con una adaptación al marco del esperado equilibrio de fuerzas sociales y políticas con un papel secundario de los movimientos sociales, en este caso la propia movilización feminista, y la izquierda transformadora.

En resumen, en los próximos meses confluyen las dos dinámicas, la pugna por la consolidación o el retroceso feminista, en la interacción entre los dos campos, el social y el político-institucional. La estrategia progresista debería estar clara: ampliar la conciencia e identificación feminista, no difuminarla; debilitar el machismo y la reacción ultraconservadora; consolidar el propio movimiento feminista en cuanto sujeto sociopolítico y cultural; fortalecer el cambio feminista de las relaciones de desigualdad y discriminación por sexo/género en un proceso reformador global de carácter igualitario y democrático.

En ese sentido, queda pendiente una reflexión sobre la dinámica transformadora y el papel de los movimientos sociales y, específicamente, su carácter interseccional como movimiento cívico unitario y progresista, con su correspondiente colaboración y su autonomía respecto del proceso político-institucional y la trayectoria de las fuerzas políticas progresistas en la próxima etapa, con el impacto deseable de una mayoría gubernamental de progreso, unitaria y feminista.

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