Rosas y espinas

Tribulaciones de un votante de izquierdas

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra y la ministra de Igualdad, Irene Montero, durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados.GUSTAVO VALIENTE / Europa Press
La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra y la ministra de Igualdad, Irene Montero, durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados. GUSTAVO VALIENTE / Europa Press

No recuerdo si fue en La vida exagerada de Martín Romaña o en El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz que su protagonista, para resultarle más sublime a su dama, más poeta, un día dejó de cagar. No es que dejara de cagar un día, sino que prolongó la intestinal tortura durante semanas o meses o años. Concretamente, hasta que empezó a sentirse de color marrón, cosa que es mucho más preocupante para un mestizo peruano, como el protagonista de Bryce Echenique, que para un islandés que sueña con abrasarse en las playas de Ibiza.

Al atribulado votante de la izquierda española le está pasando lo mismo. Se está volviendo marrón de tanto aguantar mierda dentro. Como Martín Romaña, gran parte del votante de izquierdas que yo conozco aspira a ser sublime sin interrupción, como Baudelaire, y no caga. Aguanta. Sufre. No se caga en todo y en todos. Todavía. Pero se vuelve cada vez más marrón. Como en los bares con sobreaforo, va a ser complicado, después de esto, dejar los baños limpios.

Dentro de ese quimérico territorio de la izquierda, al que denominaremos Yolandia, los que más marrones se han puesto son, sin duda, los viejos votantes de Podemos. Los asaltantes de cielos aún esperan subidos a las terrazas, observando que cada vez son menos y que el cielo se eleva cada día más. Para asaltarlo hay que brincar demasiado, y por eso a Podemos le pasó como al Altazor de Vicente Huidobro, que se quedó en azor fulminado por su altura.

Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?

Aquellos altazores del Podemos originario son ya solo pasado y poesía, una exquisitez marginal, pero aún siguen con sus asambleas callejeras, con su solidaridad barrial, con su activismo de cercanía, con su ser buena gente. Son las caballeras y los caballeros de la Tabla Polimórfica que guardan el grial del 15-M. Por eso, aunque marginales, siguen siendo tan necesarios. Son los que mantienen el pulso político de la plaza y de la calle. Por poco pulso que quede. A veces con pocas semillas puedes renacer vastos jardines, me dijo un día un florista muy hortera.

Este votante altazor del viejo Podemos, del Podemos quincemero y asaltante, anda atribulado con la juerga esta de Sumar. Conozco a bastantes, y para escribir este artículo he hablado con varios de ellos. No es que sea muy periodístico, pero soy vago y lírico, y no se me debe pedir más.

¿No ves que vas cayendo ya?
Limpia tu cabeza de prejuicio y moral
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo

Estos votantes de los que voy a hablar, los altazores, sí tienen miedo al enigma de sí mismos. Y serias dudas sobre si ir a votar o no en caso de que, los restos de su otrora vasto ejército podemita, depongan armas ante las perfumadas tropas de Yolandia y su Eje del Flan (lo califico sin acritud, pero es que parecen todos temblequeantes de miedo y demasiado dulces).

Perder esos pocos votos de los viejos altazores podemitas es un derroche más cualitativo que cuantitativo, y por eso mucho más importante desde el punto de vista ético. Y estas elecciones van de ética: en estas elecciones se enfrentan la ética contra la moral, esa moral rígida de siempre, de sacristía y miedo, de tedio y plateresco, de científicos quemados en la hoguera o en los secarrales de Doñana, de vacas fascistas vacunando a los veterinarios, que es lo que está pasando en Castilla y León.

Del asalto a los cielos se ha pasado a un reformismo pactista que a estos altazores del viejo Podemos no les agrada nada. Y quizá con razón. Les apesta escuchar que su futura socia, Rita Maestre, pida en una entrevista a El Mundo "complicidad con las empresas", las del Íbex 35, las que se llevaron el pan de muchas familias con el rescate bancario y la especulación pandemia/guerra de Ucrania. Y es que suena fuerte, con los datos económicos y de desigualdad en la mano, buscar complicidad desde la izquierda con nuestras grandes empresas.

Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades
A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios
Cae y quema al pasar los astros y los mares
Quema los ojos que te miran y los corazones que te aguardan
Quema el viento con tu voz
El viento que se enreda en tu voz
Y la noche que tiene frío en su gruta de huesos

Al pobre Altazor, al purísimo votante de Podemos, le han cambiado sueños por estrategias electorales, como quien cambia oro por baratijas. No me extraña que ande más que atribulado de urna vacía en urna vacía, como quien visita tumbas. Podemos estaba hecho "del material con que se construyen los sueños", como el halcón maltés de Dashiell Hammett. Y ese material mágico se desvanece en cuanto lo expones al despertar de humos y vómitos de la política. Quizá tenían razón aquellos que decían que el movimiento 15-M nunca debería haber cuajado en partido político. Todos los amantes de la botánica sabemos que en los estercoleros nacen las más bellas flores, pero son muy perecederas.

Aquí yace Altazor azor fulminado por la altura
Aquí yace [...] antipoeta y mago
Ciego sería el que llorara
Ciego como el cometa que va con su bastón

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