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Ignasi Taltavull
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Ignasi Taltavull, cómico y guionista: «Todos somos mucho más estúpidos de lo que queremos hacer ver»

En su Instagram se define como alguien que hace todo lo que puede, lo mejor que sabe y, sin duda, su especialidad es convertir en comedia cualquier cosa que toca. Tras su paso como guionista por programas como ‘Crackovia’ o ‘Està passant’, de la Televisió de Catalunya, se alió con su amigo y compañero de profesión, Tomàs Fuentes, para encontrar una fórmula contra el sentido del ridículo. Hoy habla con nosotros sobre ‘La Ruina’.

Aurora Muñoz

Cada show es diferente e impredecible. La Ruina se ha convertido en una noche de terapia colectiva, en la que el premio a la anécdota más embarazosa puede ser un reloj sin manecillas. Hay un punto de humor absurdo en este podcast que lleva viviendo de sus directos desde 2020. Los cómicos y guionistas Ignasi Taltavull y Tomàs Fuentes conducen este ejercicio de descompresión comunitario, acompañados de un invitado que les ayudará a comentar las vivencias más embarazosas que han vivido los valientes que salgan de entre el público para compartir las con el resto. No importa si su experiencia está ligada a un fracaso sentimental, algún suceso escatológico, ridículos laborales o malentendidos épicos. Esta reunión de desconocidos el único lugar donde la miseria tiene premio. Taltavull, cocreador del formato, recibe a Público pocas horas después de marcarse el triplete en la capital.

Venís de llenar tres noches seguidas el teatro Capitol de Madrid, con las entradas agotadas absolutamente desde un mes antes. El show parece que no tiene techo, ¿ha sido vuestro récord de público?

En una misma ciudad y en noches consecutivas, sí; pero este mismo año hicimos un show en 1.400 personas en una sola noche. Nunca habíamos actuado antes delante de tanta gente. Estamos viendo como La Ruina va creciendo más y más. Es increíble.

Este formato nació en Barcelona con el cobijo de La Llama, una tienda de arte, libros y artículos en broma. Cuando echáis la vista atrás, ¿se echan de menos esos orígenes?

Nos encantaba estar allí, la verdad; pero tener ahora la oportunidad de visitar tantísimas ciudades y de que la gente pueda contar sus historias hace que no parezca ni un trabajo. Tomàs [Fuentes] y yo somos amigos desde hace un montón de años y tener la suerte de poder estar viviendo esto está siendo un privilegio absoluto, así que seguiremos visitando La Llama, pero como clientes.

Vais camino de los 170 capítulos emitidos, más de 500 historias contadas. ¿La gente todavía os sigue sorprendiendo?

Sí y es una cosa que nos fascina. Cuando empezamos teníamos esa duda. Primero, no sabíamos si la gente iba a querer exponerse de esa forma, pensábamos que quizá iban a no tener tanto interés en dar la cara y contar lo suyo. Después, a medida que el show iba creciendo, temimos la repetición; pero ha pasado lo contrario. Tengo la sensación de que cada vez nos cuentan cosas más divertidas y más únicas. Tenemos la suerte que la gente nos conoce ya y viene a contarnos algunas historias que saben que nos van a divertir a todos e incluso hay ocasiones en que el punto de partida tampoco es que sea muy loco, sino que la gente decide hacer acciones absolutamente disparatadas en ese contexto. Creo lo divertido de cada ruina es que puede haber algo donde tú te veas totalmente reflejado y al revés. Hay veces que piensas en los alejada está la vida de esta persona de la tuya, hay para todos los públicos y por eso creo que estamos en nuestro mejor momento.

Tienes a las espaldas una larga trayectoria como guionista de comedia, en el mítico Crackòvia de TV3, pero La Ruina tiene un importante componente de improvisación. ¿Cómo llevas hacer humor con las historias de otros?

Tomás y yo venimos del guion y nunca nos habíamos enfrentado a la improvisación, teníamos ese reto. Queríamos ver que podíamos aportar a las situaciones que nos planteaba la gente; pero con el tiempo ha ido evolucionando el show y ahora nuestro trabajo es sobre todo escuchar a la persona que viene a contarnos su anécdota, acompañarla y quitarle la presión de tener que hacer chistes graciosa. El peso del show y el ritmo lo tenemos que llevar nosotros. A partir de ahí, de lo que se trata es de estar atentos y conseguir que el que suba se sienta cómodo, como el que se está tomando una cerveza con unos amigos.

Todos los miércoles subís episodio y el fandom no falta a la cita. Con ese público tan fiel, ¿os ha tentado alguna plataforma de pago?

Hemos tenido ofertas de prácticamente todas las plataformas de pago pero tenemos la suerte que nuestro podcast puede depender de su público. Nosotros vivimos gracias a la gente que tiene la generosidad de venir a contar su historia y compra una entrada cada fin de semana. Ese es nuestro vínculo. Podríamos vender La Ruina, pero ¿qué ganaríamos exactamente? Nuestro poder reside en que este es un proyecto muy colectivo: lo presentamos Tomás y yo, pero también viene un invitado y toda la gente que nos cuenta sus cosas. Así será todo el tiempo que podamos. Nos gusta sea un proyecto autoproducido y que la gente se lo sienta suyo, porque en el fondo lo que es. Poner precio al programa o limitar que la escucha va en contra de la propia idea de que todo el mundo se sienta parte y participe. Nos sentimos más cómodos al margen de plataformas y marcas. Queremos que el compromiso sea con nuestro público, que el podcast se pueda escuchar donde cada uno prefiera y que sigan viniendo al teatro. De esa forma podemos hacer las cosas a nuestra manera, sin depender de nadie.

El otro día contabais en el show que nunca habéis estado todavía de visita en Logroño, pero habéis hecho parada en teatros de Madrid, A Coruña, Barcelona, Murcia y Alicante. ¿Cómo lleváis esto de estar constantemente girando?

Hay destinos que podrías pensar que son obvios por cantidad de gente que concentran, como Madrid, Valencia o Bilbao, pero cada temporada intentamos ir a ciudades en las que no hemos estado todavía. Este año vamos a visitar Extremadura por primera vez. Nunca habíamos estado en Cáceres y Badajoz. También iremos a Gijón y a Ourense. Intentamos llegar al máximo de gente que podamos. Tenemos la suerte de que nuestro proyecto haya crecido tanto que podamos estar centrados en él y es un privilegio ser recibidos con tanto cariño en una ciudad diferente cada fin de semana. Es cierto que nos movemos mucho, pero viajar con un amigo es realmente el trabajo soñado.

En paralelo a La Ruina has desarrollado otros formatos en podcast como Aquí estamos y Lejos de aquí con Adri Romeo. Con él también viajas, pero lejos de la urbe. ¿Lo que importa en el trayecto es la compañía?

Totalmente. Nosotros ya éramos amigos y luego se nos ocurrió hacer el proyecto a partir de esa conexión. Creo que una de las virtudes que tiene el mundo del podcasting es que, hasta el momento en que ha explotado y hay un montón de marcas y plataformas intentando ocupar ese espacio, los proyectos de Internet han partido siempre de la voluntad de hacer algo diferente a lo que se hace en otros medios como pueden ser la televisión o la radio, donde quizá todo es un poco más artificial. La gracia que tienen los podcasts que han triunfado como Estirando el chicle, con Carolina [Iglesias] y Victoria [Martín], es que tienen conexión con su público porque parten de una propuesta que tiene sentido para quienes los hacen. Al menos, esos son los que yo escucho y creo que aquí, en La Ruina, se cumple también al 100%.

En una de las últimas entregas de La Pija y la Quinqui, David Broncano contó que los únicos podcasts que escuchaba de manera habitual son Deforme Semanal, Nadie sabe nada y La Ruina. ¿Qué supone para vosotros tenerlo entre vuestros fieles?

No me lo puedo creer. Yo veo La Resistencia y de repente oír a David Broncano a decir que nos escucha a nosotros me parece increíble. Nos están pasando cosas que no nos podíamos ni imaginar. Recibir en nuestro show a Joaquín Reyes o Ernesto Sevilla que son ídolos nuestros es un orgullo bestial. No puedes evitar pensar en qué momento ha crecido tanto esto como para que gente a la que admiramos tantísimo hable de nosotros y quieran participar de lo que hacemos. Es mucha responsabilidad, si lo piensas…

El año pasado, el Terrat produjo la aventura televisiva de La Ruina en RTVE. ¿Cómo os fue en la pequeña pantalla?

Somos queríamos hacer una versión audiovisual y además en catalán. Eso nos permitía llegar a un público al que quizás no habíamos llegado todavía y también tener un tipo de invitado que se nos escapa en el podcast que hacemos al nivel estatal en Internet y en castellano. Nos protegieron un montón, nos dieron libertad absoluta para hacer lo que queríamos y fue una propuesta que realmente funcionó muy bien en audiencias en la desconexión en Catalunya. Aprendimos un montón, así que no nos cerramos a hacer otros proyectos en algún momento que se pueda compatibilizar con La Ruina.

Carlos Peguer y Mariang se encontraron con mucho hate cuando ficharon por los debates de El Conquistador. Vosotros ya habíais probado suerte con una sección en Cuerpos Especiales en Europa FM, donde la audiencia forma parte de un espacio más amplio. ¿Cuesta abrirse paso entre un público diferente?

Nosotros hemos tenido mucha suerte en ese sentido, pero hay que tener en cuenta que Carlos y Mariang tienen una exposición mediática, aunque solo sea por su juventud y por el éxito, que los coloca frente a un montón de gente envidiosa que va a intentar hundirlos como sea. Nosotros seguramente nos evitamos esa variable por ser más mayores, somos hombres y seguro que eso nos quita de muchas cosas que tiene que soportar ella y también nos hemos expuesto mucho menos que ellos. De todas formas, todo lo que pasa en redes es un poco anecdótico. Es obvio que te afecta a la salud mental, porque a nadie le gusta que le insulten, pero el trabajo que están haciendo ellos dos es es fantástico y a todos sus seguidores nos gusta verlos. Eso es lo que cuenta.

Cuando recibes un comentario feo, hay que ponerlo en una balanza con el resto y no centrarte en eso, porque es una pérdida de tiempo. Debes estar conectado con la gente que sí te quiere escuchar. Nosotros podemos ir a los teatros y ver a la gente de verdad. Alguna vez hemos tenido alguna polémica muy mínima, pero en redes y de repente te das cuenta de que solo existe en la nube, porque la gente que  se sienta en la sala viene muy contenta.

¿Consideráis que parte del éxito de La Ruina reside en que la mayoría ya está cansada de tanto postureo?

Yo creo que sí. Es liberador no tener que mostrar una imagen falsa de uno mismo ni fingir que eres perfecto y tu vida es inmaculada. Nadie está continuamente de vacaciones y tiene dinero para ir a cenar a diario al restaurante donde se hacen fotos a los platos. El día a día no es así. Todos somos mucho más estúpidos de lo que queremos hacer ver y La Ruina es ese espacio donde nos comprendemos, nos damos la mano en el fracaso y nos reímos.

Tenéis una selección de invitados que ni El Hormiguero. ¿Quién tiene ya el carnet dorado?

Hasta ahora creo que los que más veces han venido son Xavi Daura e Iggy Rubín, pero Berto Romero ha sido el padrino de La Ruina. Nos dio apoyo desde el principio y nos ha recomendado en Nadie sabe nada. Gracias a él hemos llegado un montón de gente y además, es nuestro cómico favorito. Si él dice que me quiere sustituir, yo dejo de presentar La Ruina y puede hacer lo que él quiera. Estamos en deuda.

¿Cómo se convence a la gente conocida para que también entre al trapo y cuente sus miserias?

Esa es una de las cosas que más ilusión nos hacía desde el principio. Nos apetecía desmontar la idea del éxito y de que la gente que tiene fama puede parecer que tiene una vida muy distante a la del resto, Me encanta estar sentado con gente con tantísimo talento como invitados y que en esa mesa estén hablando de tú a tú sobre momentos en los que se han sentido ridículos. Estamos igualados por La Ruina y por las historias que contamos. Eso es los mejor del programa, ese sentimiento de comunidad.

El stand up lleva años explotando el precepto del periodismo de que no hay historias pequeñas, pero en código de humor. Tú que conoces muy bien esa fórmula del monólogo, ¿crees que todo el mundo tiene un cómico dentro?

Cada noche, cuando empezamos un show, Tomás y yo sabemos que ninguno de los dos vamos a ser quién provoque más risas. Valdrán de la anécdota o del comentario de alguien que no se dedica profesionalmente a la comedia y eso es lo mejor que nos puede pasar a todos. Esa voluntad de reírse de uno mismo y de convertir los momentos incómodos y las desgracias en humor es terapéutico. El humor no está solo al alcance de los humoristas. Está en todos los sitios y todo el mundo lo tiene como herramienta para su día a día.

¿Podríamos decir que es uno de los pocos espacios que ha escapado a la cultura de la cancelación?

Durante muchos años el humor ha sido usado como un arma para atacar, sobre todo cuando la comedia solo la hacían unos cuantos para dejar mal a los colectivos más oprimidos. No hace falta ni especificarlo, pero todos conocemos chistes homófobos, racistas y machistas. Ahora las redes recuperan esa filosofía y se genera una crispación y una ofensa constante que me parece irreal. Yo no lo entiendo el humor de una manera absolutamente opuesta. Podemos pensar de formas distintas, pero reímos juntos de lo que estamos viviendo. Eso es lo interesante. Creo que puede ser la oportunidad de generar una conexión y quizás a partir de ahí ver de qué forma podemos entendernos. Incluso puede ser una vía para que los colectivos que estamos oprimidos podamos encontrar la forma de encajar y de seguir ganando derechos en lugar de convertirnos en el remate del chiste.

Hubo un tiempo en que en las gasolineras había torres de cassettes repletas de chistes para acompañar los viajes. ¿Qué humorista de los que ocupaban las carátulas de aquellas cintas os hubiera encantado que hubiera acompañado su gira en furgoneta con vuestro podcast?

¡Buah! Eugenio, era un genio. Hubiera sido súper interesante tenerlo de invitado para haberlo visto en este ámbito y egoístamente me habría encantado poder conocerlo.